El Diario de El Paso

Conmemoran atentado contra el WTC

Bombardeo fue ‘una llamada de atención’ para los eventos del 9/11 Durante la ceremonia se guardó un momento de silencio para marcar la hora del ataque

- Jennifer Peltz/associated Press

Nueva York— Lolita Jackson estaba en su escritorio del piso 72 del World Trade Center (WTC), sintiéndos­e como si trabajara en la cima del mundo. Luego vino el estruendo, y el humo comenzó a formar espirales desde el hueco de un ascensor.

Insegura de lo que estaba pasando, se unió a miles de otros oficinista­s en una angustiosa caminata por escaleras oscuras y llenas de humo, emergiendo a la escena de un ataque terrorista.

No fue el 11 de septiembre de 2001. Fue el 26 de febrero de 1993, cuando un bombardeo mortal mató a seis personas, una de ellas embarazada, e hirió a más de mil, convirtién­dose en un presagio del terror en las torres gemelas.

Jackson espera que el 30 aniversari­o del domingo (ayer) sirva como un recordator­io de que a pesar de que han pasado décadas desde los actos sísmicos de terrorismo en la ciudad más poblada de los Estados Unidos, nadie, en ningún lugar, puede decir que la amenaza de violencia masiva ha terminado.

Ella lo sabe más personalme­nte que la mayoría: el 11 de septiembre, tuvo que huir de la torre sur del centro del comercio nuevamente.

“Soy un testamento viviente de que te puede pasar a ti, y te puede pasar dos veces”, dijo Jackson.

Familiares de las víctimas, sobrevivie­ntes, dignatario­s y otros se reunieron el domingo en el WTC para una ceremonia que incluyó la lectura de los nombres de las seis personas asesinadas. El aniversari­o también se conmemoró en una misa dominical en una iglesia cercana y un panel de discusión el lunes en el Museo Memorial del 11 de septiembre.

Se tocó una campana y se guardó un momento de silencio para marcar la hora del ataque, las 12:18 pm, y los familiares de las víctimas y otras personas depositaro­n rosas junto a sus nombres, que están inscritos en una de las piscinas conmemorat­ivas del 11 de septiembre.

La gobernador­a Kathy Hochul, el alcalde Eric Adams y el líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, estuvieron entre los oradores que honraron las vidas perdidas y lamentaron la pérdida de la inocencia tras el ataque.

“Hoy, 30 años después, todavía sentimos el impacto de ese evento”, dijo Stanley Brezenoff, quien sobrevivió al bombardeo como entonces jefe de la agencia gubernamen­tal propietari­a del World Trade Center. “El dolor que tenemos por los que perdimos –sentimos y compartimo­s el dolor que las familias han sentido durante todos estos años. Eso no cambiará, incluso dentro de unos años”.

Charlie Maikish, el ejecutivo a cargo del World Trade Center en ese momento, dijo que el bombardeo fue una “llamada de atención” y que los protocolos de seguridad promulgado­s después, incluidos simulacros de evacuación, iluminació­n de emergencia en las escaleras y nuevas estaciones de comando de incendios, probableme­nte salvó miles de vidas el 11 de septiembre.

La explosión del mediodía, iniciada en una furgoneta alquilada estacionad­a en un garaje subterráne­o, sirvió de aviso de que los extremista­s islámicos anhelaban destruir las torres gemelas del centro de comercio. Pero la memoria pública del ataque quedó en gran medida subsumida después del 11 de septiembre. Incluso la fuente que recordaba el bombardeo fue aplastada en el ataque posterior.

Pero para algunos sobrevivie­ntes y familiares de las víctimas, el ataque de 1993 aún resuena como una advertenci­a que no fue escuchada, una pérdida que se siente pasada por alto y una lección que aún necesita aprenderse.

“El atentado con bomba en el WTC de 1993 fue el polvorín de los ataques del 11 de septiembre”, dijo Andrew Colabella, primo de la víctima del atentado John Digiovanni. Colabella comentó que siente que el ataque anterior se recuerda en gran medida como “un parpadeo”, en lugar de una sirena, en la historia del terrorismo internacio­nal. “Estos dos hechos históricos que han ocurrido deben ser inculcados en nuestros corazones y mentes, para pensar unidos y ser unidos”, dijo Colabella. Ahora es miembro del consejo de la ciudad de Westport, Connecticu­t, y asiste regularmen­te a las ceremonias de aniversari­o de la zona cero tanto del atentado como del 11 de septiembre, para honrar al primo que perdió cuando era niño pero que todavía puede imaginar.

Digiovanni estaba en el centro de comercio como vendedor visitante. Todas las demás víctimas trabajaban en el complejo. Eran Robert Kirkpatric­k, Stephen A. Knapp, William Macko, Wilfredo Mercado y Mónica Rodríguez Smith, quien debía comenzar la licencia por maternidad al día siguiente.

“Cada parte de nuestro esfuerzo ha considerad­o el atentado de 1993 como parte de la historia que estamos contando”, dijo el director del museo, Clifford Chanin.

El explosivo fue colocado por extremista­s musulmanes que buscaban castigar a Estados Unidos por sus políticas en Medio Oriente, particular­mente el apoyo de Washington a Israel, según los fiscales federales.

Seis personas fueron condenadas y encarcelad­as, incluido el cabecilla acusado Ramzi Yousef. Un séptimo sospechoso del atentado sigue en la lista de los más buscados del FBI.

Yousef esperaba que la bomba derribara las torres gemelas haciendo que una se derrumbara sobre la otra, según el FBI.

La idea de arrasar los rascacielo­s perduró. Un mensaje encontrado en la computador­a portátil de otro conspirado­r convicto advirtió que “la próxima vez será muy preciso, y el World Trade Center seguirá siendo uno de nuestros objetivos”.

El tío de Yousef, Khalid Sheikh Mohammed, más tarde se convertirí­a en el autor intelectua­l autoprocla­mado del 11 de septiembre, cuando los aviones secuestrad­os se usaron como misiles para atacar los edificios.

Aunque las torres soportaron el bombardeo de 1993, dejó sin electricid­ad, generadore­s de respaldo y el sistema de megafonía. Decenas de miles de personas bajaron las escaleras; otros fueron rescatados de ascensores averiados y del garaje destrozado. Algunos trabajador­es patearon las ventanas para tomar aire, un grupo de 120 niños de jardín de infantes quedaron varados por un tiempo en una plataforma de observació­n y helicópter­os de la policía volaron a los techos para recoger a dos docenas de personas.

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Los dolientes colocan flores sobre los nombres de las víctimas
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Policías y bomberos inspeccion­an el cráter generado por una bomba

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