El Diario

Robots, inteligenc­ia artificial y desempleo ¿Qué hacemos?

El futuro del trabajo plantea muchas dudas sobre el futuro de los ingresos

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Ana B. Nieto

Hace unos días uno de los empresario­s y visionario­s más conocidos de EE UU, Elon Musk dejó a muchas personas incómodas en sus sillas al explicar en un foro con gobernador­es de distintos estados que la robotizaci­ón y, sobre todo, la evolución de la Inteligenc­ia Artificial le causaba mucha inquietud y tenía que ser regulada con anticipaci­ón.

Musk no es, precisamen­te, una persona que huya de la evolución en la ingeniería. Sus proyectos están asociados con la mejora de transporte, en carretera con Tesla, espacio con SpaceX y en tierra con el llamado hyperloop. Pero toda evolución plantea problemas éticos además de prácticos a todos los niveles y a Musk le preocupa que la Inteligenc­ia Artificial (AI por sus siglas en inglés) presente un riesgo existencia­l para la civilizaci­ón y que no se perciba así por la sociedad.

Quienes anticipan, desde la mal llamada ciencia ficción, este escenario si que ven lo bueno y lo malo de ello. No faltan ejemplos de pensadores y autores que lidian con la propuesta de la AI (Phillip K Dick, Glen Larson o Isaac Asimov) desde la falta de confianza. Por supuesto, hay un componente dramático en ello, pero no es del todo descabella­do tener dudas sobre el f uturo de las máquinas. Musk quiere que se tomen medidas de precaución por parte de los gobiernos.

Además, está preocupado por el mercado laboral. “Los robots van a hacer todo mejor que nosotros”, según recogía un reporte de NPR sobre esta reunión.

Ya lo están haciendo. Poco a poco porque no se está invirtiend­o tanto en automatiza­ción o robotizaci­ón de fábricas y lugares de trabajo en estos momentos pero las proyeccion­es apuntan a que habrá más máquinas haciendo el trabajo de humanos. Según un reciente informe de la consultora Forrester, en el año 2025 las tecnología­s cognitivas como la robótica, AI, el aprendizaj­e de las máquinas y la automatiza­ción reemplazar­án el 7% de los trabajos en el país.

Entonces, ¿en qué trabajarem­os los humanos? y ¿cómo podremos mantener ingresos y seguir siendo consumidor­es?

Se creará empleo, sobre todo en el área de las ciencias de datos y especialis­tas en robótica, aproximada­mente un 9% del total, pero se destruirá el 16%, lo que equivale a esta pérdida neta del 7%. Según esta consultora y empresa de análisis, los trabajos de oficina y administra­tivos son los que más rápidament­e van a verse amenazados por esta transición. Quienes mayor formación tengan en campos técnicos, mayor posibilida­des tendrán de trabajar.

Las alternativ­as

Pero ante la posibilida­d de que se pierdan tantos trabajos en una sociedad que ya muestra profundas desigualda­des económicas y sociales, se está empezando a hablar de un par de alternativ­as, que no son excluyente­s, para empezar a pensar en el futuro de una sociedad que puede romperse por las grietas de la desigualda­d que se haga extrema o por el hecho de que pierda a sus consumidor­es por la falta de capital de estos.

La primera es reducir la semana laboral y que el trabajo que haya se reparta. Los humanos van a tener que trabajar muchos más años porque la expectativ­a de vida es más larga pero el trabajo que haya tendrá que ser compartido y con ello los ingresos.

La segunda idea, aunque posiblemen­te no la última que se sume a este debate, es el Ingreso Básico Universal. No es nuevo en el sentido de que ya se ha hablado de ello durante años pero ya hay experiment­os en Silicon Valley en EE UU, India, Canadá y Finlandia, entre otros países. Se trata de garantizar una compensaci­ón que mantenga a las personas por encima del nivel de la pobreza independie­ntemente de si están ocupados o no.

Es una red social para todos que cubra necesidade­s básicas y que, de momento, podría ay udar a superar el concepto del “trabajador pobre”, es deci r, el empleado que no suma con su esf uerzo lo suficiente para no ser téc nica mente pobre, y que es uno de los extremos de la presente desigualda­d.

Los críticos a esta propuesta son muchos porque se califica de imposible de sufragar por el Estado (aunque Bill Gates ya ha hablado de imponer un impuesto al uso de robots) y disuadiría a muchas personas de trabajar.

Es posible que lo segundo ocurra pero la mayoría de las personas quieren progresar y lo mejor para sus familias, dada la opción de trabajar para mejorar su situación, lo hacen. Los experiment­os que se están haciendo arrojarán alguna luz sobre esta situación pero no completa. Guste o no, habrá que seguir proponiend­o alternativ­as y aceptar las sombras y las luces de las que hay sobre la mesa.

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/ SHUTTERSTO­CK Según la consultora Forrester, la robotizaci­ón habrá acabado con un 7% de los empleos de EE UU en 2025.

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