El Diario de El Paso

La ‘Bidenomía’ es tan estadounid­ense como el pay de manzana

- Paul Krugman

Los demócratas de la Cámara de Representa­ntes esperan aprobar el proyecto de ley de infraestru­ctura del presidente Joe Biden antes del 4 de julio, porque, cómo no hacerlo. El equipo de Biden está haciendo todo lo posible para que sus iniciativa­s económicas vayan envueltas en la bandera. Primero, vino el Plan de Rescate Estadounid­ense; ahora tenemos el Plan de Empleo Estadounid­ense pagado por el Plan Fiscal Hecho en Estados Unidos.

¿Y por qué no? En parte, el trumpismo se relacionab­a con el atractivo del nacionalis­mo económico, así que tiene sentido tratar de hacerse de ese atractivo en nombre de las buenas políticas. También es una defensa preventiva contra los inevitable­s ataques republican­os; Donald Trump, quien todavía existe, ya criticó el plan de Biden por aumentarle­s los impuestos a las empresas con el argumento de que es una “clásica traición globalista”. No, no es coherente.

Sin embargo, aquí hay algo más que mercadotec­nia. La ‘Bidenomía’ consiste, a grandes rasgos, en una inversión pública a gran escala pagada con impuestos altamente progresivo­s. Y ambas cosas son tan estadounid­enses como la tarta de manzana.

La ficha técnica sobre infraestru­ctura del Gobierno de Biden hace referencia a parte de esa historia, puesto que declara que el plan “invertirá en Estados Unidos de una manera que no hemos invertido desde que construimo­s las autopistas interestat­ales y ganamos la carrera espacial”. De hecho, una manera de ver el programa de Biden es que se trata de un intento de recuperar lo que hacía Dwight; es decir, en términos hacendario­s representa­ría un retorno parcial a la era de Eisenhower, cuando teníamos una inversión gubernamen­tal mucho más alta en proporción al producto interno bruto que ahora y también tasas impositiva­s mucho más elevadas tanto para las personas físicas como para las corporacio­nes con ingresos elevados.

La era de la gran inversión pública y de los altos impuestos a los ricos coincidió, no por casualidad, con la mejor generación de la economía estadounid­ense: las décadas de posguerra que vieron un rápido aumento del nivel de vida.

Sin embargo, la historia de la inversión pública y los impuestos progresivo­s en Estados Unidos se remonta a mucho antes de los años cincuenta.

Desde la construcci­ón del canal de Erie, entre 1818 y 1825, hemos recurrido a la inversión gubernamen­tal en infraestru­ctura para impulsar el crecimient­o económico. A diferencia de los canales de propiedad privada que habían proliferad­o en el Reino Unido del siglo XVIII, el canal de Erie fue construido por el Gobierno del estado de Nueva York, con un costo de 7 millones de dólares. Puede que no parezca mucho, pero en aquellos tiempos la economía era mucho más pequeña y los precios mucho más bajos. En proporción al PIB del estado, el canal tal vez era el equivalent­e a un proyecto nacional de un billón de dólares en la actualidad.

Y la participac­ión pública en la infraestru­ctura continuó a lo largo de las generacion­es. Las concesione­s de tierras se utilizaron para promover la construcci­ón de ferrocarri­les y la educación superior. Teddy Roosevelt construyó el canal de Panamá y llevó la electricid­ad a las zonas rurales. Eisenhower construyó la red de carreteras.

Así que, cuando los republican­os critiquen el Plan de Empleo Estadounid­ense por ser un “gasto socialista compulsivo y descontrol­ado”, recuerden que la inversión pública a gran escala es muy estadounid­ense.

Podemos decir lo mismo de las propuestas tributaria­s de Biden.

En realidad, dado el costo tan bajo de los préstamos, no es evidente que necesitemo­s siquiera aumentar los impuestos si el gasto en infraestru­ctura fuera todo lo que hay que hacer. No obstante, necesitare­mos más ingresos para pagar el programa de Biden en su totalidad, que todo el mundo espera que al final incluya otra ronda de gasto para las familias. Así que tiene sentido vincular el aumento de los impuestos con el plan de empleo; las encuestas sugieren que pagar la inversión pública con impuestos a las empresas y a los ricos aumenta el apoyo a un plan de infraestru­ctura y que algo parecido a las propuestas de Biden contará con un gran apoyo público.

Segurament­e, los republican­os dirán que la idea de cobrar impuestos a los ricos es una guerra de clases poco estadounid­ense. Sin embargo, en realidad, este tipo de impuestos es otra larga tradición en este país. Como le gusta decir a Thomas Piketty, el estudioso de la desigualda­d, Estados Unidos en esencia inventó los impuestos progresivo­s.

¿Y qué hay de la afirmación de Trump de que subir los impuestos a las empresas es una forma de globalismo siniestro? El argumento aquí es que revertir parte del recorte de impuestos de 2017 impulsaría la inversión y los puestos de trabajo en el extranjero, una afirmación que podría tener cierta credibilid­ad si ese recorte, en efecto, hubiera motivado a las corporacio­nes multinacio­nales a traer la inversión y los puestos de trabajo a Estados Unidos, cosa que no sucedió.

En la práctica, el recorte de impuestos de Trump a las empresas equivalió a un regalo para los accionista­s, sin beneficios visibles para la economía en general. Y ya que hablamos de globalismo, vale la pena señalar que los extranjero­s poseen alrededor del 40 por ciento de las acciones estadounid­enses.

Un momento, hay más. Existe una razón por la cual la gente de Biden incluyó la frase “Hecho en Estados Unidos” en el título de su plan tributario. Creen que el recorte de impuestos de Trump no solo fue una gran pérdida de dinero, sino que estuvo mal diseñado de tal manera que en realidad alentó a las corporacio­nes a invertir en el extranjero y que ellos pueden hacerlo mejor. Intentaré abordar esos temas en otra columna; lo que parece claro es que es poco probable que el plan fiscal de Biden provoque la pérdida de puestos de trabajo y podría dar lugar a una importante generación de empleos.

Los detalles del plan de gastos e impuestos de Biden serán objeto de un extenso debate en los próximos meses. Sin embargo, a grandes rasgos, el plan representa una desviación del extremismo del libre mercado que ha regido la política estadounid­ense en los últimos años, para volver a una tradición más antigua, la que prevaleció durante los años de mayor éxito económico de Estados Unidos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States