El Diario

Víctimas del sismo aún no levantan pero reciben ayuda de EEUU con firma de migrantes

- Gardenia Mendoza MEXICO

Alrededor de las camionetas y coches se arremolina­ron madres con bebés en brazos, ancianos y niños con manchas blancas en la cara por el sol y la falta de nutrientes, mujeres envueltas en cobijas desde donde asomaban largas cabelleras canosas atadas con una liga en cola de caballo.

Algunos caminaron por veredas de tierra; otros, simplement­e abrieron la puerta de sus casas y se encontraro­n con una despensa de comida, aceite, frijol, arroz, azúcar, café, harina, chiles metidos en bolsas blancas marcadas con las iniciales de la organizaci­ón de migrantes en Estados Unidos Confederac­ión de Federacion­es Mexicanas (Cofem).

Lo cierto es que a mediados de diciembre, a casi tres meses después del sismo del pasado 19 de septiembre que dejó 369 muertos en diversos estados del centro del país, los habitantes de las comunidade­s más alejadas de Puebla y Morelos ya no esperaban ayuda.

La poca comida que había llegado de los gobiernos y la sociedad civil (la mayoría se concentró principalm­ente en la Ciudad de México) poco a poco se consumió y en las últimas semanas estaban prácticame­nte a su suerte hasta la llegada de voluntario­s de Cofem con ayuda de la Universida­d Autónoma de Morelos.

“Tardamos un poco en recabar $16,500 con los que se adquiriero­n 1,250 despensas por parte de las organizaci­ones y la confederac­ión pero nosotros queríamos ayudar de todos modos porque sabemos que el problema no ha terminado, aún hay lugares aferrados donde hasta el 60% de las casas siguen dañadas y la gente tiene hambre’’, explicó en entrevista con este diario el activista Miguel Pérez, presidente de Cofem.

La euforia de la recepción del alimento en Temixco, Acatlipa, Zacatepec, Jojutla, Talaquilen­ango, Metepec y Milpillas tuvo un rostro representa­tivo la señora Consuelo Tuxpan, de 75 años, quien no solo perdió su casa que colapsó totalmente, sino que encima le cayó una barda que le fracturó cinco costillas y bloqueó su único ingreso de las ventas de golosinas y chucherías.

“Tenía mi puesto afuera de mi casa en Metepec pero con el sismo ya no pude ponerlo y, aunque ahora ya estoy bien y quiero trabajar, no tengo dónde’’, cuenta Tuxpan en entrevista con este diario desde la casa de su hija divorciada y con dos niños.

“Ya quiero tener mi propia casa, no quiero ser un estorbo en los gastos, mi hija trabaja en una fábrica y es la única que trae dinero, por lo que esta despensa me hace sentir que ayudo un poco al sustento’’.

Hace unos días, consuelo recibió un cheque por parte del programa federal para la reconstruc­ción. Ciento veinte mil pesos en una tarjeta para que compre 90,000 pesos de materiales y 30,000 para la mano de obra. Está entusiasma­da porque al menos podrá hacer su casa, pero el dinero está condiciona­do a esos gastos; el cómo le hace para comer va por su cuenta, un problema que enfrentan todas las familias afectadas por los sismos.

Carlos Ortiz, su hija de 13 años y la esposa, también oriundos de Metepec, saben de esta urgencia. “En estos meses hemos comido gracias a las despensas porque después de que todo se cayó no había nadie que comprara los panes caseros que hacíamos para vivir’’.

Los Ortiz horneaban antes del sismo en promedio 150 panes y después de ello, con

Damnificad­os ya no esperaban ayuda hasta que sus connaciona­les se acordaron de su sufrimient­o

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