Es el momento de que los maestros regresen a las aulas
San Diego— Es difícil creer que hace un año la Organización Mundial de Salud declaró el Covid-19 como una pandemia global. Aunque el coronavirus nos ha engañado respecto al tiempo. Los últimos 12 meses se han parecido más a una década.
El jueves, en su primer discurso en horario estelar, el presidente Joe Biden le rindió homenaje al pasado y allanó el camino hacia el futuro. “Todos perdimos algo –fue un sufrimiento colectivo, un sacrificio colectivo, un año lleno de pérdidas de vidas y todos perdimos nuestro estilo de vida”, le dijo Biden a la nación. Como resultado del Covid-19, el mundo registró más de 119 millones de casos y 2.6 millones de muertes.
Biden también reiteró su compromiso para reabrir la mayoría de las escuelas primarias y secundarias públicas en Estados Unidos durante los primeros 100 días de su mandato. Lo que en algún tiempo pareció como un objetivo idealista ahora está a nuestro alcance, dijo, gracias a la velocidad a la que los estadounidenses están siendo vacunados y los planes de su administración para vacunar a los maestros y al staff tan pronto como sea posible.
Biden describió la reapertura de las escuelas como la máxima prioridad del secretario de Educación Miguel Cardona, quien recientemente hizo su juramento para ocupar el puesto.
El lograr que los estudiantes — de todos los grados — regresen a clase es la máxima prioridad de un grupo de estadounidenses, llamado padres de familia.
La gran división en este país no es lo que uno piense, tampoco son los trabajadores contra los empresarios, los inmigrantes contra los nativos, los ricos contra los pobres, los anglosajones contra los que no lo son, ni los republicanos contra los demócratas.
Son los maestros contra los padres de familia. El modelo del éxito educativo descansa en tres fundamentos. El maestro, padres de familia y estudiantes tienen que trabajar juntos. Eso no puede suceder cuando dos de los tres elementos están enemistados.
Yo fui un maestro sustituto en una escuela pública durante cinco años cuando tenía unos 20 años para financiar mi hábito de escribir. Mi esposa ha sido maestra Montessori el doble de tiempo, y ella era mejor que yo en el salón de clases. Ahora que somos padres de dos adolescentes y un pre-adolescente. Hemos podido escuchar — desde el internet, tableros de mensajes y convivencia virtual — lo que otros padres piensan acerca de los maestros de sus hijos.
Las calificaciones no han sido buenas. Hay que recordar que la relación entre los maestros y padres de familia no era buena antes de que llegara el Covid-19. Aunque parece que ahora empeoraron las cosas.
Todos se adjudican el crédito cuando un estudiante es destacado, pero hacen señalamientos cuando se trata de un mal estudiante. Muchos padres de familia le dejan mucha carga sobre los hombros a los maestros y ellos no hacen lo que les corresponde para educar a sus hijos. Muchos maestros culpan a los padres y la vida familiar cuando los estudiantes se quedan rezagados.
La relación es especialmente tensa en California, que educa a la mayoría de los estudiantes de preparatoria del país. Los distritos individuales tienen la sartén por el mango en cuanto a la reapertura, la mayoría de los campus de las escuelas públicas han estado cerrados durante todo el año. A las escuelas primarias les permitieron reabrir, mientas los alumnos y maestros usen mascarillas y mantengan su distancia. Aunque la mayoría de los alumnos de las escuelas intermedias y secundarias siguen estudiando en casa en línea.
Muchos padres se sienten como si fueran rehenes. Imposibilitados para dedicarse completamente a ganarse la vida, se sienten molestos y frustrados. Por supuesto, nuestros adolescentes se han apoderado del espacio de los demás. Pero a diferencia de muchos padres, a mi esposa y a mí nos agradan nuestros hijos — y nos sentimos satisfechos del trabajo que hemos hecho para hacerlos crecer. No todas las casas son como la nuestra. Aun en el encierro uno cosecha lo que ha sembrado.
Sin embargo, el status quo está bien en los sindicatos de maestros más grandes del país. No son los villanos del drama de la pandemia. Los sindicatos insisten en que los maestros no regresarán a clases hasta que todos estén vacunados y todas las escuelas cuenten con el equipo de protección.
Los sindicatos tienen todo el poder en esas negociaciones. No habrá maestros ni clases. La verdad es que más allá de la pandemia, los sindicatos tienen mucho poder sobre todo el sistema educativo.
No es como la mano de obra organizada — aun los grupos que representan a los maestros — cuidan de lo que les sucede a los niños. Eso quedó demostrado la primavera pasada al principio de la pandemia, cuando los oficiales de los sindicatos de muchos distritos escolares hicieron cambios de emergencia en los contratos existentes para incrementar el pago a los maestros mientras reducían los requisitos para los educadores.
Algún día va a terminar esta pandemia. Podemos esperar que nuestras escuelas públicas van a volver a su operación habitual — en la que los sindicatos de maestros tendrán el poder y pondrán los intereses de los adultos antes que las de los niños.
Aun después de todos los horrores que hemos visto el año pasado, ese pensamiento sigue siendo aterrador.