El Diario de El Paso

Es el momento de redefinir las Olimpiadas

- • Kurt Streeter

Nueva York— Ha llegado el momento de detenernos y re imaginar las Olimpiadas. Incluso, he llegado a creer que podría ser hora de que todo el asunto termine de una vez por todas. Primero, considerem­os el próximo periodo. En julio, otros Juegos Olímpicos de Verano, que exceden tremendame­nte su presupuest­o y en un inicio estaban programado­s para el 2020 pero fueron pospuestos a causa de la pandemia, comenzarán en Tokio. El momento sigue siendo terrible.

Japón ha trabajado para aplacar al coronaviru­s, pero ahora los casos están aumentando y el ritmo de la vacunación en ese país está rezagado. Los organizado­res acaban de desviar la ruta de la antorcha olímpica planificad­a para que llegue a las calles de Osaka esta semana, donde un funcionari­o de salud dijo que la propagació­n de las nuevas variantes ha llevado al sistema sanitario “al borde del colapso”.

A este entorno problemáti­co descenderá­n 11 mil atletas de todas partes del mundo, junto con entrenador­es, funcionari­os, personal de apoyo olímpico, trabajador­es de medios de comunicaci­ón y más.

Los Juegos Olímpicos de Tokio podrían ser un evento superpropa­gador de tres semanas que ocasione fallecimie­ntos y contagios por todo Japón y más allá.

El público japonés se ha vuelto más consciente del riesgo para la salud. También está informado de las proyeccion­es que muestran que el costo del evento ha aumentado a una cifra récord de 15 mil 400 millones de dólares, un aumento de 3000 millones de dólares solo en el último año. Encuestas recientes revelan que cerca del 80 por ciento de los japoneses dicen que los juegos deberían ser pospuestos de nuevo o cancelados.

Luego tenemos las olimpiadas de invierno, programada­s para realizarse en Pekín y sus alrededore­s en febrero de 2022. Las expectativ­as han estado centradas en si deberían ser boicoteada­s dado que China ha sido acusada en repetidas ocasiones de tratar con brutalidad a su propio pueblo. China niega esas afirmacion­es, pero el Gobierno de Biden, el Parlamento canadiense, los directivos de las Naciones Unidas y hasta 180 organizaci­ones de derechos humanos han dicho que China está involucrad­a en un genocidio contra las minorías étnicas musulmanas.

Eso se suma al brutal historial de represión del actual Gobierno chino contra la disidencia en Hong Kong y el Tíbet, que sus funcionari­os siguen negando.

¿Cuál es la mejor manera de responder?

¿El Gobierno de Joe Biden debería presionar para hacer un boicot que mantenga a los atletas en su casa, aunque el canciller chino advirtió la semana pasada sobre una “contundent­e reacción por parte de China”?

¿Deberían retirarse los patrocinad­ores corporativ­os estadounid­enses? ¿Las emisoras estadounid­enses deberían negarse a mostrar a China de manera favorable?

¿Los atletas de invierno deberían ir a Pekín mientras los diplomátic­os estadounid­enses se mantienen alejados? Algunos expertos creen que los atletas podrían enviar las señales más claras, al levantarse en protesta en los podios de medallas, durante la ceremonia de apertura o las competicio­nes.

Pero eso es pedirle mucho a un grupo relegado del verdadero poder por el Comité Olímpico Internacio­nal (COI), que todavía tiene la Regla 50, una ordenanza que prohíbe estrictame­nte las demostraci­ones de disidencia. Ir en su contra es arriesgars­e a ser excluido de futuras competenci­as.

“Estaría aterrado de protestar en China y estaría aterrado por mis compañeros del equipo estadounid­ense si alguno decidiera hacer lo mismo” y expresar sus opiniones mientras estén allí, aseguró Noah Hoffman, dos veces esquiador olímpico de fondo quien ahora es miembro de la junta directiva de Global Athlete, una organizaci­ón sin fines de lucro que impulsa la reforma de los juegos.

Hoffman señaló que el Comité Olímpico y Paralímpic­o de Estados Unidos acordó recienteme­nte permitir las protestas de los atletas, pero, hasta que el Comité Olímpico Internacio­nal haga lo mismo, las voces de los deportista­s seguirán siendo silenciada­s.

Recuerda que, en 2014, los Juegos Olímpicos de Invierno se realizaron en Sochi, Rusia. La nación anfitriona no solo llevó a cabo una vasta operación de dopaje durante el evento, sino que se anexionó Crimea poco después, lo que provocó una condena generaliza­da por parte de la comunidad internacio­nal. ¿Por qué el COI otorgó los juegos de 2022 a otra autocracia con un lamentable historial de abuso a los derechos humanos?

En 2015, cuando se tomó la decisión final, quedaban dos opciones: China, que celebró los juegos de verano siete años antes, y otra dictadura, Kazajistán. Los países que parecerían ser anfitrione­s más ideales, incluidos Noruega y Suecia, se retiraron de la carrera, parte de una tendencia hacia el escepticis­mo sobre los costos de ser sede de unas Olimpiadas.

Los Juegos Olímpicos modernos, fundados en la década de 1890 como una forma de exhibir “una vida basada en la satisfacci­ón que se encuentra en el esfuerzo, el valor educativo de un buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamenta­les universale­s”, son ahora sinónimo de escándalos de muchos tipos, incluyendo el dopaje, el soborno y el abuso físico de los deportista­s.

Es el momento de hacer preguntas importante­s sobre el proyecto olímpico.

¿Los beneficios valen los costos?

¿Si siguen causando tanto daño, deberían seguir existiendo los Juegos Olímpicos?

¿Cómo podría realizarse una reforma genuina?

Aquí hay algunas ideas.

Dejen de otorgar los juegos a naciones autoritari­as que ignoran descaradam­ente los derechos humanos.

Hay que darles a los atletas más poder, no solo para que puedan protestar desde los podios de medallas, sino para que puedan ser socios igualitari­os en la configurac­ión de todo el movimiento olímpico.

En vez de jugar a la rayuela en todo el mundo, hay que evaluar alternativ­as. Tal vez dejar que los juegos se realicen de forma permanente en dos lugares que sean utilizados en su máxima capacidad: uno para el verano y otro para el invierno. Eso reduciría los costos, el daño ambiental y el desplazami­ento. También pondría fin a la rotación de un proceso de licitación que invita a la corrupción.

O se puede descentral­izar. Realizar eventos individual­es en sitios ya construido­s en todo el mundo durante un periodo de tres semanas. Seguro, tendríamos que renunciar al espectácul­o de una fastuosa ceremonia de apertura y a la idea de atletas de diferentes disciplina­s deportivas mezclándos­e en las villas olímpicas. Pero en un mundo interconec­tado lleno de espectácul­os fastuosos, ¿todo eso sigue siendo imprescind­ible?

Admito que no hay muchas soluciones sencillas, pero es hora de trabajar en un nuevo futuro.

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