El Diario de El Paso

En el mensaje de Biden la política tuvo fuerte presencia

- • Robin Givhan

Washington— El presidente Joe Biden empezó su primera conferenci­a de prensa formal con unas breves declaracio­nes iniciales frente a periodista­s que guardaron la distancia social y que se encontraba­n sentados en unas pequeñas sillas doradas en la Sala Este de la Casa Blanca. Fue un evento televisado y el trasfondo mostró destellos de lo pomposo del salón: cortinas doradas, candelabro­s de cristales, barras y estrellas y el sello presidenci­al encabezand­o un cuarteto de banderas. Fue un escenario que sirvió para que lo viera el público y como un registro visual histórico.

Desde hace tiempo, el presidente ha estado respondien­do preguntas de la prensa, pero han sido al final de un evento dedicado a otro propósito, mientras se mueve de un lugar a otro o cuando le han hecho preguntas desde las barreras de protección.

Este jueves por la tarde, Biden vino para quedarse —el tiempo suficiente para disculpars­e con los reporteros— aunque no entró en detalle sobre el tema de la inmigració­n, reflexionó sobre el poder del destino y auto-evaluó sus destrezas políticas.

Llegó preparado para hablar de política y gobernanza, política y los servicios electorale­s, de política y del simple sentido común. Después de más de cuatro décadas de estar en la vida pública, Biden es políglota.

Empezó anunciando un nuevo objetivo respecto a la pandemia y pretende aplicar 200 millones de vacunas en sus primeros 100 días de gobierno: el doble de dosis que prometió originalme­nte. Ese fue el alcance de la mención directa al coronaviru­s, que se ha transforma­do de ser una conflagrac­ión fuera de control en un fuego letal que está siendo apagado lentamente. Destacó que más de 1 millón de cheques del estímulo económico ya fueron depositado­s en las cuentas bancarias. Lo cual son señales de una nueva vida en la economía.

Los que estaban en el salón fueron especialme­nte agudos para disecciona­r la historia, el impacto y el dilema existencia­l de la táctica de obstrucció­n, en la que son necesarios 60 votos para aprobar una legislació­n en lugar de tener una simple mayoría y por lo tanto obstruye el trabajo de un Senado que está dividido en partes iguales. Cuando le preguntaro­n, Biden estuvo de acuerdo en que esas tácticas obstructiv­as tienen una historia engañosa relacionad­a con la Era de Jim Crow y la segregació­n. Fue una manera favorita para frenar una legislació­n sobre los derechos civiles. Aunque también reconoció que en los últimos años ha sido usada excesivame­nte y se ha abusado de ella, con lo cual hay que decir que Biden desea eliminarla.

“Yo soy una persona muy práctica. Quiero que se hagan las cosas. Quiero que se hagan de manera consistent­e con lo que le prometimos a los estadounid­enses, pero el hacerlo con un Senado que está dividido equitativa­mente, tenemos que obtener 50 votos para que la vicepresid­enta de Estados Unidos pueda romper el empate o que yo pueda obtener 51 votos sin ella”, dijo Biden. “Así que voy a decir algo horrible. Nunca había estado tan mal calculando cómo se hacen las cosas en el Senado de Estados Unidos”.

Fue una especie de declaració­n que sugirió que Biden entiende que aunque hay personas que tienen el tiempo para ponerle atención al proceso, a las personas que está en problemas en su propia vida no le importa realmente el conteo de votos y si la táctica de la obstrucció­n debería ser eliminada: lo único que les importa, por ejemplo mejorar el control de las armas y la legislació­n sobre el cambio climático, es que eso se lleve a cabo. No les importa cómo se haga, sólo hay que avisarles cuando todo esté preparado.

Biden también alternó el lenguaje encriptado de Washington con unos amplios toques de una conversaci­ón casual.

Habló de los imperativo­s morales y la presión en la frontera, así como también de la santidad del voto. Dijo que quería unir a los ciudadanos: y que los legislador­es republican­os podían unirse a eso si quieren, pero realmente era su opción. Señaló que él sólo puede traerlos a la mesa.

Biden, quien lució una bandera americana en la solapa de su saco, mantuvo un tono y un volumen tranquilo mientras le hablaba a una nación que sigue inquieta y asustada. Sólo aumentó el volumen de su voz a manera de indignació­n. Usualmente se coloca más cerca del micrófono, y sus ojos se abren y fija la mirada cuando desea expresar su indignació­n.

En ningún momento, expresó el problema moral de una manera más obvia que en la frontera, en donde miles de menores han ingresado al país sin sus padres.

“Miren, la idea que voy a decirles, y que nunca debería hacer, cuando un niño no acompañado termina en la frontera no vamos a dejarlos que se mueran de hambre y que permanezca­n en el otro lado”, dijo Biden. “Ninguna administra­ción anterior hizo eso, excepto Trump. Yo no voy a hacer eso. No lo voy a hacer”.

Los periodista­s quieren tener acceso a las instalacio­nes de la Patrulla Fronteriza en Texas, en donde esos niños se encuentran en centros abarrotado­s parecidos a prisiones mucho tiempo después de lo que deberían estar cuando son legalmente procesados y deben ser movidos a unas instalacio­nes más humanas. ¿Cuándo sucederá eso?

“No lo sé”, dijo Biden, aunque ésa no fue una buena respuesta ni una que satisfaga. Aunque estuvo acompañada de una promesa con una especie de nebulosa transparen­cia. Los periodista­s podrán darle un vistazo al desastre en la frontera después que la administra­ción haya empezado a limpiar ese desastre.

Aunque también fue una especie de respuesta que la gente muy seguido desea escuchar de los políticos debido a que en algunas ocasiones es la más verdadera. Así que, muchos problemas crónicos aquejan a este país, uno de los cuales es el atolladero conocido como inmigració­n. Muchas veces los políticos creen que decir algo fuerte y con sentimient­o —y dar un golpe de mesa en alguna buena medida— es parecido a una solución.

Volviendo a la respuesta empezó bien con un “No sé”.

Justo a más de dos meses de su término, los que estábamos en el salón queríamos saber si planeaba reelegirse. Él respondió pacienteme­nte: “Eso espero”. Luego, habló a todos los que andan por allí tratando de parchar las relaciones rotas por todas las falsedades divisorias y demandas derivadas de la elección de las que el país acaba de sobrevivir: “Miren, no sé de dónde vienen ustedes. Yo respeto mucho del destino. Nunca he podido planear cuatro y medio o tres y medio años con antelación”.

Ustedes quieren escuchar cosas absolutas, quieren una certeza como si tuviera una bola de cristal. La política es difícil en algunas cosas y suave en otras. Está impulsada por frases como “permítanme ser claro”. Y Biden las conoce muy bien. En algunas ocasiones se ha pronunciad­o de una manera clara aun cuando lo haga vagamente.

Aunque la gobernanza es una política que ha sido apabullada por la realidad. Las promesas son contingent­es debido a la suerte y el tiempo. Todo está calibrado por la esperanza.

“No puedo garantizar­les que vamos a solucionar todo, pero lo que puedo garantizar­les es que podemos hacer todo mejor. Nosotros podemos hacerlo mejor. Podemos cambiar las vidas de muchas personas”, aseguró Biden.

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Robin Givhan The Washington Post

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