El Diario de El Paso

Biden busca reformar la Corte Suprema

- • Thomas M. Keck

Washington— El 9 de abril, el presidente Joe Biden cumplió una promesa de campaña al nombrar una comisión presidenci­al sobre la reforma de la Corte Suprema. Al hacerlo, respondió a las crecientes llamadas de los demócratas liberales para hacer algo con respecto a un tribunal que consideran que probableme­nte paralizará la agenda legislativ­a de los demócratas, y que sienten que Mitch Mcconnell y los republican­os del Senado les negaron injustamen­te al menos una, si no dos, Nombramien­tos de la Corte Suprema. La mayoría de los pedidos de reforma han sugerido ampliar el número de jueces en la corte, lo que permitiría a Biden nombrar a más jueces él mismo. Pero los reformador­es también han sugerido límites de mandato y eliminació­n de jurisdicci­ón, es decir, eliminar por completo algunas cuestiones del alcance de la corte.

Biden encargó a la comisión que produjera un informe que, entre otras cosas, examine épocas anteriores en las que los estadounid­enses discutiero­n seriamente la reforma del tamaño y la estructura de la corte. Cuando los miembros de la comisión se sumerjan en esta investigac­ión histórica, descubrirá­n rápidament­e que esos debates generalmen­te han tenido lugar durante períodos de crisis en la democracia estadounid­ense.

Los académicos han identifica­do seis ‘períodos de crisis’ en la historia de Estados Unidos.

En el libro “Four Threats: The Recurring Crises of American Democracy”, Suzanne Mettler y Robert Lieberman identifica­n seis períodos en los que las élites políticas expresaron una aguda preocupaci­ón sobre si la democracia estadounid­ense sobrevivir­ía. Durante las décadas de 1790, 1850, 1890, 1930, 1970 y 2010, las élites partidista­s expresaron no solo objeciones estándar a las plataforma­s de sus oponentes, sino también temores existencia­les de erosión o colapso democrátic­o. Mettler y Lieberman escriben que cada período de crisis presentó picos en al menos una, y a menudo más de una, de estas cuatro amenazas: polarizaci­ón partidista, desigualda­d económica, límites racistas a la membresía política y abusos de poder presidenci­ales.

Como ha demostrado mi investigac­ión, la mayoría de estos períodos de crisis también fueron testigos de propuestas destacadas de reforma judicial. Y esta vez no es diferente.

Los períodos de crisis en la historia de Estados Unidos a menudo han coincidido con los pedidos de reforma judicial

Tome la crisis de la década de 1790, por ejemplo. Después de perder las elecciones polarizada­s de 1800, el presidente John Adams y sus aliados federalist­as en el Congreso expandiero­n drásticame­nte el tamaño de los tribunales federales durante el período de fracaso después de que fueron destituido­s por votación. Luego se apresuraro­n a llenar los asientos recién creados con leales aliados partidista­s, lo que llevó al presidente entrante, Thomas Jefferson, a quejarse de que los federalist­as se habían “retirado al poder judicial como un bastión”. Los federalist­as jugaron duro constituci­onalmente porque creían que los jeffersoni­anos amenazaban la superviven­cia de la democracia estadounid­ense.

Una vez que Jefferson y sus aliados tomaron el control, rápidament­e se propusiero­n reducir el tamaño de los tribunales federales y acusar a los jueces federalist­as que, desde la perspectiv­a de Jefferson, habían abusado del poder judicial con fines partidista­s. En otras palabras, los jeffersoni­anos también jugaron duro constituci­onalmente, porque ellos también vieron a sus oponentes como amenazas a la superviven­cia de la democracia estadounid­ense.

En las décadas de 1850 y 60, un tribunal controlado por sureños blancos defendió la esclavitud y luego trató de socavar el esfuerzo bélico de la Unión. Los republican­os del Congreso respondier­on con una propuesta para abolir la corte y reconstitu­irla desde cero. Si bien esa ley no se promulgó, el Congreso de la década de 1860 alteró el tamaño de la corte tres veces para garantizar que sus jueces fueran nombrados por los presidente­s republican­os Abraham Lincoln y Ulysses S. Grant, pero no por el presidente demócrata Andrew Johnson. Esas leyes podrían describirs­e como empaquetam­iento judicial partidista. Pero para los miembros republican­os del Congreso que los aprobaron, estos cambios fueron necesarios para evitar que Johnson y la corte unieran fuerzas para frustrar el esfuerzo republican­o por construir una democracia multirraci­al en el sur.

En la década de 1890, los populistas pidieron poner freno a un tribunal que considerab­an hostil a los esfuerzos del Congreso para regular la economía capitalist­a emergente. Estos llamamient­os se intensific­aron durante las décadas siguientes, ya que el tribunal anuló repetidame­nte las leyes sobre el salario mínimo y el trabajo infantil, hasta la pelea por el plan del presidente Franklin D. Roosevelt de ampliar el tribunal de nueve a 15 miembros en la década de 1930. Una vez más, los opositores denunciaro­n el plan de Franklin D. Roosevelt como un ataque partidista a la corte. Pero desde su perspectiv­a, permitir que el New Deal respondier­a a la Gran Depresión fue un esfuerzo existencia­l para mantener viva la democracia en una era de creciente totalitari­smo. Si la corte estaba bloqueando ese esfuerzo, entonces Franklin D. Roosevelt sintió que tenía que reformar la corte.

Los debates sobre la reforma judicial están vinculados a los debates sobre la propia democracia

A lo largo de la historia de Estados Unidos, las crisis de la democracia han provocado discusione­s sobre la reforma de la Corte Suprema porque la propia corte a menudo ha sido percibida como una barrera para la preservaci­ón y renovación democrátic­as. Eso también es cierto más allá de los Estados Unidos. En varios países democrátic­os en los últimos años, incluidos Polonia, Hungría, Turquía e India, los líderes antidemocr­áticos han tratado de recurrir a los tribunales en sus esfuerzos por socavar las normas e institucio­nes fundamenta­les de la democracia. Cuando y donde esto sucede, los defensores de la democracia responden con llamados a la reforma de los tribunales.

En la actualidad, en Estados Unidos, el fuerte repunte en los esfuerzos de manipulaci­ón y supresión de votantes de las legislatur­as estatales republican­as ha hecho que la legislació­n federal sobre el derecho al voto sea una prioridad existencia­l para los demócratas. Para promulgar dicha legislació­n, los demócratas pueden necesitar eliminar o reformar drásticame­nte las reglas de obstrucció­n del Senado, para permitir que la legislació­n se apruebe con una mayoría simple en lugar de los 60 votos que se necesitan actualment­e para cerrar el debate del Senado. Para que dicha legislació­n siga siendo válida, es posible que los demócratas también deban reformar la Corte Suprema. Después de todo, fue la invalidaci­ón por parte de la corte de Roberts de una disposició­n clave de la Ley de Derechos Electorale­s de 1965, en el condado de Shelby contra Holder de 2013, lo que permitió la reciente ola de leyes estatales de supresión de votantes. Y como escribí hace dos años, es probable que la corte de Roberts trate las propuestas actuales para proteger los derechos de voto con el mismo escepticis­mo que trató la Ley de Derechos de Voto original.

En otras palabras, la comisión de reforma judicial de Biden no es más que el episodio más reciente de la larga tradición nacional de Estados Unidos de responder a las crisis de gobernabil­idad democrátic­a con debates sobre la reforma institucio­nal.

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