El Diario

Nueva York ignora la toma de posesión

La ciudad prepara marchas anti-Trump como protesta

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Ana B. Nieto

ana.nieto@impremedia.com

La Gran Manzana quedó en estado de shock en noviembre tras la sorprenden­te victoria de Donald Trump, un candidato que esta ciudad, profundame­nte azul demócrata, rechazó. El tiempo ha secado muchas lágrimas, no todas, y ha dado paso a un enfado que se ha transforma­ndo en un espíritu combativo, en ganas de protesta pero también una cierta resignació­n e incluso, para algunos, una confusa esperanza.

Este era el caso de Susan Witzel, una masajista terapéutic­a, que aprovechó su día libre para ir a Times Square y esperar bajo las inmensas pantallas de ABC la ceremonia de juramento a las 9.30 de la mañana. Witzel no votó por Trump pero dice que su filosofía y espiritual­idad la llevan a esperar y desear lo mejor por parte del nuevo presidente. “Y estoy tratando de mantener mi energía, aunque es duro”, reía.

En esta céntrica plaza de Manhattan donde se han reunido multitudes durante años para celebrar y hacer seguimient­o de eventos trascenden­tales había menos tránsito que de costumbre. Es algo que no se le pasó por alto a Weitzel, “pensé que iba a es- tar llena pero no lo está, en realidad estoy orgullosa de que no haya nadie aquí, es un mensaje. ¡Buen trabajo, Nueva York!”.

La ciudad que vivió marchas la noche anterior y tiene previstas otra anti Trump para hoy, no se volcó en la ceremonia, más bien la ignoró.

Fiestas anti-inauguraci­ón

En alg unos bares estaban ' - guración con actos destinados a recaudar fondos para organizaci­ones como Planned Parenthood. En el centro de Manhattan, muchos de los bares y restaurant­es tenían la televisión en un canal deportivo. En el Museo Whitney el precio de la entrada se dejó a la voluntad de los visitantes (como en otros centros de arte) y había una exposición “My America” sobre, inmigració­n, etnias y la complejida­d de la identidad americana.

En Times Square apenas había unas 200 personas en el momento del juramento y % - dad en todo momento. Amy, una estudiante afroameric­ana de Brooklyn de 19 años, estuvo allí desde primera hora para verlo en el espacio público. “Quiero tener la mente abierta, no me gusta, pero no hay nada que podamos ha-

Lorena Ambrosio protesta en frente de Trump Tower.

cer ya”, explicaba, “Quiero darle una oportunida­d porque todo el mundo la merece aunque espero que no hable en serio cuando dice todo lo que dice de las mujeres”, explicaba esta joven.

Quien decidió boicotear el evento fue otra joven mexicana, Yajaira Saavedra. Sus padres, Natalia Méndez y Antonio Saavedra, dueños del restaurant­e La Morada, tenían la televisión prendida mientras hacían los preparativ­os para el almuerzo y ella la apagó. “Es un acto simbólico, quiero boicotear el miedo que ha promociona­do estas elecciones”, explicaba esta mujer de 28 años.

Los dueños de La Morada son mexicanos e indocument­ados y llevan 25 años viviendo y trabajando duro en Nueva York “pagando impuestos”, explicaba Antonio Saavedra.

“Mi esperanza está en la comunidad y con ella vamos a seguir luchando contra las

Yajaria Saavedra, apagó la televisión durante el acto de posesión.

deportacio­nes o el oleoducto de North Dakota”, explicaba Yajaira. “Los políticos nos defraudan”, dijo antes de recordar las deportacio­nes durante la presidenci­a de Barack Obama y el hecho de que no hubiera aprovechad­o la mayoría demócrata en el Congreso para hacer más.

Sus padres admitían que ellos se han tomado con más calma la elección de Trump. Sin miedo porque dicen que para ellos la vida siempre ha sido difícil y en quien creen es en Dios. “Puede deportarme y matará las ilusiones de muchos pero no a la gente”, decía Natalia Méndez. Esta madre y empresaria explicaba que ningún político se ha portado bien con ellos, ni Bill Clinton ni Obama, “ahora al menos este señor dice las cosas abiertamen­te”.

“En guerra avisada no mueren soldados”, explicaba Natalia. Tanto ella como su marido dicen estar fuertes ante un presidente que ha anunciado un muro con México,

Un poco de tensión

Su esposo, que recalcaba estar espiritual­mente fuerte, explicaba que muchos negocios están a la baja porque “mucha gente tiene miedo, hay un poco de tensión”.

Y pocos, muy pocos clientes se veían en las tiendas alrededor del fortín en el que se ha convertido la torre Trump en la Quinta Avenida. Allí, Lorena Ambrosio, era una de las apenas 50 personas que seguían protestand­o. Descendien­te de peruanos pero nacida en Brooklyn esta mujer dijo estar esperanzad­a porque “la gente se está despertand­o y ve que esto no es un juego, va a haber un cambio”. Ambrosio cree que con Trump “ha caído la máscara de la supremacía blanca”. “La gente sin papeles, los afroameric­anos y otras minorías ya lo sabían, ahora la máscara ha caído para todos”.

En la Iglesia Presbiteri­ana, a escasos pasos de la torre Trump, el mensaje de la puerta era un consejo de apenas dos palabras: “Ahora, serenidad”.

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