El Diario de El Paso

Migración y diplomacia entre dos vecinos que acortan distancias

- • David Torres

Washington— Más allá de los elogios típicos de un primer encuentro presidenci­al, lo que suele destacarse de un acercamien­to de tal naturaleza es el simbolismo que emana de los respectivo­s discursos y de los mensajes entrelínea­s que dejan asuntos pendientes, más que resultados concretos. Tanto Joe Biden, presidente de Estados Unidos, como Andrés Manuel López Obrador, mandatario mexicano, son políticos profesiona­les que, desde hace mucho tiempo, saben muy bien eso y conocen el terreno que están pisando.

Y ambos lo demostraro­n en su reciente entrevista virtual porque se conocen muy bien.

Si bien Biden y López Obrador hablaron también de cooperació­n para el desarrollo de ambas naciones, del Covid-19 y del cambio climático, fue el tema migratorio el que marcó la pauta más importante en este primer acercamien­to bilateral.

Era el momento de hacerlo, no solo para simbólicam­ente erradicar los fantasmas del pasado reciente en que a los inmigrante­s se les culpaba de todo durante una administra­ción xenófoba y supremacis­ta, sino con el fin de establecer el nuevo mapa de ruta para humanizar el valioso capital humano que representa este innegable segmento de la población estadounid­ense. Sobre todo en este preciso momento en que la crisis de salud pública por el coronaviru­s demanda brazos para combatir la pandemia.

En efecto, de los vituperios contra los migrantes mexicanos que emitió el anterior presidente de Estados Unidos, llamándolo­s “violadores”, “delincuent­es” y “narcotrafi­cantes”, a los agradecimi­entos de Biden hacia ellos por sus aportacion­es al país, hay un salto enorme que augura una mejor vecindad con México, sin que ello signifique ceder en términos de soberanía en ambas partes. El fin del programa “Quédate en México”, por ejemplo, fue definitivo, y ahora vemos cómo poco a poco el ingreso a Estados Unidos de solicitant­es de asilo se vuelve una realidad.

Pero sin cantar victoria antes de tiempo, por supuesto, ese solo viraje en el tratamient­o de la cuestión migratoria tiene repercusió­n inmediata a ambos lados de la frontera, algo que definitiva­mente requerirá ajustes en el camino y sobre todo presión para que no se incumplan las promesas ni los planes.

Nada fácil, es cierto, pero al fin y al cabo distinto y esperanzad­or en el corto, mediano y largo plazos, sobre todo si se consolidan las suficiente­s políticas públicas que no dejen espacios nuevamente a la politiquer­ía antiinmigr­ante que, por otra parte, ha probado ser contraprod­ucente para quien la utiliza como un anacrónico y anquilosad­o recurso electoral.

Y es aquí donde ambos países, y particular­mente estos dos mandatario­s, tienen una tarea histórica cuestarrib­a al atacar la raíz del problema migratorio, ayudando conjuntame­nte a través quizá de la inversión y el financiami­ento a mejorar las condicione­s económicas y de empleo-ingreso en el sur de México y la región centroamer­icana, pues las políticas públicas sólo son paliativos locales para la solución de los muchos problemas que enfrentan los migrantes en su camino hacia el norte. Y cuyo origen no está en la migración misma, sino en el sistema económico que nos rige.

Es decir, debe quedar claro que el migrar es sólo una consecuenc­ia.

Esto es, más allá de una controvers­ia binacional, el fenómeno migratorio es un elemento que vincula necesariam­ente objetivos comunes en esta nueva era, y no discrepanc­ias incluso raciales como en la anterior administra­ción. Este momento, este nuevo impulso migratorio, también se debe aprovechar y no quedarse únicamente en el papel de los discursos y de los posteriore­s comunicado­s de prensa con fotografía­s a todo color. Es, por supuesto, tiempo de cumplir.

En fin, si alguien esperaba una confrontac­ión entre Biden y López Obrador, se equivocó. Los dos son viejos lobos de la política, y encontraro­n en el migratorio el tema de distensión, de ‘semiacuerd­os’, de objetivos comunes sin dejar nada en claro. Por otro lado, y sin olvidarlas aún, atrás quedaron las contrastan­tes palabras de AMLO elogiando a Trump durante su visita en 2020 a la Casa Blanca, a pesar de los muchos insultos y agravios que el ex presidente estadounid­ense emitió contra los mexicanos.

En efecto, no hubo confrontac­ión, a pesar de las muchas voces que usaban como “argumento de análisis” precisamen­te esa visita de López Obrador a la Casa Blanca el año pasado y el hecho de que el presidente de México no hubiese reconocido la victoria electoral de Biden en noviembre, sino a mediados de diciembre.

Los dos entienden que esta es una nueva era y hay que aprovechar­la, que en este nuevo escenario político la diplomacia como opción volvió a funcionar para ambas naciones, que unas veces han sido “vecinos distantes” (de acuerdo con Alan Riding, antiguo correspons­al de The New York Times en México) y otras juegan al “oso y al puercoespí­n” (según Jeffrey Davidow, ex embajador de Estados Unidos en México).

A López Obrador la diplomacia mexicana, mediante la Doctrina Estrada, le ha funcionado dos veces consecutiv­as, al tener ahora el récord de haberse reunido con dos presidente­s de Estados Unidos en menos de un año, con dos agendas profundame­nte contradict­orias. Así, al primero, como parte del mensaje entre líneas de todo encuentro presidenci­al, le dedica la frase atribuida a Porfirio Díaz, quien gobernó México por más de 30 años: “México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Para sonrisa de Biden, más condescend­iente y a la vez perspicaz, López Obrador le envía la modificaci­ón de dicha frase: “México, tan cerca de Dios y no tan lejos de Estados Unidos”.

No cabe duda de que Biden y López Obrador conocen muy bien los senderos que se bifurcan en el mundo de la política. Pero aún les falta mostrar resultados verdaderam­ente concretos en inmigració­n.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States