El Diario

POLICÍAS NO SON AGENTES DE LA MIGRA L

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as autoridade­s locales saben mejor cómo salvaguard­ar sus comunidade­s que una persona desde Washington. La política de castigar a las localidade­s santuarios tiene % / seguir un punto de vista sobre inmigració­n que no tiene nada que ver con la seguridad pública y mucho con una cerrada visión ideológica.

Tiene un fundamento sólido el que las autoridade­s del orden en las jurisdicci­ones con población indocument­ada no quieran ser vistas como agentes de inmigració­n. Es un argumento práctico para quienes patrullan las calles, pero aparenteme­nte ajeno para los conser vadores de escritorio.

Este no es el resultado de políticos liberales, débiles ante el crimen, a favor de fronteras abiertas que simpatizan más con asesinos indocument­ados que con las víctimas residentes y ciudadanas. Eso es lo que se quiere mostrar tanto en la Casa Blanca como en el Congreso.

En realidad parte de los mismos jefes de la policía y del sheriff que comprenden que la inmensa mayoría de indocument­ados son gente honesta y trabajador­a deseosa de contribuir a la seguridad de las comunidade­s en que viven. Estos inmigran policía no los va a entregar a las autoridade­s migratoria­s cuando denuncien un delito. Lo malo para la seguridad pública es que no lo hagan.

La orden del presidente Donald Tr ump busca restaurar lo peor del pasado. Quiere convertir al policía en un agente de inmigració­n, amplía las condicione­s por las cuales se puede deportar una persona, llegando hasta el “juicio (personal) del agente de inmigració­n” para determinar si una persona es peligrosa. Esto es un sue- ño para un grupo de agentes acusados continuame­nte de abuso de poder.

Se estima que hay siete estados, 39 ciudades y 364 condados que tienen límites en su relación con las autoridade­s federales de migración. Trump quiere castigarlo­s recortando fondos y subsidios. El Congreso lo puede hacer con las asignacion­es federales, pero la Corte Suprema en 1982 -South Dakota v Doledijo que se debe limitar al área en cuestión; puede ser en seguridad pública, pero no educación.

El camino de Trump para perjudicar las ciudades y condados que deciden cómo manejar su seguridad pública se opone a principios defendidos por los republican­os: las autoridade­s conocen mejor sus localidade­s a la hora de las normas y el alcance excesivo de las órdenes ejecutivas.

Por todo esto, el argumento y acción actual en contra de los indocument­ados es una hipocresía que pone más en peligro al público que dice querer proteger.•

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