El Diario

Noche loca de Aaron Judge en Miami

En su camino a ganar el derbi de jonrones, el jardinero de los Yankees pegó un leñazo de 513 pies

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Redacción de El Diario

Cada cierto tiempo, y realmente no pasa muy seguido, la realidad supera a la expectativ­a. Todos sabíamos que el Festival del Jonrones del lunes iba a ser grandioso. ¿Cómo no iba a serlo? Este es el año del cuadrangul­ar.

Giancarlo Stanton estaría en su casa en Miami. Aaron Judge y Cody Bellinger también dirían presente. Obviamente que iba a ser un duelo grandioso.

Sólo que no fue grandioso. Fue mucho más que eso.

El béisbol es mucho más que batear jonrones contra pitcheos de práctica.

El Festival de Jonrones comenzó con algunos niños dando batazos en un terreno polvorient­o hace muchos años.

La velada empezó bien. Pero el gran momento de la noche llegó después de ver a Stanton, y al dominicano Gary Sánchez, y a Bellinger y a Charlie Blackmon.

El gran duelo comenzó cuando Justin Bour, el cañonero de Marlins, un toletero que nunca ha bateado más de 23 jonrones en una temporada, empezó a batear y a batear.

Bour entiende cual matemático la geometría del Marlins Park, y utilizó todo el terreno para dar la desorbitan­te suma de 22 jonrones. En un punto de su exhibición, pegó

Con tal cantidad de bambinazos, parecía que su rival de turno no tenía ninguna oportunida­d de superarlo. Sólo que su rival era Aaron Judge.

¿Qué más se puede decir de Aaron Judge? En media temporada ha cambiado completame­nte las expectativ­as de lo que puede lograr un pelotero. Mide 6’7 y pesa 282 libras, un fenómeno de la naturaleza que batea jonrones hasta sitios que no había alcanzado nadie. Pero cuando Bour pegó sus 22 cuadrangul­ares, Judge admitió que se puso nervioso.

“Sólo tenía que ponerme a trabajar”, dijo.

Es difícil describir lo que pasó en los próximos minutos. En un lapso, Judge sacó 11 pelotas seguidas. Once. Con este formato –que incluye un contador de tiempo, un pitcher tratando de lanzar rápido y muy poco espacio para descansar entre pitcheos– batear 11 seguidos es básicament­e impensable.

Judge bateó el que él creía era el jonrón ganador y se salió de la caja de bateo para relajarse. Entonces le dijeron que sólo había empatado a Bour. Así que entró de nuevo al home con cinco segundos restantes, soltó otro de esos swings atronadore­s, y volvió a ganar.

Por cierto, la razón por la que Judge creyó que había superado a Bour la primera vez era porque uno de sus jonrones ¡pego en el techo! y se quedó dentro del parque.

“Después de esa ronda estaba bien cansado”, dijo.

Bueno, sí, todos estábamos cansados. Estábamos agotados. Esa ronda fue como haber visto a Babe Ruth batear un jonrón para curar a un niño enfermo en el hospital, como ver a Josh Gibson batear aquella bola que nunca cayó en Pittsburgh. Fue algo mítico.

El resto de la noche nos mostró al dominicano Miguel Sanó desplegand­o ráfagas de un poder impresiona­nte (tres jonrones de 470 pies o más) y a Judge haciendo otras cosas tremendas. Estuvieron los cuatro jonrones de más de 500 pies, dos de los cuales (uno de 507 y otro de 513) son los palos más largos registrado­s por Statcast, en un festival o en cualquier otra parte.

También quedarán en la me "# jonrones por apenas 29 outs, la distancia total de 3.9 millas que recorriero­n sus batazos y pare usted de contar. mosa..

Al f inal, Judge venció a Sanó con una facilidad pas-

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