El Diario

“Quiero estar con Carrie”

Debbie Reynolds no soportó la repentina muerte de su hija

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EFE

“Quiero estar con Carrie”. Con esas palabras en memoria de Carrie Fisher, fallecida el martes, se despidió del mundo sólo un día después Debbie Reynolds, quien puso [ ! + - lación madre-hija que, marcada por los vaivenes de Hollywood, pasó por alegrías y penas de todo tipo.

Carrie Fisher, la icónica princesa Leia de “Star Wars”, murió el martes en Los Ángeles a los 60 años tras sufrir un ataque al corazón el pasado viernes, mientras que su madre Debbie Reynolds, la inolvidabl­e protagonis­ta de “Singin’ in the Rain” (1952), falleció a los 84 años el miércoles también en la ciudad california­na debido a un derrame cerebral.

Personalid­ades del cine y seguidores han volcado en las redes sociales su inmensa tristeza por la doble pérdida y han compartido recuerdos e imágenes de madre e hija.

Una relación conflictiv­a

Pero el fallecimie­nto de ambas recordó además que, a lo largo de sus vidas, madre e hija pasaron por numerosos altibajos.

Reynolds estaba casada con su primer marido, el cantante Eddie Fisher, cuando en 1956 nació su hija Carrie, quien crecería en el agitado mundo del espectácul­o en el que su madre era toda una estrella de los musicales.

Los recuerdos de Fisher de aquellos años eran agridulces. En una entrevista en 2011 junto a su madre en el programa de Oprah Winfrey, explicó que su relación fue “volátil” y destacó que hubo un tiempo, cuando era joven, en el que quería tener “su propia vida” y “no ser la hija de Debbie Reynolds”.

La mala pata de Reynolds en su vida sentimenta­l tampoco ayudó a crear un ambiente familiar calmado. Tras separarse de Eddie Fisher cuando { ! * | ! Taylor, todo un escándalo en la época, se casó con el empresario de la industria zapatera Harry Karl, que tiraría por la borda toda su fortuna en el juego e inversione­s ruinosas.

Carrie Fisher, que durante años no dirigió palabra a su madre, señaló en diferentes ocasiones que su familia no fue diseñada para ser privada sino pública.

Pero si Fisher se sintió a veces abrumada por la fama de su madre, la balanza se inclinaría hacia el otro sentido cuando, con tan sólo 21 años, alcanzó el estrellato mundial con “Star Wars: A New Hope” (1977).

En su punto profesiona­l más alto, Fisher también vivió sus momentos persona- les más delicados debido a su adicción al alcohol y las drogas y su trastorno bipolar, una oscura época que Reynolds recordaría después como el punto en el que su relación “tocó fondo”.

“Carrie y yo tenemos discusione­s y llegamos a puntos sin retorno, pero salimos de ahí queriéndon­os la una a la ! ; 9 ? entrev ista en 2010 en The New York Times.

Con el paso del tiempo se reconcilia­ron, también en el plano artístico. Así, la novela de Fisher “Postcards from the Edge”, que después sería una película protagoniz­ada por Meryl Streep y Shirley MacLaine, plasmó en parte los desencuent­ros con su madre.

Una de sus últimas aparicione­s juntas fue en los premios del Sindicato de Actores

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