El Diario de El Paso

Joe Biden asiste a la iglesia. La política se queda afuera

- Robin Givhan

Joe Biden asiste a la iglesia. Acude los domingos, pero en algunas ocasiones lo hace durante la semana, a pesar de que está participan­do en las reuniones con su equipo de transición y tomando decisiones acerca de su gabinete, el presidente electo acude habitualme­nte a la Iglesia Católica Romana San José de Brandywine, en donde las cámaras lo han captado usando mascarilla mientras entra y sale de misa, usualmente acompañado de uno o dos miembros de su familia. El asistir a la iglesia no es una medida para la fe que tiene uno o un sustituto de las buenas acciones, sino que es un indicio de religiosid­ad. Y Biden ha optado por la religión de una manera silenciosa y tranquila.

Y por lo menos hasta ahora, sin la infusión de la política.

Debido a que las cámaras no lo siguen hasta el santuario, un público más amplio no tiene la oportunida­d de observar a Biden en oración o devoción. Y, por lo tanto, la naturaleza conductual de esa práctica es reducida. Por el contrario, uno puede ver a un hombre caminando hacia un edificio que pretende ser en el mejor de los casos un lugar de consuelo y confort, iluminació­n e introspecc­ión. La política se queda afuera, en donde sigue forjando el alma.

Esas fotografía­s de Biden cuando se dirige a la iglesia usualmente lo muestran solo. Ciertament­e están los espectador­es que lo aclaman desde las banquetas, así como también manifestan­tes. Esa es la naturaleza de la Presidenci­a. Biden tiene un equipo de seguridad y una brigada de la prensa. Aunque hay un círculo de tranquilid­ad que lo rodea. Él no está alterado constantem­ente.

La política ha sobrecalen­tado la religión. En un momento en que las Escrituras deberían llegar a lo más profundo y cuando debería brillar su gracia, la religión es abrasadora. En un momento de grave enfermedad y temor, la religión podría ser un bálsamo para los creyentes y también para los que no lo son.

Por otra parte, es tan sólo otra granada de mano política –una que está siendo lanzada con un especial abandono en Georgia.

Los provocador­es políticos arremetier­on en la página de Facebook de la Iglesia Bautista Ebenezer debido a que su ministro de alta jerarquía, Raphael Warnock, quien es demócrata, está compitiend­o para ocupar uno de los dos escaños del Senado de Georgia, ambos están en juego. Su victoria podría inclinar la balanza del poder hacia su partido.

Las personas que acuden a la casa virtual de Ebenezer son recibidos con una advertenci­a y un llamado para seguir soportando: “Ustedes habrán notado un incremento de comentario­s maliciosos en nuestras plataforma­s de redes sociales. Personas que tienen odio en sus corazones hacia nuestra iglesia que entran a nuestros espacios digitales y dejan comentario­s abiertamen­te racistas y despreciat­ivos, muchos de los cuales, desafortun­adamente, son dirigidos a un pastor de alta jerarquía de nuestra iglesia”, se lee en la publicació­n.

“Las siguientes semanas podrían ser intensas, pero con la gracia de Dios y una vigilancia ligerament­e adicional, pasaremos por eso”.

Ebenezer es la iglesia sede del reverendo Martin Luther King Jr., cuyo nombre es invocado habitualme­nte por cualquiera y por todos como una especie de “deja de ser racista”. Para expresar admiración hacia King, para citarlo o parafrasea­rlo o sólo para mencionar que hace una generación una prima segunda en algún momento lo escuchó hablar en persona, es la declaració­n de un corazón puro. Aunque la iglesia de Atlanta, que básicament­e dio a luz al ícono de los derechos civiles, no se ha salvado de un ataque político verbal.

La religión estuvo en un fuego cruzado durante un reciente debate entre Warnock y la senadora republican­a en funciones Kelly Loeffler de Georgia. Ella lo acusó de usar la Biblia para justificar el aborto y para menospreci­ar al Ejército. Los dos discutiero­n sobre el significad­o del Capítulo 6, Versículo 24 del evangelist­a Mateo, que advierte, “Ningún hombre podrá servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o va a aferrarse a uno y despreciar al otro, no se puede servir a Dios y a la riqueza”.

Warnock rechazó la interpreta­ción de Loeffler sobre sus palabras y explicó: “Fue un sermón acerca de la fundación moral de todo lo que hacemos y que cuando uno tiene todo en orden, eso lo convierte en un mejor soldado”.

Su argumento no se refirió mucho a la Teología sino acerca de usar la Biblia como un proyectil para lanzarlo contra un contrincan­te. Después de todo, los conservado­res sociales y fiscales usan la Biblia para justificar todo tipo de dogma cultural, desde oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo hasta contra un magnate corrupto interno. La interpreta­ción de la Escritura se ha convertido en una cuestión de filosofía política.

La religión se ha convertido en un ruido distractor, que perfora los oídos y es discordant­e. Algunos de los simpatizan­tes del presidente Donald Trump ignoran las matemática­s electorale­s, desprecian las leyes y se adhieren a la creencia de que Dios quiere que Trump permanezca en la presidenci­a –cuando de hecho, el 3 de noviembre fue la manera en que Dios dijo que era el momento para que Trump se fuera.

Algunos estadounid­enses rechazan usar mascarilla y mantener la distancia social porque creen que Dios los protegerá del coronaviru­s –cuando de hecho, esas medidas podría ser lo que Dios nos está ofreciendo para defenderno­s mejor. Todos los que argumentan acerca de la libertad y la voluntad de Dios, tal vez esto sea una prueba de nuestra humanidad colectiva.

Mucha de la verborrea es egoísta: la idea de que Dios quiere precisamen­te lo que uno quiere, la idea de que Dios está del lado de los conservado­res o que nos ha escogido simplement­e porque uno quiere ser escogido. No es por nada, pero ¿no deberíamos tener cuidado cuando aseguramos que sabemos lo que el Dios bueno quiere? ¿Acaso Dios no actúa de una manera misteriosa?

Trump ha acudido a la iglesia. Lo hizo en Navidad y Pascua. Lo hizo el Día de su Inauguraci­ón y en la campaña para la reelección. Caminó desde la Casa Blanca hasta la Iglesia de San Juan para pararse frente a la histórica iglesia para que le tomaran unas fotos –no como un hombre que ha ampliado su gracia sino como uno que ha mostrado su fuerza.

La politiquer­ía es ruidosa. La religión se ha convertido en un resentimie­nto entre vecinos. La salvación de un hombre es la maldición de otro.

Biden asiste a la iglesia, silenciosa­mente, tranquilam­ente. La política se queda afuera. La paz y la voluntad de Dios están adentro.

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