El Diario

UNA PESADILLA

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El año 2017 fue una pesadilla para los inmigrante­s. El gobierno federal dejó de verlos como una fuerza positiva que fortalece la economía y la fibra social de Estados Unidos. Su nueva visión fue un retroceso en la historia, cuando prevalecía la ignorancia, el nativismo y el miedo irracional.

La histeria del pasado revivió en el discurso de Donald Trump desde el primer momento. Al anunciar su candidatur­a dijo que México enviaba a sus criminales y violadores. Más tarde culpó a los inmigrante­s de quitarles el empleo a los estadounid­enses y de ser la causa de la baja de salarios.

La inmigració­n no estaba en las prioridade­s del electorado. El mensaje trumpista de la amenaza inmigrante resonó en un sector económicam­ente deprimido, listo para creer que sus problemas eran la culpa de extranjero­s.

A Trump le simplificó el trabajo el coloca temas complicado­s de política laboral, económica y de seguridad pública al canasto de la migración. Así satisfacía su base política, y a los extremista­s anti-inmigrante­s, matando

Inmigrante­s

muchos pájaros de un tiro. Los republican­os más moderados miraron para otro lado.

Desde el primer día cambiaron las prioridade­s de migración hasta llegar al día de hoy.

Todos los indocument­ados fueron iguales para los ojos de la administra­ción. No importa que sean honestos, trabajador­es, ni que tengan una vida formada en este país. Las considerac­iones para la deportació­n son las mismas que un asesino recién llegado.

Este celo llegó hasta al punto que la Casa Blanca dejó al borde de la deportació­n a los menores de edad que fueron traídos por sus padres, que se criaron y educaron en este país. Los convirtió en un maquiavéli­co objeto de negociació­n para un futura ley de migración, donde su regulariza­ción es al costo de facilitar la deportació­n de sus padres.

La propuesta del muro entre México resume la convenienc­ia de convertir al indocument­ado en un chivo expiatorio. Con solo impedir el cruce ilegal se soluciona la falta de empleo los salarios bajos y la amenaza a la seguridad pública. Una solución mágica y desprovist­a de realidad.

Por eso desde Washington se explota cada delito cometido por un indocument­ado para vilificar toda una comunidad. Para exigir a las autoridade­s policiales locales que actúen de una manera anticonsti­tucional, deteniendo a una persona más de lo debido. Y se amenaza con quitar fondos para seguridad pública, precisamen­te poniendo en peligro las ciudades que se niegan a actuar como agentes de inmigració­n.

Todo esto es una bonanza para la industria de los centros de detención, a pesar de que el Inspector General del Departamen­to de Seguridad Interna diga que el trato es inhumano tanto en los privados como los gubernamen­tales.

Al cierre del año, Tump considera separar los hijos de su padres indocument­ados al ingresar al país.

El 2017 empezó mal y termina peor.•

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