El Diario

Víctimas por partida doble

Familiares que cuidan a parientes con Alzheimer también sufren mucho por esta devastador­a enfermedad mental

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Pedro F. Frisneda

BPedroFris­neda Pedro.frisneda@eldiariony.com

“Yo no tengo respiro. No tengo vida”. Así se lamenta, con lágrimas en los ojos, la puertorriq­ueña Ana María Reyes, cuando cuenta lo difícil que ha sido para ella cuidar a su padre, de 89 años, quien sufre de Alzheimer.

“He estado cuidando a mi papá desde hace casi cinco años y no sé lo que es tener vacaciones. No sé lo que es ir a un parque. Vivo aquí aislada y no puedo salir para ningún lado. Esas son las cosas de las que se priva alguien que está cuidando a un familiar que tiene Alzheimer”, cuenta Reyes de 66 años, quien reside con su padre y su familia en el condado de El Bronx.

“A veces me siento en la ventana y pienso: quisiera ir a un casino, porque me encantan los casinos, pero no puedo. Si me invitan para una no puedo ir porque no lo puedo dejar solo y no lo puedo llevar conmigo”, se queja la boricua quien tiene cinco hijos.

Pero, el verse privada de hacer cosas que le gustan, debido a que tiene que atender a su debilitado padre las 24 horas, no ha sido el único efecto negativo que el Alzheimer ha dejado en Reyes y su familia. La enfermedad de su padre también ha causado fuertes estragos en su salud emocional.

“Yo me siento muy deprimida. Es muy duro y duele mucho ver a tu papá así (...) El siempre ha sido una persona de carácter fuerte. Fue muy difícil para mi aceptar y entender que él tenía demencia y Alzheimer”, comenta Reyes, quien es la única de cinco hijos que se ha encargado por completo del cuidado de su padre, Miguel Muñoz.

Además de padecer síntomas t ípicos de la demencia como pérdida de la memoria y confusión, Muñoz se encuentra tan débil físicament­e que está en constante peligro de caerse al no poder mantener el equilibrio. Por ello, su hija debe estar pendiente que no sufra un accidente cuando camine o tome una ducha. La mujer también debe asegurarse que su padre esté limpio, que no se orine encima, que duerma bien, que coma y que se tome todas sus pastillas.

“Para las personas que tenemos un familiar sufriendo de Alzheimer las cosas no son fáciles. Tenemos que bregar con ellos todo el día y nos da mucha pena verlos así. Nadie sabe por el sufrimient­o que nosotros estamos pasando”, se lamenta la cuidadora.

Miles sufren por el mal

No es poco común que los familiares que cuidan a pacientes con Alzheimer, como Reyes, se vean muy afectados por las secuelas de esta devastador­a enfermedad. Estudios médicos han demostrado que muchas de estas personas sufren de depresión, ansiedad y otros males. Esto sin contar con que la mayoría de ellos deben abandonar sus trabajos regulares para dedicarse tiempo completo al paciente.

Según la organizaci­ón CaringKind –que tiene más de tres décadas de experienci­alidiando con esta enfermedad en Nueva York– existen más de 250,000 personas ac- tualmente en la Gran Manzana que están cuidando a 250,000 pacientes con Alzheimer y demencia en los cinco condados.

Precisa mente, para l lamar la atenc ión sobre los problemas y las luchas que enfrentan estas personas, y para resaltar los importante­s ser v icios que proveen, recienteme­nte se reunieron en las escalinata­s de la Alcaldía neoyorquin­a decenas de miembros de la comunidad y act iv istas, liderados por CaringKind, para declarar agosto como el “Mes de los Cuidadores de Alzheimer en la Ciudad de Nueva York”.

Su salud en peligro

“El Alzheimer y la demencia tienen dos víctimas: la persona con la enfermedad y el cuidador. Los cuidadores se dedican tanto tras este diagnóstic­o devastador, que a menudo ponen su propio bienestar en peligro”, dice Lou-Ellen Barkan, presidenta y directora ejecutiva de CaringKind.

Esto lo conoce perfectame­nte Reyes, quien asegura que debido al cansancio y el estrés que le ha generado la enfermedad de su padre, su salud se ha visto afectada de tal manera que tuvo que ser hospitaliz­ada varias veces en junio y julio pasados.

“Me tuvieron que llevar de emergencia al hospital porque estaba sufriendo síntomas de un derrame cerebral leve, al parecer provocados por el estrés. Allí también me descubrier­on que tenía un coágulo de sangre en un pulmón”, relata la mujer.

Afortunada­mente, gracias a los servicios de la organizaci­ón CaringKind, ahora Reyes cuenta con la asistencia de otra cuidadora profesiona­l que v iene varias horas durante el día, para ayudarla un poco con toda la carga de tener que atender a su papá.

Sin embargo, ella insiste en que, a pesar de no estar muy bien de salud, no va a dejar de cuidar a su padre. “Yo hablé con su psiquiatra y le dije que voy a cuidarlo hasta que yo pueda. Voy a tratar de hacer todo lo máximo porque

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