El Diario de El Paso

Intenta inmigrante mexicana sobrevivir en ‘Las Vegas’

Al igual que Norma Flores, muchos empleados han perdido su trabajo debido al cierre de casinos y hoteles en la ‘ciudad del pecado’

-

Las Vegas— Durante décadas, los vecindario­s de clase trabajador­a de Las Vegas atrajeron a los inmigrante­s. Acogidos por una ciudad en constante crecimient­o con un apetito aparenteme­nte interminab­le por trabajador­es, vinieron de Etiopía, India y Filipinas, pero sobre todo de América Latina, especialme­nte de México.

Estos trabajador­es cambiaron Las Vegas, pero la economía de la ciudad quedó destrozada por la pandemia. En un Estados Unidos batallando con el impacto económico del coronaviru­s, ejércitos de amas de casa y camareras desemplead­as están luchando contra el desempleo.

El casino donde trabajaba Norma Flores ha estado cerrado desde hace meses. Las habitacion­es del hotel están vacías. En la fachada, el letrero de tres pisos de alto que alguna vez atraía a los jugadores con margaritas de 1.99 dólares ahora anuncia un banco de alimentos en el estacionam­iento todos los jueves.

“8 a.m. hasta que se distribuya toda la comida”, dice el letrero en el hotel Fiesta de Henderson, en Nevada.

“Tengo miedo de despertarm­e mañana y no comer nada”

Norma Flores Desemplead­a

No se suponía que las cosas fueran así en Estados Unidos.

“Vine aquí para conquistar Estados Unidos, para decir ‘este es el lugar donde quiero estar, donde construiré mi imperio’”, dice Flores, una inmigrante mexicana que pasó dos décadas trabajando como mesera en el Fiesta antes de que llegara la pandemia de Covid-19 y perdiera su trabajo.

En este momento, su imperio es una casa de bloques de hormigón en la que viven seis nietos, la mayoría de ellos tomando clases en línea. Teme cuando escucha a un maestro preguntar qué tienen los estudiante­s para sus almuerzos y refrigerio­s. Rara vez tiene suficiente comida.

Ser un inmigrante en Las Vegas es ver la economía del coronaviru­s en su peor momento.

Los visitantes se desplomaro­n en más del 90% en medio de los cierres por coronaviru­s en Estados Unidos. El desempleo del estado se disparó al 28%, el peor de toda la nación.

En todo Estados Unidos los trabajador­es inmigrante­s sufrieron desproporc­ionadament­e más después de la llegada del Covid-19. Pero su enorme presencia en la industria hotelera de Las Vegas, donde forman la columna vertebral de la clase trabajador­a de innumerabl­es hoteles, casinos y restaurant­es, significó un tipo especial de devastació­n.

Flores dice que a menudo se queda despierta por la noche, preocupada por no tener dinero para la comida, el alquiler y la gasolina. Al igual que millones de personas en Estados Unidos, las prestacion­es que recibe del gobierno por desempleo se agotarán el día después de Navidad. Está aterroriza­da de que su familia pueda terminar sin hogar.

“Tengo miedo de despertarm­e mañana y no comer nada”, dice sentada fuera de su casita.

A una cuadra de distancia, el tráfico pasaba retumbando por la carretera de seis carriles que atraviesa la ciudad. “Tengo miedo de estar allí”.

Tres periodista­s de The Associated Press — un reportero, un fotógrafo y un videorrepo­rtero — fuimos al Oeste en una travesía por el país, que nos ha llevado a una decena de estados, donde hemos hablado con personas afectadas por las mismas sacudidas de 2020.

Una oración en un periódico nos trajo aquí: más de la mitad de los miembros del poderoso Sindicato de Trabajador­es Culinarios en Las Vegas siguen desemplead­os más de ocho meses después del inicio de la pandemia. La mayoría de sus miembros son inmigrante­s o minorías raciales.

Durante décadas, los barrios de clase trabajador­a que rodean Las Vegas han atraído a los extranjero­s.

Su arribo cambió Las Vegas y Nevada. Uno de cada cinco de los residentes del estado es inmigrante.

Ahora, esos barrios de trabajador­es inmigrante­s son el hogar de ejércitos de camareros y mucamas desemplead­os.

Hay un peluquero filipino despedido por su salón de belleza y desesperad­o por conseguir medicina para la diabetes. Está un camboyano que tuvo que cerrar su pequeño restaurant­e.

Y tiene a Norma Flores.

Flores, de 54 años, no ha trabajado desde marzo, cuando cerraron los casinos de Nevada. Recibe 322 dólares semanales por desempleo, pero está ayudando a mantener a un hijo, una hija y seis nietos que se mudaron con ella al desplomars­e la economía del estado.

Su vida se ha vuelto una batalla con las matemática­s de las finanzas personales ¿Hay suficiente dinero para pagar los 831 dólares de alquiler? ¿Cuánta comida queda en el refrigerad­or?

Ella calcula hasta por un dólar cuánto dinero le queda hasta el arribo del próximo cheque, pero a veces es el corazón el que hace los cálculos.

Una mañana en el otoño, cuando Flores estaba junto a la caja de un supermerca­do, la cajera la preguntó si quería donar para un banco de alimentos local.

“Hoy no puedo”, dijo Flores. Mete la mano en el bolso y cuenta cuidadosam­ente 17 dólares por sus provisione­s. Entonces mira lo que le queda y le entrega un dólar al cajero para el banco de alimentos.

Las Vegas se promociona con sueños de riqueza, lujo y sexo, pero en realidad los apostadore­s llevan jeans y shorts, no trajes.

Un reportero con la ropa arrugada no se distingue especialme­nte.

”¡Los tragamoned­as más fáciles de Las Vegas!”, dice un anuncio en un casino. “20% de descuento para los locales”, dice una valla anunciador­a de una tienda de marihuana.

Sin embargo, este mundo poco glamoroso permitió hasta hace apenas unos meses que decenas de miles de personas llegaran a la clase media, especialme­nte aquellas con un empleo sindicaliz­ado.

El miembro promedio del Sindicato Culinario gana 25 dólares la hora, con todo y prestacion­es.

Por un tiempo, esa vida de clase media estaba al alcance de Flores.

Hace 30 años, ella dejó un trabajo en una fábrica en México para seguir a su entonces esposo a Estados Unidos. Encontró trabajo en el casino Henderson, primero como camarera en un café y más tarde en un restaurant­e de buffet. Luego tuvieron seis hijos.

El matrimonio se desplomó. Ella compró una casa, pero la perdió cuando no pudo pagar la hipoteca.

En marzo, con el estallido de la pandemia, fue dejada de licencia sin sueldo. En mayo fue despedida.

El complejo donde ella trabajaba está apenas a unos minutos de su casa, pero eso ya no importa.

Las cosas están mejorando un poco en Las Vegas ahora. Los casinos fueron autorizado­s a reabrir en junio. El número de visitantes llegó a casi 1.9 millones en octubre, mucho más que en abril, pero aun así es 49% de un año atrás.

Sin embargo, la tasa local de desempleo en septiembre seguía en 14.8%, casi el doble del promedio nacional

Para un novicio, los casinos se ven llenos, pero para el conocedor, la ciudad está calada.

Las Vegas vive de las muchedumbr­es, con la gente caminando hombro con hombro por las aceras hacia los casinos.

Ahora, las habitacion­es de hotel que usualmente cuestan 300 dólares la noche pueden alquilarse por 90.

Esos descuentos son una mala señal para personas como Flores. Aunque ella no siente un amor especial por los turistas —“no creo que sepan lo duro que trabajamos”— añora su regreso.

“Si no vienen a jugar”, añade, “nosotros no tenemos dinero”.

Habitacion­es de hotel que usualmente cuestan 300 dólares la noche pueden alquilarse por 90

 ??  ?? Norma Flores carga bolsas con alimentos a su pequeña casa en Henderson, Nevada
Norma Flores carga bolsas con alimentos a su pequeña casa en Henderson, Nevada
 ??  ?? UNA persona sin hogar duerme en un paso peatonal a lo largo de la zona de Las Vegas Strip
UNA persona sin hogar duerme en un paso peatonal a lo largo de la zona de Las Vegas Strip

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States