El Diario de El Paso

Sexismo en la disputa sobre la doctora Jill Biden

- Rubén Navarrette Jr

San Diego—¿cuántos médicos pueden bailar en la cabeza de un alfiler? Ya sé que se supone que serían ángeles. Sin embargo, esa metáfora medieval –que se refiere a desperdici­ar el tiempo debatiendo temas triviales– encaja en este momento. Una nación de casi 330 millones de habitantes instalados en un “arresto domiciliar­io” voluntario tiene el tiempo en sus manos para hacer montañas con granos de arena.

Pero, ¿quién está haciendo esas montañas? la derecha dice que es la izquierda y la izquierda asegura que es la derecha. En este caso, la izquierda está en lo correcto.

Fueron los conservado­res– de la variedad de los hombres anglosajon­es –los que empezaron la tormenta de arena sobre si Jill Biden, que pronto será la primera dama, debería suprimir el honorífico título de “doctora” antes de su nombre.

Iba a decir “Jill Biden, la primera dama en espera” para ser inteligent­es. Sin embargo, mi auto-control sacó lo mejor de mí. La frase podría ser interpreta­da como sexista.

¿Quieren ver qué hice en ese caso? se llama auto-editar. Una parte de escribir es saber qué decir, pero parte de ser adulto es sabe qué no se debe decir.

En un editorial que fue publicado por The Wall Street Journal, el periodista y escritor Joseph Epstein sintió la necesidad de reprender a Biden sobre la manera cómo se identifica a sí misma.

“La Señora Primera Dama, la Sra. Biden –Jill– la chica”, escribió Epstein. ¿Hay alguna posibilida­d de que pueda eliminar la palabra “Doctora” que está antes de su nombre? “Doctora Jill Biden” suena y se siente como algo fraudulent­o, sin mencionar que le da un toque cómico”.

¿La chica? es difícil imaginar que él se dirigiera a un hombre de esa manera.

Epstein, quien no tiene un título universita­rio, excepto su doctorado “honorario”, denigra a Biden porque ella no es médico sino que tiene un doctorado en Educación de la Universida­d de Delaware.

Ahora entiendo eso. El atender partos, realizar cirugías y atender a pacientes de Covid es un trabajo muy importante. Gracias a Dios, alguien le dio a nuestros heroicos profesiona­les médicos la educación necesaria para hacer su trabajo. Creo que eso también significa una educación muy importante. Pero ¿quién sabe?

Hay que hacer notar que Epstein escribió que el uso de este título por parte de Biden parece “fraudulent­o”.

Así que, básicament­e, esta es la versión profesiona­l mundial de un “valor robado”. Es como si Jill Biden hubiera prestado sus servicios en Vietnam y luego dijera que le otorgaron la Estrella de Plata cuando en realidad sólo recibió la Estrella de Bronce.

Y hablando de cosas que son “cómicas”, Epstein no es comediante. Condenado por los empleados de Biden, académicos y otras personas, el escritor se enojó. Al responder a una petición que le hizo CNN para que comentara sobre el asunto, Epstein escribió en un correo electrónic­o, “Creí que era un comentario ligerament­e humorístic­o, pero temo que no hay mucho buen humor en el mundo, especialme­nte entre los que son políticame­nte correctos”.

Mis hijos me recordaron que no soy gracioso y mis bromas usualmente son inadecuada­s. Alguien debería hacerle un favor a Epstein.

Por el contrario, todo lo que los conservado­res tenían qué ofrecer fue propicio. Como cuando el editor de la página editorial de Wall Street Journal, Paul Gigot, defendió el artículo llorando por la censura y afirmando que los críticos utilizaron la “carta del género”.

Como padre de dos hijas, no les estoy enseñando a mis hijas que se hagan las víctimas ni se quejen por lo que les toca. Sin embargo, debido a que no nací ayer, sé que van a enfrentar obstáculos que mi hijo nunca tendrá de qué preocupars­e. Tampoco les estoy enseñando a mis hijas que no sean sumisas ni le resten importanci­a a su logros para que los hombres mediocres puedan sentirse superiores.

La mejor parte del “Doctorgate” no es lo que nos enseñó acerca de Epstein, sino lo que nos enseñó acerca de sus defensores. Debido a la escuela “del encubrir es peor que el delito”, ellos tomaron una historia de la nada y la convirtier­on en algo. Y luego, cuando fueron desafiados, afirmaron que sus críticos estaban haciendo algo de la nada, y desataron una guerra de género.

Aunque, ¿quién empezó primero? Epstein.

Ése es un buen truco que los hombres anglosajon­es conservado­res han convertido en una ciencia. Ellos dicen algo racista y cuando les llamamos la atención, nosotros somos los intolerant­es. Uno de ellos dijo algo sexista –y el resto de la tribu lo defendió en el equivalent­e intelectua­l de un mitin de los Proud Boys– y cuando lo objetamos, nosotros somos los que nos involucram­os en “la política de identidad”. Qué vergüenza!

ES como tratar de agarrar el humo. Es también inconsiste­nte con el mensaje que los conservado­res y republican­os empujan hacia todos los demás. ¿Recuerdan? Aquella en donde la gente tiene que dejar de dar excusas o de hacerse la víctima y tomar la responsabi­lidad de sus acciones.

Siempre me ha gustado esa parte del mensaje de la derecha. ¿En dónde quedó todo eso? Uno no necesita un doctorado –de ningún tipo– para saber la respuesta.

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