El Diario de El Paso

El mundo merece respuestas de China

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Nueva York— Obstaculiz­ar el trabajo del equipo de investigad­ores de la Organizaci­ón Mundial de la Salud pone más vida en riesgo.

Los estragos atroces de la pandemia del coronaviru­s son evidentes en todos los rincones del mundo. Por lo mismo, también debería ser evidente que se necesita hacer todo lo posible para averiguar el momento y el lugar en el que el virus dio su fatídico salto de animal a humano. Con esa intención, un equipo de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) viajó hace unas semanas a Wuhan, China, donde se identificó por primera vez el coronaviru­s.

Por desgracia, el Partido Comunista de China ha demostrado de manera constante que está mucho más preocupado por mantener un cierto halo de infalibili­dad que por ayudar a encontrar el origen de la crisis. Al hacerlo, está obstruyend­o los esfuerzos para prevenir otras pandemias y pone en peligro a toda la humanidad.

El simple hecho de entrar a China le ha tomado más de un año al equipo internacio­nal de científico­s de la OMS, lo que ha reducido considerab­lemente las probabilid­ades de encontrar pistas sobre los orígenes del virus. Incluso después de otorgado el permiso para que el equipo arribara en los primeros días del nuevo año, China postergó el asunto, lo que provocó que el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, expresara públicamen­te su decepción, una acción que, en el léxico tan políticame­nte cargado de la organizaci­ón, significa una reprimenda enérgica.

Cuando el equipo llegó a Wuhan el 14 de enero, China puso de inmediato más obstáculos en su camino. Dos científico­s tuvieron que quedarse en Singapur después de que dieron positivo por anticuerpo­s contra el coronaviru­s, y a los 13 restantes se les ordenó ponerse en cuarentena durante dos semanas en Wuhan, aunque los 15 dieron negativo antes de salir rumbo al país.

Es probable que la situación no sea mucho más sencilla cuando comiencen a trabajar. Aunque el Gobierno chino dijo públicamen­te que ha cooperado con el grupo de científico­s de la OMS desde el principio “con una actitud abierta, transparen­te y responsabl­e”, en realidad no lo ha hecho. En cambio, ha lanzado pesquisas dudosas que sugieren que la fuente del virus no es China, o que podría haber tenido más de un lugar de origen. Los funcionari­os chinos han sugerido en varias ocasiones que la OMS debería también ir a España y a otros países.

El Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos no ayudó. Cuando era presidente, Trump colaboró con la politizaci­ón de la pandemia al referirse a menudo al coronaviru­s como el “virus chino” e insinuar que el virus podría haber surgido de un laboratori­o de China.

Trump también retiró a Estados Unidos de la OMS después de acusar a la organizaci­ón de no ser suficiente­mente crítica con China. En realidad, la OMS está restringid­a por sus políticas a criticar de manera pública a cualquiera de sus Estados miembro. Mientras tanto, la decisión de la gestión de Trump de salir de una organizaci­ón global fundamenta­l para la lucha contra una pandemia fue señalada de manera general como el colmo de la locura. El presidente Joe Biden reincorpor­ó al país desde su primer día en el mandato.

Es China, sin embargo, el país que tiene la responsabi­lidad principal de rastrear los orígenes del patógeno mortal identifica­do por primera vez en su territorio. Pero en un primer momento, China buscó contener los informes de una nueva enfermedad. Después, las autoridade­s impusieron un control severo sobre cualquier informació­n relacionad­a con el virus, mientras emitían declaracio­nes sin evidencia y promociona­ban su manejo del brote.

Una investigac­ión de The Associated Press reveló que a medida que la pandemia se extendía, el presidente Xi Jinping dio órdenes directas de que cualquier informació­n debía ser aprobada por un grupo de trabajo del Gobierno, y que cualquier persona que publicara sin permiso datos “que causen un impacto social adverso grave, será responsabi­lizada”. Como consecuenc­ia, se ha hecho pública poca informació­n y es poco probable que el equipo de la OMS tenga acceso directo a los datos e investigac­iones esenciales para su búsqueda.

Sin cooperació­n y transparen­cia por parte de China, hay poco que la OMS pueda aprender. El mercado de Huanan en Wuhan —que vendía carne de caza y animales vivos—, el origen común de muchas de las primeras infeccione­s, ha sido cerrado y desinfecta­do. Las muestras y la informació­n reunida en ese lugar están guardadas en el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedad­es de China y ningún investigad­or se atreverá a hablar con el equipo internacio­nal sin el permiso explícito —ni un relato cuidadosam­ente autorizado— del Gobierno.

Si ese primer germen vino de un murciélago, un pangolín, una algalia o se originó en un país vecino es probable que siga siendo un misterio, y la búsqueda de maneras de detener su transmisió­n seguirá siendo un obstáculo.

La OMS, que está en deuda con sus 194 Estados miembro, tiene poca influencia sobre China. Pero el resto del mundo debería alzar la voz y exigir que Pekín comparta todo lo que sabe con los expertos de la OMS y el mundo. Se le debe dejar claro al presidente Xi que tratar a una enfermedad que ha infectado a 94 millones de personas y matado a más dos millones como un asunto de propaganda es peligroso e indigno de un país con pretension­es de influencia y poder global.

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