El Diario

‘Pudge’ en su propias palabras

El legendario receptor boricua compartió en ‘The Player’s Tribune’ los momentos que nunca olvidará en el béisbol

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Redacción de El Diario

Iván Rodríguez no sólo fue uno de los receptores más talentosos y capaces de la historia del béisbol, sino uno de los peloteros más competitiv­os y respetados de los últimos tiempos, y ciertament­e un orgullo latino e ídolo de Puerto Rico.

En la víspera de conocer si los electores lo mandan directo a Cooperstow­n en su primer año de elegibilid­ad para el Salón de la Fama, “Pudge” escribió un ensayo en el sitio The Players’ Tribune, el cual tituló “La historia de mi vida”.

A continuaci­ón, la traducción de algunos de los párrafos más interesant­es del texto.

27 de noviembre de 1971. Crecí en un pequeño poblado de Puerto Rico llamado Vega Baja. Es en el interior del país. Mi mamá era una estilista. Mi papá un electricis­ta. Nuestros padres trabajaron duro. No hacían mucho dinero. Vivíamos al día, pero fuimos una familia.

Yo empecé a enfocarme en la pelota a la edad de siete años. Prácticame­nte, toda mi familia jugó béisbol y en ese entonces tanto mi papá como mi mamá estaban en ligas de softbol. Me enamoré del juego desde el primer día. Yo, de hecho, jugaba de pitcher y tercera base. Así es como inicié. Pero mi papá fue mi primer coach y se dio cuenta que yo tenía buen brazo. Así que un día me sentó y me dijo: “Ya no vas a pitchear o jugar tercera base, vas a ser un catcher. Y pienso que vas a ser uno bueno”. Yo de inmediato empecé a llorar. No quería ser receptor. Quería ser un tercera base y batear jonrones. Me dijo, “Puedes llorar todo lo que quieras, pero a partir de ahora vas a catchear”. Yo tenía ocho años.

Cuando la gente me pregunta por mi recuerdo favorito como jugador, siempre pienso primero en mi defensiva. Cada vez que puse fuera a un corredor o que sor prendí a alguno en los senderos lo disfruté mucho. Casi nunca hablo de mi bateo. Pero la excepción probableme­nte sería mi primer hit en las Ligas Mayores, porque fue especial. Fue en mi primer juego con los Rangers. Estábamos contra los Medias Blancas. Apenas había sido llamado y viajé cientos de millas para llegar a Chicago. Estaba muy agotado. Perdíamos por una carrera en la novena entrada y pegué un sencillo que impulsó dos anotacione­s que nos ayudaron a ganar. Fue como en una película. Nunca voy a olvidarlo mientras esté vivo.

Juego 1 de la Serie Mundial. Marlins vs. Yankees. En Yankee Stadium. Juego empatado. 1-1. Nick Johnson está en tercera base y representa la carrera de la ventaja.

Bueno, Nick Johnson estaba en tercera base… hasta que lo atrapé fuera de la base con mi tiro para terminar el inning.

Ganamos el juego por una carrera, y esa victoria impuso el tono para toda la serie. Estoy seguro que esa es la jugada favorita de mi carrera. Si no hago ese tiro y pongo fuera a Nick Johnson, quizás esa carrera se anota y perdemos ese par tido, y quién sabe lo que hu- biera sucedido en la serie. Pero lo atrapé. Y eso se sintió muy bien.

Cuando llegué a los Yankees recuerdo haber estado como asombrado. Fue demasiado bueno haber podido ponerme el uniforme rayado y que Yankee Stadium fuera mi casa. Realmente sentí que era parte de la historia. Sabiendo todos los grandes jugadores que han estado en ese vestidor, fue inspirador para mí como pelotero. No duré mucho ahí, pero nunca lo olvidaré.

No hay nada que le cambiaría a mi carrera en el béisbol. Ningún cambio. Estoy muy satisfecho con la carrera que tuve. Todas las organizaci­ones para las que jugué f ueron de pr imera clase todo el camino. Estoy orgulloso de haber jugado para todas ellas. Estoy orgulloso del respeto que mostré por el juego. Ahora bien… Supongo que si pudiera cambiar una cosa, diría que me hubiera encantado tener 156 hits más, para llegar a los 3,000. Pero saben, 2,844 son

Todo lo que he sido y todo lo que he logrado empieza con mis padres, José y Eva. Mamá y papá. Ellos dos me enseñaron todo en la vida . Para mí, todo empieza en la casa, y todavía al día de hoy aplico lo que ellos me enseñaron cuando era chico. Tengo 45 años… y todavía recibo el consejo de mi mamá. Todavía tomo las lecciones de mi papá. Ustedes deberían verme cuando ellos hablan. Cierro mi boca y escucho, incluso a mi edad. Y para ser completa mente honesto no tengo ninguna queja al respecto.

(el texto completo en http://www. theplayers­tribune.com/ivan-rodriguez-story-of-my-life/)

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