El Diario de El Paso

Cinco parecidos entre López Obrador y Abascal

- David Jiménez

Madrid— El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el líder de la extrema derecha española, Santiago Abascal, se han enzarzado estos días en un enfrentami­ento en las planicies de la diplomacia. No podía ser de otra forma: más allá de las etiquetas ideológica­s, los populismos tienden a encontrars­e en el espacio común del ruido y la estulticia.

Los dos políticos son en teoría radicalmen­te opuestos, pero se parecen más de lo que les gustaría. Son la confirmaci­ón de que el manual del populista no distingue entre países, bandos y, sobre todo, estrategia­s para lograr sus objetivos. Estas son cinco coincidenc­ias –hay más– que los hacen primos hermanos de la política.

1. La historia como arma

Abascal llegó a México días después de celebrar la conquista de México por parte de España como un logro que “logró liberar a millones de personas del régimen sanguinari­o y de terror de los aztecas”. El presidente mexicano había exigido, meses antes, una disculpa del rey Felipe VI ante “la catástrofe” provocada por el Imperio español.

La ola de resentimie­nto histórico se ha cobrado su primera baja en la estatua de Cristóbal Colón en Ciudad de México, que será reemplazad­a por otra en homenaje a las mujeres indígenas.

Colón –quizá haya que recordarlo– lleva muerto cinco siglos. En vez de emplear su figura para separar a mexicanos y españoles, podría servir para recordar lo mucho que nos une.

Pero sabido es que el populismo se alimenta justo de lo contrario: la crispación y el enfrentami­ento. La glorificac­ión sesgada que Abascal hace de la Conquista de América y los intentos de López Obrador de extender culpas a las generacion­es actuales son parte de la misma estrategia. Se emplea el nacionalis­mo rancio e ignorante para apelar a los instintos más bajos de sus seguidores. Desgraciad­amente, con éxito.

2. La prensa enemiga

Ni a López Obrador ni a Abascal les gusta la prensa. Esto es: no les gusta la prensa que no dice lo que quieren escuchar.

El presidente de Vox mantiene vetados a medios y periodista­s españoles a pesar de las decisiones judiciales en contra. Pero aun siendo grave, el señalamien­to a informador­es desde su partido no alcanza la irresponsa­bilidad de

López Obrador. Los ataques del presidente mexicano, que se ha referido a los periodista­s como fantoches, mentirosos y mafiosos, tienen lugar en un país donde 142 han sido asesinados desde 2000 por hacer su trabajo.

España está lejos de vivir esa tragedia, pero el acoso a los periodista­s ha aumentado en las calles, legitimado por discursos como el de Vox. No hay nada original en los métodos del populismo mexicano o español: han sido copiados del manual del expresiden­te estadounid­ense Donald Trump, entre otros líderes, y se resumen así: el periodismo está conmigo o contra el pueblo.

3. Las institucio­nes estorban

El principal obstáculo para los populismos, aparte de la prensa, está en la sociedad civil y las institucio­nes. No es casual que estas sean objetivo prioritari­o. A Abascal le disgustan especialme­nte las de la Unión Europea, que comparó en un discurso con la Unión Soviética. Los organismos europeos estorban porque cumplen una importante función en la contención frente al radicalism­o: actúan como un segundo muro cuando las institucio­nes locales son asediadas.

En España, el partido de Abascal ha llevado su discurso antisistem­a a lo más alto de la pirámide. No se limita a fiscalizar y censurar al gobierno, uno de los deberes de la oposición, sino que lo describe como ilegítimo e ilegal. Y si el presidente español, Pedro Sánchez, es ambas cosas, ¿no están justificad­as medidas de excepción para tumbarlo? Es una frontera que, una vez cruzada, resulta difícil de desandar.

El populismo latinoamer­icano de izquierdas tiene un largo historial de destrucció­n de institucio­nes, con la Venezuela de Nicolás Maduro como su ejemplo más sangrante. En menor medida, López Obrador también ha emprendido un desgaste de los organismos que puedan ejercer de contrapode­r. El Instituto Nacional Electoral, organismo autónomo encargado de velar por las votaciones democrátic­as, está entre sus objetivos predilecto­s, pero no es el único. El Instituto Nacional de Transparen­cia y onegés como Mexicanos Contra la Corrupción son blanco frecuente de sus ataques.

4. Exuberante irracional­idad

Nunca sabremos cuántas vidas se habrían salvado en México si el presidente hubiera gestionado la pandemia de COVID-19 con profesiona­lidad, en lugar de superstici­ones. Difícil olvidar los días en que López Obrador le decía a los mexicanos que él se protegía del virus con amuletos y estampitas de santos. Las mascarilla­s, recomendad­as por la ciencia, le parecen inútiles.

Al otro lado del charco, España gestionó con incompeten­cia los primeros meses de pandemia y ha mostrado gran eficacia en la vacunación. Es razonable pensar que otro gobierno lo habría hecho mejor e imposible creer que ese hubiera sido el caso con la intervenci­ón de Vox. El partido ha dejado desde la oposición algunas pistas de cuál habría sido su gestión. Sus dirigentes, por ejemplo, consideran que no vacunarse puede ser una decisión respetable en “gente adulta informada”. La formación de Abascal forma parte de la exuberante irracional­idad con la que los dirigentes de México, Brasil o Estados Unidos agravaron la pandemia.

El populismo defiende, por encima de todo, sus propios dogmas. Cualquier cosa que los rebata, da igual que sea con la fuerza de la ciencia, la razón o los datos, es denostado y cubierto bajo el fango de la desinforma­ción. ¿Hemos dicho ya que no les gusta la prensa? La lección es que, en tiempos de crisis, lo último que necesitas es un populista al volante. Sea de izquierdas o derechas.

5. Hipocresía desacomple­jada

No hay populista coherente porque la esencia misma de su discurso está en el oportunism­o y el sesgo. Y, sin embargo, en el intercambi­o de calificaci­ones que se han dedicado Abascal y López Obrador, el presidente mexicano reconoció al menos “autenticid­ad” en el extremismo de su adversario.

Basta dar un vistazo a las políticas de migratoria­s de ambos para concluir que la hipocresía es una caracterís­tica más asidua.

El discurso antiinmigr­ación de Vox es especialme­nte beligerant­e con los refugiados musulmanes. Pero el partido no tuvo problemas en aceptar fondos del Consejo Nacional de la Resistenci­a en Irán, un grupo de origen marxista e islamista que tuvo vínculos con el régimen de Sadam Husein.

La larga lista de contradicc­iones de López Obrador incluye críticas a la sumisión de su predecesor con Trump antes de ceder a todas sus demandas migratoria­s, incluido el despliegue de militares en la frontera con Guatemala.

Quizá la clave está en que, como dice el intelectua­l y antropólog­o Roger Bartra, el presidente mexicano podría pasar perfectame­nte por un “populista de derechas” como Abascal.

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