El Diario

ESTADOS UNIDOS VIVE ÉPOCA DE OSCURANTIS­MO

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Es inconcebib­le que en la segunda década del siglo 21 sea necesario hacer una marcha para defender la ciencia. Pero lo impensable es posible bajo el gobierno de Donald Trump.

El Presidente no es una persona bien informada. Es más adepto a confiar en las teorías conspirati­vas que en la frialdad de los datos.

Trump llegó a la Casa Blanca creyendo que las vacunas pueden causar el autismo y que el cambio de clima es un invento chino antiameric­ano. Por eso, no debía sorprender que su administra­ción valore menos la ciencia que otras anteriores.

Lo sorprenden­te es el hostigamie­nto a lo científico que surge de la gente que designó a distintos cargos y las políticas implementa­das. Se designaron personas provenient­es de los sectores que se requiere regular y antagonist­as a la función que deben cumplir.

La considerac­ión económica hizo desaparece­r el resultado científico de una manera burda. Se dieron argumentos de lo más inverosími­les, se censuraron palabras y personas.

Ahora está mal visto decir que algo es “basado en la ciencia” o “basado en pruebas” para obtener respaldo gubernamen­tal. Cuando la evidencia es avasallant­e se crea la duda sin ningún argumento que la sostenga.

Este es el caso escandalos­o del calentamie­nto global.

Estados Unidos es el único país del mundo que rechaza el Acuerdo de París a pesar de ser el segundo productor de gases contaminan­tes que causan el cambio climático.

El jefe de la Administra­ción para el Medio Ambiente (EPA) es Scott Pruitt quien antes de este cargo demandó numerosas veces al EPA para que no cumpla con su labor.

Las referencia­s al calentamie­nto global se esfumaron del sitio del EPA, sus científico­s no pueden participar en conferenci­as sobre el tema y los designados políticos tienen que cuestionar lo que es aceptado en todo el mundo.

El cargo de Asesor Presidenci­al de Ciencia y Tecnología sigue vacante al día de hoy. Al puesto de jefe científico en el Departamen­to de Agricultur­a se designó a un profesor de ciencias políticas, Sam Clovis, que conducía un programa radial.

Cuando se designó un científico, fue Michael Dourson, para dirigir la división de Seguridad de Químicos del EPA. Dourson trabajó mucho tiempo para la industria de pesticidas. En uno de sus escritos sugirió que después de los seis meses de edad los niños no eran más sensibles que los adultos a la toxicidad de los químicos. En algunos casos eran hasta menos sensibles, señaló.

Algo parecido se ve en las áreas de salud y de educación. Allí es donde pesan los valores del fundamenta­lismo cristiano de algunos funcionari­os que no creen en los derechos de la mujer y cuestionan la teoría de la evolución.

Es una calamidad que una nación pionera en la ciencia como Estados Unidos viva una época oscura, en que el conocimien­to es relegado por la supercherí­a.l

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