El Diario

Cómo sopesar el dolor de la separación de la pareja

Asimilar la decisiónió­n que tuvo la media naranja de e culminar la relación suele resultarsu­ltar difícil

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Primera Hora

“No me lo esperaba. Sentí como si me arrancaran algo de mí y, al mismo tiempo, como si me echaran un balde de agua fría”.

Con estas palabras, Sara (su nombre verdadero ha sido cambiado) describe su reacción cuando escuchó de su pareja, de más de una década, que deseaba romper la relación para siempre y comenzar una nueva vida. “Tenía en mi mente unas expectativ­as, lo que yo soñaba. Yo me casé para toda la vida, pero me rompe el alma tener que aceptar que las cosas ya no serán como soñé”.

Sin lugar a dudas, uno de los aspectos más dolorosos en asuntos del corazón es asimilar el hecho de que esa persona que es objeto de nuestro afecto ya no desea seguir a nuestro lado. Escuchar que ya no nos ama a pesar de que nos desbordamo­s en sentimient­os de amor por él o por ella.

Ante este cuadro, no abundan opciones. Aceptar resulta imperativo. Se dice fácil pero, ¿cómo podemos manejar esta realidad? ¿Se vale rogar hasta el cansancio para que nos acepten de vuelta? ¿O es más sabio respetar su sentir, recuperar nuestra valía personal y enfocarnos en sanar?

Fuera la venda

El psicólogo Carlos Sosa responde enfático que lo primero que debemos tener en cuenta es que “‘no’ es ‘no’. Cuando uno se desenamora, se desenamora”. Y añade que “el amor no es una cosa que se programa con un botoncito. Si no existe el sentimient­o, no existe”.

Pero ser consciente­s de esta realidad no siempre ayuda a sentirnos mejor. “Nos duele mucho porque es un golpe que va directamen­te a nuestra autoestima”, revela. “El dolor que se siente es ante el rechazo de quien ha dejado de amarnos, porque es una verdad muy hiriente”.

El doctor explica en detalle que “cuando nos dicen que no nos quieren, es muy doloroso porque se nos hace difícil aceptar que no podemos retener a esa otra persona o que no contamos con las

caracterís­ticas que nos faciliten retener a nuestro lado a una persona para que nos quiera incondicio­nalmente por todo el tiempo que dura la relación”.

Por ot ro lado, el doctor aclara que “la autoestima se afecta, aun cuando sea una autoestima saludable”.

Pero lo que ayuda a superar el golpe dependerá de cuán fuerte es esta. Por supuesto, si es una autoestima sólida, for talecida, “aunque nos dolerá al principio, porque somos seres humanos, la podemos superar mucho más rápido que una persona con autoestima débil”. Como ejemplo, menciona que “si su ego es débil y usa a esa pareja o persona importante en su vida para fortalecer al ego (lo que ocurre cuando crea una dependenci­a en nutrirse de halagos de parte de su pareja, por ejemplo), va a ser más difícil superar la situación y, en ocasiones, va a requerir la inter vención de un profesiona­l para recuperars­e. Esa falta de estímulo afectivo puede representa­r la base para una crisis emocional intensa”.

El doctor revela que “en ocasiones, la crisis es tan intensa que puede despertar en la persona pensamient­os suicidas o de usar drogas para enajenarse y escapar de esa realidad como resultado de la ausencia de esos elementos afectivos de los cuales ha creado una dependenci­a extrema”.

No lo niegues

Otra observació­n que hace el psicólogo sobre esta situación es que “la persona que tiene esta experienci­a puede caer en una etapa de negación y pensar que quien se lo dice está confundida”. Pensamien- tos como ‘eso no es cierto’ o ‘él o ella va a cambiar’ pueden rondar la mente.

Incluso, surgen interrogan­tes sobre ‘en qué fallé’ o si la razón para la separación es porque tiene un(a) amante. En este sentido, Sosa señala enfático que “saber que está con otra persona no ayuda en nada”. Y comenta que “el error más grande que se puede cometer si se sospecha que investigar­lo, acosar a esa persona. Es espantoso, aparte de que, como persona, te pone en un plano bastante inferior”.

Aunque duela, aunque resulte difícil, “lo importante es tener claro que si tu pareja no está contigo, es porque no quiere”, más allá de tus deseos, tus ilusiones o tu sufrimient­o.

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