Otros hallazgos de la doctora Paterson:
violencia de género en sus hogares, escuelas y barrios, lo que las lleva a enfrentar abuso sexual, hostigamiento y/o agresión dentro de la pandilla.
“Las mujeres jóvenes tienden a dejar las pandillas antes que los hombres; sin embargo, hay mujeres adultas que se encuentran en pandillas”, comentó la investigadora.
Paterson precisó que los estudios disponibles no revelan información específica de cómo se estructura una pandilla y el liderazgo de las mujeres en éstas, aunque algunos reportes académicos indican que el mandato se define en parte a tradiciones culturales que rodean los roles de género.
“En pandillas mexicanas o puertorriqueñas, las investigaciones sugieren que hay variaciones dependiendo de aspectos como las relaciones de una joven dentro de la pandilla, por ejemplo, si tiene hermanos u otros familiares, o un novio con estatus, además de su método de ingreso a la pandilla (…)”, comentó Paterson.
La académica comentó que las mujeres generalmente son un subgrupo de las pandillas de mayoría varonil, pero también existen pandillas mixtas. Paterson precisó que las pandillas exclusivas de mujeres son raras, aunque las afroamericanas tienden a integrar este tipo de grupos.
De dominadas a dominantes
En 2012, un exmiembro de la pandilla mexicana Escuadrón-Los Panchitos, de Brooklyn, reveló a El Diario cómo las mujeres que buscaban integrarse al grupo eran obligadas a tener sexo con los miembros, o eran prostituidas para así obtener dinero para la compra de droga y armas.
Sin embargo, ese rol pasivo y sexual de las pandilleras, común en la década de 1990, comenzó a cambiar en los primeros años del 2000, explicó Sergio Argueta, fundador de la organización S.T.R.O.N.G. Youth, que provee servicios a expandilleros de Long Island.
Argueta dijo que actualmente las mujeres optan por ser ‘brincadas’, para ganarse el respeto de la pandilla.
En muchas pandillas el respeto es mínimo cuando la aspirante a integrarse accede a tener sexo con los miembros. Una joven que resiste la golpiza de iniciación es aceptada y tiene más posibilidad de obtener cierto coto de poder dentro del grupo”, dijo Argueta. “Contrario a lo que se cree, las pandillas ya no tienen líderes. No se autoproclaman cabecillas para lOLa proporción de pandilleras varía según la fuente de la información. En las estadísticas de aplicación de la ley, las mujeres representan menos del 10% de las poblaciones de miembros de pandillas en la nación. Pero según estudios independientes establecen que las mujeres constituyen entre el 25% y el 50% de las poblaciones. lOAunque los datos de tendencia no son consistentes, existen pruebas de que estas estadísticas se han mantenido relativamente estables a lo largo del tiempo. Por ejemplo,
Dra. Dana Paterson
evadir la atención de la Policía. Ahora el liderazgo es natural y las mujeres están participando de él”.
Argueta explicó que, al menos en Long Island, no estudios en los años 50 y 60 documentaron que las pandilleras representaban alrededor del 25% de las poblaciones, pero la atención mediática y policial aumentó en los últimos años, contribuyendo a la percepción de que la participación de las mujeres aumentó con el tiempo. lOLas mujeres generalmente se unen a las pandillas a los 11 años o incluso más jóvenes. La mayor prevalencia de pandillas se encuentra entre las jóvenes de 14 años, y algunas se unen a edades más avanzadas, entre 15 y 18 años.
existen bandas exclusivas de mujeres, sino subgrupos dentro de las mismas pandillas. Estás integrantes tienen un rol, como servir de señuelos, para ganar poder.
Podría ser el caso de la temida MS-13. Laura Christina Campos, una presunta ‘marera’, llevó a su muerte en enero pasado a Julio César Gonzales-Espantzay, prometiéndole marihuana y sexo.
Según la Policía del Condado Suffolk, la mujer, de 28 años, emboscó a Gonzales-Espantzay con la intención de aumentar su estatus en la despiadada pandilla. El cuerpo del adolescente, de 19 años, fue descubierto en marzo en una reserva de Massapequa.
La Uniformada dijo que la acusada condujo su automóvil con la víctima a bordo hasta el lugar, en donde el joven fue masacrado por los pandilleros Carlos Portillo y Kevin Granados-Coreas.
“Pensaron que (la víctima) estaba asociado con un grupo rival, lo que no era cierto, pero luego básicamente se convirtió en un peón para que alguien más ganara estatus”, explicó el detective teniente Stephen Fitzpatrick, del escuadrón de homicidios.
Víctimas de la violencia más cruda
Argueta dijo que la mayoría de las pandilleras han sufrido “violencia inimaginable”, la cual inicia en sus hogares o países de origen y se agrava al integrarse a las pandillas de nuestra área. El catedrático y activista mencionó el caso de una joven centroamericana violada por miembros de la ‘mara’, por lo que huyó a Long Island para salvar su vida tras constantes amenazas; sin embargo, allí encontró miembros de la misma pandilla que lograron identificarla.
“Ella tuvo que asociarse a una pandilla rival para defenderse y sentirse protegida, aunque al mismo tiempo fue obligada a participar en actos violentos”, comentó Argueta. “Estas jóvenes son violentadas constantemente a pesar de tener cierto estatus en la pandilla”.l