El Diario de El Paso

¿CÓMO ES SER EL ÚNICO DE TU FAMILIA EN RECIBIR LA VACUNA?

Los trabajador­es sanitarios deben experiment­ar otra nueva normalidad: hogares en los que no todos los miembros están inmunizado­s

- Katherine J. Wu / The New York Times

Nueva York— La mañana del 16 de diciembre, la amenaza de una tormenta de nieve en Virginia cerró la escuela de Alain Bell, un niño de 7 años. En vez de ir a clases, pasó la mañana garabatean­do una cara con el ceño fruncido en el hombro del brazo recién vacunado de su padre con un marcador negro.

“Fue su idea”, dijo Alain por Zoom, señalando a su padre, Taison Bell, de 37 años, un médico de cuidados intensivos en el Centro de Salud de la Universida­d de Virginia en Charlottes­ville. “Me alegra que no se vaya a enfermar”, agregó.

Taison Bell más bien tenía una sonrisa de oreja a oreja. Poco después de las 2:00 p. m. del 15 de diciembre, se convirtió en la segunda persona de su hospital que recibió una dosis de la nueva vacuna contra la Covid-19 de Pfizer. “Me siento bien”, dijo. “Pero si entrevista­ran a mi brazo derecho tal vez lo que sucedió no le cause tanta emoción”.

El brazo se le hinchó un poco y le dolía, nada fuera de lo normal para una vacuna. Era una señal de que la inyección estaba haciendo su trabajo: instruir a las células de Bell para que produjeran una proteína denominada “S”, o de espiga, que enseñará a su sistema inmunitari­o a reconocer y combatir el nuevo coronaviru­s, en caso de que lo detecte. Su segunda dosis, programada para principios de enero, afianzará el proceso.

La inyección introdujo un cambio microscópi­co que tendrá un impacto enorme en el riesgo de contraer Covid-19. Sin embargo, muy poco en la vida de Bell cambiará hasta que más miembros de su comunidad se unan al grupo de vacunados, según comentó.

Bell sigue siendo una relativa rareza entre la gente con la que se relaciona, tanto dentro como fuera del trabajo. Es poco probable que su esposa, Kristen, o sus hijos, Alain y Ruby, reciban la vacuna antes de la primavera o el verano. Ellos, como muchos otros, pronto vivirán en un hogar dividido por el pinchazo de una aguja: una persona ya fue vacunada, pero tres no lo están. Representa­n un estado liminal que persistirá durante meses en todo Estados Unidos, mientras las primeras personas que reciben la inyección sortean una nueva convivenci­a con los vulnerable­s en casa.

Aunque se ha demostrado que las nuevas vacunas son muy eficaces para evitar que las personas desarrolle­n casos sintomátic­os de la Covid-19, existen pocos datos sobre la eficacia con que pueden detener la propagació­n del virus, lo que plantea la posibilida­d de que las personas vacunadas, a pesar de estar mucho más seguras de manera personal, puedan seguir representa­ndo una amenaza para sus seres queridos.

Por ese motivo, Kristen Bell dijo: “Seguiremos tomando las mismas precaucion­es. Nuestra vida cotidiana no cambiará en los próximos meses, mientras las vacunas continúen aplicándos­e”.

Eso no siempre es una decisión fácil. Laura Lombardo, de 40 años, terapeuta respirator­ia en el Hospital Universita­rio de Salud de la Universida­d de Wisconsin, en Madison, recibió su primera dosis la tarde del 21 de diciembre. No le preocupó qué efectos le daría la inyección, que, según dijo, le había causado dolor en el brazo y dolor de cabeza: efectos secundario­s leves.

Sin embargo, Lombardo, quien está tratando de embarazars­e de nuevo, dijo que se sentía incómoda por la falta de datos sobre los efectos de la vacuna en las mujeres embarazada­s o en periodo de lactancia. Decidió hacer una pausa en sus tratamient­os de fertilidad hace un par de meses y lo más probable es que no los reanude hasta que pase algún tiempo después de recibir su segunda dosis.

No obstante, tras meses de observar a sus pacientes, la mayoría de los cuales son niños, luchar contra el virus, Lombardo está segura de que la vacuna vale la pena. Dice que es “una luz al final del túnel”.

Es probable que pasen muchos meses antes de que el resto de la familia de Lombardo reciba sus propias inyeccione­s, y su hija de 6 años, Kaleena, está impaciente por el cambio. Dice que se siente “bien” por la vacunación de su madre. Pero la escolariza­ción virtual y los meses de distanciam­iento social la han afectado; ahora, mientras la nieve tapiza su vecindario, extraña poder jugar con sus amigos. Para ellos, como para muchos otros, la vacunación no será una solución que llegará con la velocidad del rayo, sino que será un esfuerzo lento que se prolongará hasta la primavera, al menos.

Incluso las familias que tienen varios trabajador­es sanitarios en la primera línea de vacunación no están listas para mezclarse. Jeanel y Mike Little, enfermeros practicant­es del Centro de Salud de la Universida­d de Virginia, estarán completame­nte vacunados para fines de enero. Pero la perspectiv­a de Ruby, su hija de 7 meses, es mucho más incierta. En gran medida, los niños han estado ausentes de los ensayos de vacunas y el virus parece afectar a los más pequeños de maneras inusuales y poco estudiadas.

“Ella ha sido la mayor variable para nosotros”, dijo Mike Little. Él y Jeanel continuará­n vigilando su propia higiene, porque saben que aún podrían transmitir el virus, dijo. Ruby comenzó la guardería en diciembre y aún no ha establecid­o un contacto regular en persona con ninguno de sus abuelos. Pero, por el bien de todos, eso seguirá siendo así por el momento.

“En realidad, nuestras familias no han conocido a nuestro bebé”, dijo Little. “No disminuire­mos las restriccio­nes en el futuro cercano; todavía tenemos que aislarla tanto como sea posible”.

Los expertos en salud pública estiman que será necesario que la mayoría de los estadounid­enses, quizás entre el 70 y el 80 por ciento, tengan algún grado de inmunidad al virus para que su propagació­n sea más lenta. Llegar a ese umbral llevará tiempo, esfuerzo y paciencia mientras los científico­s enfrentan obstáculos, que van desde las cadenas de suministro afectadas hasta la desconfian­za muy arraigada en las vacunas que prevalece en algunas poblacione­s.

Sin embargo, incluso a medida que las vacunas se abran paso para llegar a más y más brazos, los científico­s continuará­n estudiando sus efectos en la población en general para buscar señales de efectos secundario­s inesperado­s o poco frecuentes y vigilar si la vacuna puede frenar la capacidad del coronaviru­s para transmitir­se de una persona a otra.

Bell, del Centro de Salud de la Universida­d de Virginia, se toma con cautela las incógnitas. Tal vez la mayor sea la transmisió­n y si la vacuna ayudará a contenerla. El médico intensivis­ta comentó que se imaginaba que la vacuna tendría al menos algún impacto en la propagació­n.

Una vez que haya recibido las dos dosis, Bell podría considerar ir de vez en cuando al gimnasio con cubrebocas, un lujo que abandonó hace meses después de encontrar su lugar habitual lleno de gente que había hecho a un lado sus coberturas faciales.

Este cambio persistirá durante meses en todo Estados Unidos

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el médico taison Bell que fue vacunado el 15 de diciembre es acompañado acompañado por su familia

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