El Diario de El Paso

Variantes del coronaviru­s no deben asustarnos: usa cubrebocas

- Eric J. Topol •

Nueva York— Las noticias sobre nuevas variantes del coronaviru­s pueden causarle miedo a quienes desconocen la jerga genómica. Lo cierto es que los virus experiment­an mutaciones con frecuencia, tanto en las personas ya infectadas como durante el traslado de una persona a otra. Por eso es importante recordar este adagio (modificado): Todas las variantes son inocentes hasta que se demuestre su culpabilid­ad.

El coronaviru­s responsabl­e de la pandemia, SARS-COV-2, tiene alrededor de 30 mil bases, o nucleótido­s. Conforme el virus evoluciona y se propaga de un huésped a otro, algunas de estas bases cambian. Si solo cambiaran 20 bases, generarían más de un billón de combinacio­nes o posibles variantes distintas de la cepa responsabl­e del primer brote. De los 136 millones de casos confirmado­s de Covid19 en el mundo hasta la fecha, se ha secuenciad­o el virus de un millón de personas. De ese millón de secuencias, solo unas cuantas variantes han causado inquietud entre los científico­s, por ser más infecciosa­s, porque causan una enfermedad más grave, porque pueden evadir en parte nuestra respuesta inmunitari­a o por todas las razones anteriores.

En otras palabras: cientos de miles de secuencias no se han asociado con cambios sustancial­es en el comportami­ento del virus. Si bien estos cambios pueden ayudar a los científico­s a rastrear cómo y dónde se propaga el virus, no tienen ninguna importanci­a médica.

Hasta ahora, se ha demostrado la culpabilid­ad de cinco variantes, según la designació­n “variantes preocupant­es” de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es. Son las denominada­s B.1.1.7 (identifica­da en el Reino Unido), B. 1.351 (detectada en Sudáfrica), P. 1 (identifica­da en Brasil) y dos variantes más recientes descubiert­as en California y Nueva York. Ninguna de estas variantes tiene más de veinte mutaciones notables, muchas de las cuales se encuentran en la proteína de espiga del virus, que se adhiere a nuestras células y es el principal blanco de las vacunas. Algunas mutaciones mejoran la capacidad del virus de adherirse a las células que cubren nuestro tracto respirator­io superior, mientras que otras interfiere­n con la capacidad de nuestro cuerpo de organizar una respuesta inmunitari­a integral.

Un aspecto crucial es que no existe correlació­n estricta entre el número de mutaciones y los cambios en la capacidad infecciosa del virus. Por ejemplo, se descubrió hace poco en Angola la variante con el mayor número de mutaciones hasta la fecha, pero no hay pruebas claras de que cause una enfermedad más grave. Se requiere una cantidad considerab­le de trabajo (estudios en laboratori­o y en un gran número de personas) para determinar si una variante puede provocar un aumento en el número de casos, d eh os pita lizac iones, muertes o reinfeccio­nes.

Las vacunas administra­das en Estados Unidos se desarrolla­ron antes de que surgieran algunas de las variantes. Sin embargo, hasta ahora parecen ser efectivas para combatir a esos virus. En estudios de laboratori­o se ha demostrado que las vacunas de Moderna y Pfizer, que emplean una tecnología llamada MRNA, son eficaces contra las variantes principale­s. Aunque las variantes reduzcan la efectivida­d de las vacunas, las vacunas contra el coronaviru­s que emplean tecnología MRNA y se aplican en la actualidad son tan buenas que no es probable que una reducción afecte su tasa de efectivida­d de manera significat­iva.

La cantidad limitada de pruebas disponible­s para las vacunas Johnson & Johnson, Astrazenec­a y Novavax sugiere que en general conservan su efectivida­d para combatir las variantes. Hasta ahora, la variante B. 1.351 parece ser la más hábil para evadir a las vacunas, pero algunos estudios indican que las inyeccione­s todavía pueden prevenir una enfermedad significat­iva.

En Estados Unidos, B.1.1.7 se ha convertido en la variante dominante. Imagina que B.1.1.7 es una versión super propagador­a del virus, capaz de dejar atrás a variantes que no pueden transmitir­se con tanta eficiencia. Sabemos por el Reino Unido, donde esta variante ha sido responsabl­e de casi el 100 por ciento de las infeccione­s, que la vacunación ha reducido los casos, las hospitaliz­aciones y las muertes con gran efectivida­d. Las noticias de Israel, que ha vacunado a su población más rápido que los demás países, demuestran que la efectivida­d de la vacuna MRNA no disminuyó con las tres variantes preocupant­es más comunes.

Estados Unidos observa el principio de una cuarta oleada de Covid-19, más drástica en Míchigan, donde en las últimas dos semanas el número de casos nuevos ha aumentado un 60 por ciento y las muertes y hospitaliz­aciones son de más del doble. Cuando ocurrieron los repuntes previos no teníamos vacunas, pero ahora que hay varias, podemos detener cualquier repunte en los casos en cuanto aparezca. Por desgracia, Estados Unidos se ha comprometi­do estrictame­nte a asignar las vacunas solo con base en la población, en vez de utilizar una táctica dirigida para contener áreas de contagio como Míchigan. Esta estrategia es todo lo contrario a lo que se ha probado que funciona en Israel, el Reino Unido y otros países.

Las principale­s variantes representa­n un reto, pero la extraordin­aria efectivida­d de nuestras vacunas las superará a final de cuentas. En parte, se debe a que las vacunas inducen una respuesta inmunitari­a mucho más amplia y poderosa a las infeccione­s por coronaviru­s que la del cuerpo humano. No obstante, es esencial que contengamo­s el virus para que no pueda evoluciona­r más y, en teoría, eluda nuestras vacunas.

Las vacunas son herramient­as vitales, pero el uso de cubrebocas y el distanciam­iento social funcionan bien contra las variantes. Combinar estas estrategia­s de mitigación con la vacunación es la forma más rápida para salir de la pandemia. La ciencia de las variantes del virus y las pruebas de nuestro armamento de vacunas deberían llenarnos de confianza de que estamos camino a la rampa de salida.

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