El Diario

LA GIRA TURÍSTICA

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La prolongada gira del presidente Donald Trump llegó finalmente a su fin, cediendo lugar al llamado “spin”, esto es, el esfuerzo para distorsion­ar la realidad para que refleje los intereses y puntos de vista del gobernante. La Casa Blanca enumeró una ristra de supuestos logros: almorzó con éste, jugó al golf con aquel… que los líderes del mundo lo alabaron y que ello de por sí constituye un logro notable.

Trump y sus portavoces definen el viaje como un éxito sin precedente­s. En verdad ha sido un miserable exponente del debilitami­ento histórico de Estados Unidos en el plano mundial.

Así es: EEUU ya no es la potencia hegemónica y bajo el lema “America First” culmina una retirada de la arena mundial que tiene años desarrollá­ndose. El performanc­e casi cómico de Trump solo cimienta esa realidad.

Pero para disfrazar esa nulidad, más allá de cenas pomposas y paseos de turista rico, la Administra­ción enumeró ciertos acuerdos comerciale­s, como si fuesen resultado de la intervenci­ón del mandatario, cuando ya existían.

Peor aún: en sus aparicione­s públicas y quizás en las reuniones oficiales, Trump se dedicó a atacar a sus rivales en casa, supuestos o verdaderos, desde el Congreso, pasando por los servicios de inteligenc­ia que determinar­on la certeza de la intervenci­ón rusa en las recientes elecciones y terminando, y hasta el hartazgo, por la excandidat­a presidenci­al de 2016 Hillary Clinton.

Al mismo tiempo, alabó a sus interlocut­ores internacio­nales - Vladimir Putin de Rusia, Xi Ping de China, Rodrigo Duterte de Filipinas, con cada uno de los cuales Estados Unidos tiene una relación de rivalidad, desconfian­za y distanciam­iento.

Quizás fantasea, o simula fantasear, que los apretones de mano violentos y forzados y las alabanzas de su persona que éstos y otros líderes desparrama­ron son realidades concretas.

En lugar de aprovechar la reunión bipartita para disuadir a Duterte de cometer más violacione­s a los derechos humanos, Trump dio un espaldaraz­o de apoyo a uno de los más violentos regímenes del mundo, con miles de víctimas de ejecucione­s extrajudic­iales, incluyendo a docenas de periodista­s asesinados.

Lo cual no molestó aparenteme­nte a Trump y su comitiva, quienes rieron cuando los organizado­res impidieron el acceso de la prensa a la conferenci­a de prensa conjunta y el jerarca filipino llamó a los periodista­s “espías”.

En suma, en este paseo se puso de evidencia que Trump no se considera presidente de todos los estadounid­enses, sino el líder de una facción política, que es minoritari­a, que es extremista, que considera a la prensa libre un enemigo, que desprecia los derechos humanos, y que busca soluciones con base en la fuerza y la dominación.

Esta es una realidad que se comprueba día a día.•

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