El Diario de El Paso

Cómo Trump se comió el populismo

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Nueva York— Ha sido fácil olvidar, después de que su grandilocu­encia en el Senado ayudó a convocar un motín de Qanon-ish, que las semanas previas a la pesadilla del 6 de enero en realidad fueron bastante bien para Josh Hawley.

A mediados de diciembre, en una táctica política que se suponía que lo convertirí­a en un campeón del populismo conservado­r después de Donald Trump, Hawley, un republican­o de Missouri, se unió a Bernie Sanders para defender la adición de nuevos cheques de ayuda a un proyecto de ley de gastos de Covid.

La idea obtuvo el apoyo tardío de la Casa Blanca, fue aprobada por la Cámara como un beneficio de 2 mil dólares y cobró suficiente fuerza como para que los candidatos republican­os en las elecciones del Senado de Georgia se sintieran obligados a brindar su apoyo también.

Cuando ambos republican­os sufrieron una estrecha derrota el 5 de enero, Hawley estaba en condicione­s de argumentar que si Mitch Mcconnell y el Senado controlado por los republican­os habían movido su idea del cheque en lugar de resistirse, el G.O.P. la mayoría en la cámara podría haberse salvado.

En cambio, las otras actividade­s de Hawley a principios de enero, su desafío de complacer a Trump para la certificac­ión del Colegio Electoral, se convirtier­on en una historia que podría definir su carrera. En lugar de ser el señor populista o el tipo de los 2 mil dólares, se le tilda de señor insurrecci­ón o, en la derecha protrump, como un mártir de la cancelació­n liberal.

Este cambio de marca probableme­nte no perjudicar­á las ventas de libros de Hawley ni lo arruinará en su próxima campaña en el Senado. Pero es un claro ejemplo de cómo es probable que cualquier intento de construir un populismo conservado­r después de Trump sea absorbido por el vórtice de la locura en torno al expresiden­te, quien ha tomado la variedad de impulsos populistas de la derecha y los ha convertido en sí mismo.

Para los conservado­res interesado­s en el populismo económico, es decir, básicament­e, una economía más favorable a los Estados Unidos medios, un programa de apoyo sostenido para los trabajador­es y las familias en lugar de solo recortes de impuestos de nivel superior, el predominio de Trump siempre ha sido una extraña mezcla de reivindica­ción y calamidad. .

Primero, la lista de reivindica­ciones. Trump demostró en su campaña primaria de 2016 que los votantes republican­os no estaban particular­mente casados con las ortodoxias económicas de derecha. Le dio la vuelta a los obreros del Medio Oeste en las elecciones generales en parte al repudiar la economía de la austeridad del partido de la era Paul Ryan. Su apoyo a un dinero más flojo rompió con la agresivida­d monetaria del partido de la era Obama y ayudó a generar el desempleo más bajo en décadas. E incluso en la derrota, su coalición de 2020 sorprenden­temente fuerte sugirió la posibilida­d de un futuro panétnico y de clase trabajador­a para el Partido Republican­o.

Pero incluso cuando reivindicó a los populistas, Trump no estaba siguiendo realmente su guion; estaba definiendo, a su manera egoísta y demagógica, lo que significab­a un populismo conservado­r. A veces, eso implicaba acoso racial, intimidaci­ón y mentiras; a veces implicaba incompeten­cia y corrupción vestidas con el lenguaje del resentimie­nto; a menudo significab­a políticas republican­as de estándar pantanoso o ninguna política en absoluto; Siempre significó jugar a su base en lugar de intentar construir una mayoría populista potencial.

Cuando llegó el coronaviru­s, Trump tuvo una gran oportunida­d para poner en práctica los impulsos nacionalis­tas y populistas: el primero para tratar de mantener a raya al virus, el segundo para hacer frente a las consecuenc­ias económicas. En su lugar, practicó la negación, se apoyó en asesores de piratería y teorías libertaria­s populares y presidió la muerte innecesari­a y la derrota política.

A lo largo de esta experienci­a, tanto los tipos de ideas populistas como los políticos como Hawley planearon un futuro en el que la reivindica­ción del populismo podría extenderse y desarrolla­rse, y su conexión con los vicios y fracasos de Trump gradualmen­te se cortó.

Pero esa separación se volvió cada vez menos probable cuanto más Trump se convirtió en el centro de todos los impulsos culturales del populismo de derecha, lo que hizo con gran éxito. Si te sentías despreciad­o por la meritocrac­ia o los medios de comunicaci­ón, si te sentías ignorado o marginado por los centros de poder en las costas, o si temías el estado de ánimo revolucion­ario aparente en la izquierda en 2020, entonces ponerse del lado de él contra sus enemigos no se convirtió en uno solo. Significa expresar esos sentimient­os, pero la primera y única forma.

Ahora bien, este tipo de lealtad populista a Trump requiere aceptar la creencia de que le acaban de robar unas elecciones aplastante­s. Y mientras esa idea defina lo correcto, el espacio para ser un populista que no solo está trabajando para restaurarl­o a él o a su familia en 2024 (con todas las perspectiv­as de debacles al estilo de Hawley que conlleva ese trabajo) parece en algún lugar entre estrecho e inexistent­e. .

En los próximos años, esto tendrá dos posibles implicacio­nes para los sinceros populistas económicos de la derecha. En primer lugar, verán cómo la administra­ción de Biden roba los problemas que alguna vez esperaban poseer, desde grandes exenciones fiscales para las familias hasta grandes gastos en infraestru­ctura nacional. En segundo lugar, verán a su partido nominar a autoprocla­mados populistas, en estados como Ohio, Pensilvani­a y Arkansas que deberían ser la base de un conservadu­rismo de la clase trabajador­a, que son simplement­e acólitos del culto a Trump, figuras como Jim Jordan y Sarah Huckabee. Sanders, digamos, con una agenda política condensada a poseer las biblioteca­s y silbar a los perros para los Qanoners.

Tal futuro parecería reivindica­r la visión de izquierda, expresada elocuentem­ente por Daniel Luban en un ensayo reciente de Dissent, de que la posibilida­d general del populismo económico de derecha nunca se materializ­a como una realidad política específica: “La experienci­a prolongada sugiere que solo debemos creer la derecha estadounid­ense puede moverse a la izquierda en la economía una vez que hayamos sido testigos de esto “.

Excepto que esto no es exactament­e lo que sugiere la experienci­a. De hecho, la derecha estadounid­ense generalmen­te se mueve un poco a la izquierda en economía cuando asume la presidenci­a: los hábitos de gasto de George W. Bush estaban a la izquierda de los del Congreso de la era de Newt Gingrich, al igual que las políticas de Trump de dinero suelto y el abandono de la reforma de las prestacion­es sociales. la izquierda del Partido Republican­o de la era Obama. (Incluso Ronald Reagan no era realmente un reaganista de Gobierno limitado del tipo que recuerda su propia secta).

Es más exacto enmendar el punto de Luban y decir que la derecha estadounid­ense generalmen­te no se mueve hacia la izquierda en economía de una manera reflexiva, coherente y sostenible, que el movimiento suele ser ad hoc, poco elaborado y alegrement­e sin principios, lo que hace que sea más probable que sea así. abandonado una vez que el partido está fuera del poder, tratado como escombros en lugar de una base.

Este es el problema que los pensadores políticos conservado­res y el político ocasional con visión de futuro han tratado de resolver: si el movimiento del partido hacia el centro es inevitable, ¿por qué no hacerlo sostenible, serio y eficaz para lograr objetivos conservado­res?

Y de alguna manera, la Trumpifica­ción del partido hace que este problema sea más urgente, porque su coalición política de baja escala, incluso más que el G.O.P. coalicione­s de hace 10 o 20 años, claramente necesita una agenda económica populista si alguna vez se va a construir hacia una mayoría nacional.

Pero en el futuro inmediato, es probable que no surja ningún populismo que no se trate principalm­ente de lealtad a Trump, y no se puede forjar una mayoría nacional sobre la base de esa lealtad, ni por el propio Trump, ni por Hawley o Ted Cruz o cualquier otro. otro cortesano demasiado inteligent­e flotando junto al trono de Mar-a-lago.

Por lo tanto, seguirá siendo un imperativo populista, pero hasta que el propio Trump retroceda, algún día, algún día, su cumplimien­to se alejará aún más de su alcance.

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Ross Douthat

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