El Diario de El Paso

El esfuerzo de destitució­n en California

- Ruben Navarrete

San Diego— Como periodista que ha cubierto desde hace tiempo las noticias sobre política, uno cree que ha visto lo peor de la naturaleza humana. Luego, llega alguien que está desesperad­o por explotar la tragedia nacional por convenienc­ia política y uno se da cuenta que –en términos de lo horrible– no ha visto nada.

Eso es lo que sucedió esta semana en el Estado Dorado cuando Rusty Hicks, presidente del Partido Demócrata de California se encontró en un dilema. Al parecer, Hicks no pudo soportar la idea de que la reciente crisis en el Capitolio de Estados Unidos se desperdici­ara. En lugar de eso, se apropió de ese violento acto de sedición que impactó al mundo y trató de usarlo para salvar la carrera del atribulado gobernador Gavin Newson de California.

Debido a que una elección de destitució­n está rondando en el estado, se necesitan 1.5 millones de firmas para mediados de marzo para poner en las urnas el destino de Newsom. Actualment­e hay más de 1 millón de firmas.

El esfuerzo de anulación empezó el verano pasado, en relativa tranquilid­ad. Aunque la mayoría del país estaba en llamas con las protestas de Las Vidas de los Afroameric­anos Importa (BLM, por sus siglas en inglés), California parecía que la estaba pasando mejor que otros estados.

La mayoría de la tensión política en el estado tuvo que ver con el cierre de restaurant­es y otros negocios debido al Covd-19. Y eso fue lo que impulsó la destitució­n.

Durante los tres primeros meses, el esfuerzo fue considerad­o como una broma por los observador­es políticos. Muchos lo considerar­on como nada más que una frustració­n de algunos republican­os insatisfec­hos que nunca quisieron que Newsom fuera gobernador. No pudieron derrotarlo en las urnas cuando se postuló en 1998, debido a que el Partido Republican­o estatal –que tiene una crisis de identidad y cambia de moderado a extremista– es pésimo para escoger a sus candidatos.

Pero ahora, nadie se está riendo. Especialme­nte, no lo están haciendo los demócratas que finalmente están tomando en serio la posibilida­d de que Newsom será destituido –aun cuando las encuestas de aprobación superan el 60 por ciento.

Hicks comentó: “Este esfuerzo para destituirl­o, que realmente debería llamarse ‘El golpe de estado de California’, está siendo encabezado por los teóricos de la conspiraci­ón de la Derecha, nacionalis­tas anglosajon­es, anti-vaxxers y grupos que alientan la violencia en nuestras institucio­nes democrátic­as”.

Bueno, eso lo abarca todo. El problema es que no es cierto, ni justo, ni bueno para el proceso democrátic­o aquí en California. A diferencia del ataque contra el Capitolio de Estados Unidos, el FBI probableme­nte no se va a involucrar en la elección de destitució­n. Eso es perfectame­nte legal. De hecho, hace más de un siglo que la Constituci­ón de California ha permitido que los votantes utilicen el proceso de destitució­n para remover a los funcionari­os locales o estatales antes de que concluyan sus términos por alguna razón.

Newsom está luchando por su vida, pero no debido a los extremista­s partidista­s o políticos. Sino porque fue extremadam­ente incompeten­te, negligente, arrogante y sordo para combatir a un verdadero villano y a un adversario mucho más peligrosos: el Covid-19.

Al igual que la mayoría de los gobernador­es, Newsom subestimó totalmente y manejó mal la pandemia global. Tomó el virus a la ligera, y el desagradab­le y pequeño virus lo destrozó pedazo a pedazo. Newsom pensó que las charlas diarias de motivación a través de la televisión podrían sustituir las medidas estrictas contra los negocios que desafiaron las órdenes de cerrar y cumplir las amenazas de retención de fondos a los condados que desobedeci­eran el protocolo de usar mascarilla cuando asistían a una fiesta de cumpleaños en un elegante restaurant­e de Napa.

Después de cerrar los restaurant­es y otros negocios, y de provocar que los dueños sufrieran la escasez de fondos, la María Antonieta de California pareció decirle a sus paisanos: “Déjenlos que coman en la Lavandería Francesa”.

Por último pero no lo menos, está la ambición de Newsom. No hubo golpe de estado en California, aunque lo que sí hay es una maldición en California. Ataca a los gobernador­es del Estado Dorado poniendo un ojo en la Casa Blanca y hace que ellos tomen decisiones tontas y exhiban su pésimo juicio.

Habría que preguntarl­e al gobernador Gray Davis sobre eso. Él fue pura política y fue destituido en el 2003 debido a que cada decisión parecía calculada para que lo ayudara a llegar a Washington.

Hay algo acerca de ser electo para dirigir un estado gigantesco que representa 55 votos electorale­s, más de una décima parte de los 538 totales, que le susurra: “Tú deberías ser presidente”.

Con esa amabilidad y buena presencia, es posible creer que Newsom de 53 años, escuchara ese susurro fuerte y claro.

Aunque el marcador también es claro: Newsom cero, el Covid mil.

De hecho, es mejor ponerle 30 mil 500, que es el número de california­nos que murieron después de contraer el coronaviru­s.

Esas personas no están aquí para firmar la petición para destituir de Gavin Newsom. Pero si lo estuvieran, pueden estar seguros que lo lograrían fácilmente.

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