¿Quién cuidará de Abril si nos deportan?
Jocelyn Wiener Kaiser Health News
Cada pocos minutos, Abril empieza a ahogarse. Diagnosticada cuando era bebé con parálisis cerebral severa y epilepsia, la niña de 8 años de edad de Santa Cruz, California, nunca ha podido hablar ni caminar.
Docenas de veces al día, sus padres, Rafael y Sonia, usan una máquina especial para suc < ~ boca de su hija mayor. Uno de los dos debe estar siempre al lado de Abril ya que los ahogamientos o las convulsiones pueden aparecer en cualquier momento.
Los padres, ambos de México, han vivido en EEUU sin permiso por más de una década. Pero desde la elección presidencial una pregunta los atormenta: si somos deportados, ¿qué pasará con Abril?
Mientras la administración del presidente Donald Trump promete deportar a más gente; padres como Rafael y Sonia buscan ayuda para quedarse en el país y poder atender a sus hijos enfermos, según entrevistas con doctores, abogados y otras personas que trabajan con inmigrantes.
Los padres de Abril saben que muchos vecinos de su barrio de casas rodantes —así como millones de inmigrantes que viven en el país sin papeles— se mantienen en las sombras para evitar ser detectados por las autoridades federales.
Pero Abril depende de sus padres para mantenerse viva.
La pareja, junto con otras familias en esta historia, hablaron con California Healthline con la condición de que no se dieran a conocer sus apellidos, por miedo a la deportación. Abril y su hermana menor son ciudadanas estadounidenses.
El doctor Salem Magarian, director de pediatría de Santa Cruz Community Health Centers, dijo que los padres inmigrantes de sus pacientes más enfermos le piden cartas que documenten las necesidades de atención de salud de sus hi- jos. Algunos padres esperan que esas misivas los ayuden a permanecer en el país si son detenidos por las autoridades.
“Algunas personas están muy asustadas”, dijo Magarian.
El pequeño Leonardo, uno de sus pacientes, ha tenido múltiples cirugías a causa de defectos cardíacos. Karla, su madre, ha estado en el país sin papeles durante 23 años: la trajeron a EEUU cuando tenía 5. Hoy vive aterrorizada con la idea de que la envíen a México, un país que ni siquiera recuerda, y que la obliguen a dejar a sus hijos.
# - les temores. El periódico Salt Lake Tribune reportó hace poco que la madre y única cuidadora de un joven de 18 años con parálisis cerebral y epilepsia fue deportada a Colombia.
Jessica Vaughan, directora de estudios de políticas en el Centro de Estudio de Inmigración —un grupo prodeportaciones que favorece una inmi- gración reducida— dijo que ve U > las leyes de inmigración de manera más rigurosa, particularmente aumentar el acceso a trabajos de salarios bajos para ciudadanos estadounidenses y residentes legales.
Pero también dijo que cree “absolutamente” que debe haber excepciones en los casos en que deportar a los padres causa un “profundo daño” a un niño que es ciudadano estadounidense. “Para eso el Congreso creó formas de alivio”, dijo. “Creo que la mayoría de los estadounidenses lo apoyaría”.
Una existencia precaria
Rafael, padre de Abril, llegó a Santa Cruz hace 19 años. Sus hermanos son ciudadanos estadounidenses y su madre tiene la residencia permanente.
En marzo de 2001, antes de su cumpleaños 21, la madre de Rafael solicitó para una tarjeta de residencia (green card) para él. Rafael dijo que aún espera que su solicitud sea procesada.
Después de haber estado en California por casi una década, se enamoró de Sonia, quien llegó a EEUU en 2006.
Todo parecía normal en el embarazo hasta que, en la semana 35, Sonia dejó de sentir que el feto se movía. Luego de una cesárea de emergencia, Abril fue trasladada al Lucile Packard Children’s Hospital Stanford.
El doctor Magarian comenzó a atender a Abril cuando volvió a casa a las 6 semanas de vida. Dado el grave daño al cerebro y la severa parálisis cerebral, no esperaba que sobreviviera más allá de los 6 meses.
Al principio, Abril estaba constantemente en el hospital. Sus padres encontraron gran consuelo en su fe, mientras luchaban por aceptar su nueva realidad.
Con el tiempo, aprendieron las complejidades de cuidar a su hija: cómo succionar su boca, qué hacer si su tubo de alimentación gastrointestinal se bloqueaba o si tenía una convulsión, cuáles de sus sonidos eran normales y cuáles requerían una llamada al 911.
Principalmente “debido a la inquebrantable atención de sus padres, la situación de Abril se ha estabilizado a lo largo de los años”, explicó Magarian. Sin embargo, su salud sigue siendo precaria y sigue vulnerable a las convulsiones y a la neumonía.
Muchos niños en la situación de Abril terminan hospitalizados repetidas veces, dijo.
Aun así, hasta hace poco, Rafael y Sonia tenían un poco de tranquilidad. Sonia se quedaba con sus hijas en casa. Rafael tomaba el autobús cada día a su trabajo como cocinero. Un maestro de educación especial del distrito escolar local venía a la casa rodante dos veces por semana para trabajar con Abril.
Rafael y Sonia estaban menos preocupados por la deportación durante el gobierno de Barack Obama, quien priorizó esa acción para el caso de inmigrantes con antecedentes penales. Pero las promesas de Trump de un muro fronterizo y las deportaciones masivas los ponían nerviosos.
A mediados de febrero, su temor creció después de que vuelos de helicópteros revelaran redadas federales de inmigración en el condado de Santa Cruz.
Poco después, Rafael y Sonia contrataron a un abogado para ayudarles a convertirse en residentes legales.
Algunos defensores dicen que les preocupa que, al buscar ayuda legal, las familias desesperadas que tienen niños con enfermedades crónicas o discapacidades estén involuntariamente poniéndose en mayor riesgo de deportación.
En el mejor de los casos, un juez cancelará la deportación de uno de los padres debido a la dificultad que causaría a un niño con dependencias médicas.
Rafael y Sonia saben que están arriesgándose. Pero no saben qué más hacer.
“Si vamos a México y tenemos que llevarla,” dijo Sonia, “seguro que no vivirá mucho tiempo”.