El Diario de El Paso

Sin vacuna contra el racismo

- • Jorge Ramos

Miami— Las pandemias pasan. El racismo no. Igual en México que en cualquier otra parte del mundo. En nuestro país se trata, sobre todo, de ataques e insultos racistas contra la población indígena y contra los grupos más pobres y desprotegi­dos. Es un arrogante, ofensivo y peligroso clasismo enraizado por siglos en un país con enormes distancias sociales en el hemisferio más desigual del mundo. Pocos ricos muy ricos y muchos pobres muy pobres. Y no somos los únicos que sufrimos el racismo.

En Estados Unidos el racismo apunta contra las minorías y contra todos aquellos que no son blancos. Desafortun­adamente estamos acostumbra­dos a escuchar ataques y actos racistas contra los afroameric­anos y los latinos en Estados Unidos. A muchos mexicanos nos han dicho: “Lárgate de aquí; regrésate a tu país”. Y hace décadas había algunos parques, tiendas y restaurant­es del suroeste de Estados Unidos que tenían avisos que decían: “Prohibida la entrada a perros y mexicanos”. Pero ahora hay gran preocupaci­ón por las personas de origen asiático. Esto es lo nuevo. Y cuando un Presidente como Donald Trump acusa injustamen­te a un grupo o a una nación por la actual epidemia de Covid19, las consecuenc­ias pueden ser discrimina­ción y violencia. O algo mucho más grave. Este es el caso de Vicha Ratanapakd­ee, un hombre de 84 años de edad de Tailandia, quien fue brutalment­e atacado mientras caminaba en un vecindario de San Francisco. Eran las ocho y media de la mañana de un jueves del pasado mes de enero cuando un joven de 19 años corrió contra la víctima y lo golpeó con el antebrazo en la cabeza, sin ninguna razón aparente. Ratanapakd­ee cayó y no le dio tiempo de poner las manos. Murió dos días después en el hospital.

Sus familiares le dijeron a una estación de televisión local que creen que se trata de un crimen de odio por el simple hecho de que Ratanapakd­ee era un hombre de origen asiático. No es el único. En otro ataque reciente, un hombre de 91 años fue golpeado duramente por la espalda por un individuo con un cubrebocas mientras caminaba por una calle de Chinatown en Oakland. El anciano cayó de cara contra el piso pero sobrevivió al golpe. Este ataque ocurrió a plena luz del día frente al Asian Resource Center, un lugar donde se reúnen miembros de la comunidad asiático-americana. Ambos ataques fueron filmados por cámaras de seguridad. Pero muchos más han ocurrido sin ningún registro.

Del 19 de marzo al 31 de diciembre del 2020 hubo 2 mil 808 reportes de primera mano sobre ataques contra la comunidad asiática en 47 estados y el distrito de Columbia, según Stop AAPI Hate. Las agresiones van desde robos y golpes hasta ser escupidos e insultados verbalment­e. Y esto es lo grave: en más del 90 por ciento de los casos reportados la razón del ataque es, simplement­e, por su raza.

¿Por qué está pasando esto? hay palabras que hieren

“Obviamente la retórica esparcida por el Gobierno anterior cuando comenzó la pandemia -usando términos como ‘el virus de China’ o ‘Kung Flu’- ha hecho que los asiático-americanos sean atacados por gente racista”, me dijo en una entrevista el actor Daniel Wu, de la serie Into the Badlands, y que ahora forma parte de la campaña para evitar más ataques.

A pesar de la reciente orden firmada por el presidente Joe Biden para combatir prejuicios contra los asiáticos, es difícil entender qué es lo que hace que un joven empuje violentame­nte al piso a un anciano en una calle desierta o le robe el bolso a una mujer en la tienda del barrio.

Este tipo de ataques racistas ocurre en medio de una verdadera revolución demográfic­a y cultural en Estados Unidos. En el 2044 la población blanca dejará de ser mayoría. Y lo que hemos visto -tanto en las calles de Chinatown y Charlottes­ville como el pasado 6 de enero en el Capitolio en Washington- es el resentimie­nto e incomprens­ión de un pequeño pero agresivo sector que se resiste a aceptar que su país está cambiando y que ahora es de muchos colores.

La pandemia, tarde o temprano, va a desaparece­r. Pero no hay vacuna para el racismo. Por eso la idea de una sociedad en que todos seamos iguales -que aparece en la Declaració­n de Independen­cia de Estados Unidos en 1776- sigue siendo una promesa incumplida.

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