Un mal año para los migrantes hispanos en EU
La comunidad ha sido uno de los grupos más afectados por el Covid19, en salud y economía
El 16% de los hogares hispanos no tuvieron suficientes alimentos en septiembre
Nueva York— Sonia Pérez debe seis meses de alquiler pero duda que pueda cancelar su deuda pronto: el Covid-19 acabó con la vida de su ex marido, que la ayudaba económicamente, y ha dejado las calles de su barrio neoyorquino medio vacías, así que pocos le compran los tamales que vende desde hace 20 años.
En Miami, una nicaragüense llamada Claudia perdió su empleo cuando el restaurante en el que trabajaba cerró debido a la pandemia. Gastó todos sus ahorros en comida y renta y ahora hace malabarismos para sobrevivir.
“No tengo trabajo, ni dinero, ni nada... cero. Nada”, expresó la mujer, que prefirió no dar su apellido porque se encuentra ilegalmente en el país. Así es como 2020 ha dejado a muchos hispanos que viven en Estados Unidos.
La comunidad hispana ha sido uno de los grupos más afectados por el Covid-19, que ha reducido o eliminado sus ingresos. Millones, además, no tuvieron la posibilidad de acceder a las ayudas estatales debido a su condición migratoria irregular. Y unos cuantos no saben si en 2021, con un presidente más predispuesto a ayudarlos y la llegada de una vacuna, podrán salir a flote. Gran parte de los inmigrantes hispanos trabajan en sectores que han sido fuertemente afectados por la pandemia como la gastronomía, la hotelería y la construcción. Otros lo hacen en la agricultura y las empacadoras de carne, donde se han registrado elevadas tasas de contagio debido a la falta de medidas de distanciamiento y seguridad.
Un 24% de los casos de Covid-19 en Estados Unidos son de hispanos y un 14.7% de las muertes, según los datos federales más recientes. La tasa de muertes por Covid-19 entre los hispanos es 2.8 veces mayor que la de los blancos y la de hospitalización es cuatro veces mayor, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Tras nueve meses de pandemia, el azote del virus es ahora visible en las largas filas que hacen muchos frente a agencias que ofrecen comida. En general se trata de personas que cobran el salario mínimo y no tienen acceso a beneficios sociales, de salud o ayudas económicas como los mil 200 dólares otorgados por el Congreso para paliar el efecto económico de la pandemia.
Antes de la pandemia Pérez vendía sus tamales a dos dólares. Ahora los vende a tres ya que los precios de los ingredientes, como las tortillas de maíz, subieron tras la llegada del Covid-19. Y también se topa en las calles con muchos inmigrantes que, tras perder sus empleos, se lanzaron a ser vendedores ambulantes como ella. “Mucha gente se ha tirado a la calle a sobrevivir”, dijo la mexicana de 50 años que mantiene a tres de sus cuatro hijos y debe pagar mil dólares mensuales de alquiler. “En esta área casi no se veía vendedores.
Ahora sábados y domingos la calle está llena”.
El desempleo entre los hispanos creció del 4.8% en febrero a un pico de 18.5% en abril. En octubre, el dato más reciente, fue de 8.5%, de acuerdo con estadísticas del Migration Policy Institute (MPI), un centro de investigaciones de Washington.
El impacto de la pandemia se sintió en cada casa
El 16% de los hogares hispanos “a veces” o “con frecuencia” no tuvieron suficientes alimentos en septiembre, según un estudio del MPI basado en datos del censo. La cifra es más que el doble que el 7% de los hogares blancos no hispanos que pasaron por la misma situación. Es el caso de la guatemalteca Doris Vásquez, único sustento de sus tres hijos. Para no pasar hambre hace una larga fila a las cinco de la madrugada y recibe una caja de comida gratuita que entrega una organización comunitaria en Homestead, al sur de Miami.
La mujer, de 37 años y que está en proceso de asilo, perdió su trabajo porque el vivero en el que arreglaba plantas desde hacía cuatro años cerró debido a la pandemia. Se quedó en casa cuidando de sus hijos porque se suspendieron las clases presenciales y luego se enfermó de Covid-19. Pasaron cerca de seis meses hasta que encontró trabajo en otro vivero, que también cerró. Ahora cocina arroz con leche y tamales y los vende en la calle los fines de semana, pero el dinero no es suficiente.
En Miami, el restaurante en el que Claudia trabajó durante cuatro años como ayudante de cocina cerró al inicio de la pandemia y la nicaragüense se quedó sin los 500 dólares semanales con los que mantenía a sus cuatro hijos. Tuvo que recurrir a sus ahorros para pagar renta, comida, luz y agua, pero también se le agotaron. Después de nueve meses sin trabajo finalmente encontró uno dos veces por semana en la cocina de otro restaurante.