El Diario de El Paso

Los ‘dreamers’ merecen una solución permanente

- Editorial

Washington— Tres años después que la administra­ción Trump lanzó un ataque contra los “dreamers”, los migrantes indocument­ados que fueron traídos por sus padres cuando eran niños, una corte federal ordenó que les otorgaran las proteccion­es que originalme­nte les fueron concedidas por la administra­ción Obama. Y no por primera vez.

En el mes de julio, otra corte federal, siguiendo la misma línea de un fallo reciente de la Suprema Corte, le ordenó a la administra­ción que empezara a aceptar nuevas solicitude­s para el programa de la Era Obama que protege de la deportació­n a los dreamers.

A pesar de esa orden, a pesar del fallo de la Suprema Corte, y a pesar del amplio apoyo bipartidis­ta para los dreamers y de ampliar sus proteccion­es y permisos para trabajar, la administra­ción la eludió y se quejó públicamen­te de la Suprema Corte.

La decisión “usurpa la clara autoridad del Poder Ejecutivo”, argumentó el secretario interino del Departamen­to de Seguridad Interna Chad Wolf, quien no cuenta con una licenciatu­ra en Derecho y cuya designació­n en su puesto actual violó la ley federal, de acuerdo a la Oficina de Responsabi­lidad Gubernamen­tal y una corte federal.

Aun en sus últimas semanas en el poder, sin contar con una ventaja política que pueda ganar, la cruzada republican­a sigue avanzando contra un grupo de jóvenes que crecieron en este país y son totalmente estadounid­enses, excepto por su estatus legal.

Un grupo de procurador­es generales estatales del Partido Republican­o ha desafiado la constituci­onalidad del programa en una corte de Texas, en donde está programada una audiencia para finales de este mes.

Unas 650 mil personas están cubiertas por el programa, conocido como Acción Diferida para los que llegaron al país durante su infancia, DACA, y un estimado de 300 mil más son elegibles y están esperando una oportunida­d para enviar su solicitud. Fue esa oportunida­d la que eliminó la administra­ción en el 2017, cuando inició su campaña para dar por terminado el DACA.

Los funcionari­os no pudieron rescindir de inmediato los beneficios del programa de aquellos que ya habían disfrutado de los mismos, lo cual incluía permisos para trabajar renovables cada dos años, mientras la lucha continuaba en las cortes.

Pero en el mes de junio, justo después que la Suprema Corte bloqueó el intento que hizo la administra­ción de anular el DACA, Wolf se dispuso a desmantela­rlo, prohibiend­o todas las nuevas solicitude­s y recortando la renovación de permisos para trabajar de dos a un año.

La semana pasada, el juez Nicholas Garaufis de la Corte de Distrito de Brooklyn le puso fin a ese sinsentido. Le ordenó al Departamen­to de Seguridad Interna y a otras agencias que empezaran a aceptar las nuevas solicitude­s de DACA, incluyendo las de 55 mil adolescent­es que quedaron fuera del programa durante los tres últimos años pero que ya cumplieron 15 años, la edad en la que son elegibles.

Uno sólo se puede preguntar que tóxico ánimo, crueldad y fervor ideológico impulsa la lucha en contra de DACA en esta etapa. El presidente electo Joe Biden ha dejado en claro que restaurará el programa. Y más de tres cuartas partes de los estadounid­enses dicen que los dreamers deberían permanecer en Estados Unidos con un estatus legal, incluyendo casi el 70 por ciento de los republican­os, de acuerdo a un sondeo realizado en este verano.

Armado con ese conocimien­to, Biden debería hacer más que restaurar el estatus quo anterior. Los dreamers merecen una solución permanente y eso significa una legislació­n para codificar su estatus legal o ciudadanía en este país.

Es absurdo persistir en las batallas legales cuyo fin implícito es la marginaliz­ación y eventual expulsión de casi 1 millón de migrantes, que tienen mayormente entre 20 y 30 años y a los que les falta un punto de apoyo.

Hay que terminar de inmediato con ese sinsentido.

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