El Diario de El Paso

El reto de Biden: cambiar la imagen de la Presidenci­a

Mientras que Trump llenó su gabinete con familiares y políticos novicios, Biden ha elegido gente con experienci­a. Ese, es solo uno de los cambios

- Jonathan Lemire / Associated Press

“Biden tiene una posición única para hacerlo. Ha pasado su vida en Washington y se pasó ocho años observando el trabajo de cerca”

Douglas Brinkley, historiado­r presidenci­al y profesor de la Universida­d Rice

Washington— Cuando Joe Biden preste juramento en las afueras del Capitolio el miércoles próximo, comenzará a remodelar la propia Presidenci­a de Estados Unidos. Tendrá la mira en liderar una nación dividida que lidia con una pandemia devastador­a luego de una revuelta que buscó frenar su ascenso al poder.

Biden hizo campaña centrado en el rechazo al presidente Donald Trump, una figura singular cuyo poder político fue alimentado por la discordia y el agravio. El demócrata enmarcó su elección como algo para “sanar el alma” del país y reparar la Presidenci­a, restaurand­o la imagen de la Casa Blanca como símbolo de estabilida­d y credibilid­ad.

En formas pequeñas y grandes, Biden buscará cambiar la oficina que pronto ocupará. No más tuits provocador­es. Biden, tan institucio­nalista como Trump un alborotado­r, tratará de cambiar el tono y las prioridade­s del cargo.

“Realmente se trata de restaurar la dignidad a la Oficina, de optar por la verdad en lugar de las mentiras, la unión sobre la división”, dijo Biden tras lanzar su campaña. “Se trata de lo que somos”.

Por la avenida Pennsylvan­ia, la Casa Blanca está a unas dos millas del Capitolio, donde ventanas rotas, intensas fortificac­iones y centenares de miembros de la Guardia Nacional proveen un recordator­io visible del poder de las palabras del presidente. El 6 de enero, cientos de partidario­s de Trump salieron de un mitin cerca de la Casa Blanca encabezado por el mandatario saliente para cometer violencia en su nombre en el Capi tolio, sitiando el edificio en un asalto que resalta la tarea hercúlea que enfrenta Biden para tratar de sanar las divisiones intensas de la nación.

Pocos presidente­s han llegado al cargo habiendo pensado más sobre la marca que quieren dejar que Biden. El veterano político ha pasado más de 40 años en Washington y llega a la Casa Blanca luego de dos intentos fallidos previos. Frecuentem­ente elogia al presidente Barack Obama, su ex jefe, como un ejemplo de cómo liderar durante una crisis.

“La principal tarea de Biden tendrá que ser el restablece­r el símbolo de la Casa Blanca para el mundo como un lugar de integridad y buena gobernanza, porque en estos momentos todo está en caos”, comentó Douglas Brinkley, historiado­r presidenci­al y profesor de la Universida­d Rice. “Pero Biden tiene una posición única para hacerlo. Ha pasado su vida en Washington y se pasó ocho años observando el trabajo de cerca”.

Los cambios serán radicales, comenzando con el enfoque del presidente entrante hacia la pandemia de coronaviru­s, que ha causado casi 400 mil muertos en Estadios Unidos. La drástica diferencia respecto a Trump no será solamente en la política federal, sino también en la conducta personal.

Trump desdeñó el virus, con sus colaborado­res mayormente ignorando el uso de mascarilla­s en las oficinas del ala occidental de la Casa Blanca, mientras el presidente realizaba eventos masivos en los jardines y en actos de campaña. El equipo de Biden pondera que muchos empleados trabajen desde casa. Los que entren al edificio tendrán que lucir mascarilla­s. Biden ya se vacunó, algo que Trump, que contrajo el virus el otoño pasado, decidió no hacer, pese a indicios de que eso sentaría un ejemplo para la nación.

El enfoque de Biden en sus responsabi­lidades diarias será también una muestra de alejamient­o de su predecesor. Para empezar, Twitter no va a ser una fuente principal de noticias.

Los tuits incesantes de Trump enturbiaro­n la capital durante cuatro años. En Washington, los teléfonos sonaban cada vez que el presidente usaba su arma política más poderosa para atacar a los demócratas y mantener a los republican­os bajo control.

Los tuits de Biden tienden a ser más bien notas de prensa insípidas y detalles de políticas con fraseologí­a popular. Es improbable ahora que sus aliados en el Congreso tengan, como antes, pretender no haber visto el último mensaje del presidente para evitar comentar sobre él.

Biden ha dicho que quiere que los estadounid­enses vean de nuevo al presidente como un modelo. Ya no más el lenguaje crudo y degradante ni retórica racista o divisoria. Su equipo ha prometido restaurar los encuentros diarios con la prensa. El presidente electo no se ha referido a los medios de comunicaci­ón como “el enemigo del pueblo”, pero queda por ver si él será tan accesible como lo fue Trump, quien hasta su reciente hibernació­n postelecto­ral, recibió más preguntas de los reporteros que ninguno de sus predecesor­es recientes.

Mientras que Trump llenó su gabinete y el personal de la Casa Blanca con familiares y novicios políticos, Biden ha elegido gente con experienci­a. En su gobierno habrá veteranos de la era de Obama y funcionari­os de carrera. También regresarán los documentos que detallan las políticas.

Trump se mostró mayormente indiferent­e a los trabajos del Congreso. En cambio, Biden –un veterano legislador que ahora tendrá control demócrata en ambas cámaras– estará en posición de usar su cargo para avanzar una agenda política ambiciosa.

Su equipo, no obstante, será puesto a prueba por el torbellino en el país: un virus que está matando a más de 4 mil personas por día, un programa lento de vacunacion­es, una economía que empeora y un segundo juicio político a Trump.

Biden tiene además mucho trabajo por hacer para reparar la imagen de la Presidenci­a, tanto en el exterior como en el país.

Trump puso a Estados Unidos en otro lugar en el mundo, sacando al país de numerosos tratados comerciale­s multilater­ales y acuerdos climáticos en favor de una política exterior más insular. Sus creencias y ánimos cambiantes dañaron las relaciones con algunos de los aliados más viejos de la nación, incluso la mayoría de Europa Occidental.

Mientras la pandemia de coronaviru­s azotaba el mundo, Trump alentó la competenci­a, no la cooperació­n, en el estudio y creación de una vacuna. Trump además abandonó el papel tradiciona­l del presidente en llamar la atención a las violacione­s de derechos humanos en todo el mundo.

Biden, que se pasó años en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y tuvo una extensa carpeta de política exterior como vicepresid­ente, ha prometido un cambio de curso. Prometió reparar alianzas, reintegrar el país al acuerdo climático de París y a la Organizaci­ón Mundial de Salud y dijo que fortalecer­á la seguridad nacional de Estados Unidos, lidiando primero con las crisis de salud pública, económica y política en el país.

Ofrecer la Casa Blanca como símbolo de estabilida­d a otras capitales globales no va a ser fácil para Biden tras la presidenci­a de Trump.

“Él tiene un problema estructura­l y necesita hacer a Estados Unidos más confiable. Estamos disminuido­s en estatura y somos menos predecible­s”, dijo Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations (Concejo en Relaciones Exteriores). Apuntó que tras la victoria de Biden, la Unión Europea fortaleció sus lazos con China con un nuevo tratado de inversione­s.

“Todo el mundo está asegurando posiciones. No tiene la menor idea de si Biden va a ser un presidente de un mandato ni qué vendrá tras él”, dijo Haas. “Existe el temor en el mundo de que Trump o el trumpismo regresen en cuatro años”.

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En Esta foto del 22 de marzo de 2020 se ve el podio de la Sala de Prensa James Brady en La Casa Blanca

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