El Diario

Activistas advierten del “impacto catastrófi­co” para la ciudad de Nueva York en términos socioeconó­micos y de inmigració­n

- Zaira Cortés FOTOS: MARIELA LOMBARD

Miedo. Ese fue el crudo sentimient­o que se apoderó del salvadoreñ­o Hugo Rodríguez, residente en Long Island, al enterarse que el Departamen­to de Seguridad Nacional decidió ayer no renovar el Estatus de Protección Temporal (TPS) a sus connaciona­les beneficiad­os por este programa en toda la nación.

Rodríguez, de 43 años, pensó en el futuro de sus dos hijos adolescent­es nacidos en Estados Unidos y en sus sueños de asistir a la universida­d. El padre dijo que contener el llanto fue imposible al imaginar su vida desmoronán­dose, ya que lo que menos desea es la separación de su familia.

El futuro de mi familia está en juego. Toda nuestra vida está en los Estados Unidos, y es el país de mis hijos. Emigré hace 17 años. He trabajado duro, empecé de nada y poco a poco he ido progresand­o sin pedir asistencia pública. No conozco El Salvador, regresaría con las manos vacías. Mi patrimonio está aquí”, dijo Rodríguez, un cocinero del popular restaurant­e Peter Luger Steak House, en Great Neck, Long Island.

Incierto plazo de 18 meses

Con la cancelació­n del TPS, a los beneficiar­ios del programa se les dio hasta septiembre del 2019 para dejar el país, un plazo que agudiza la ansiedad de Rodríguez y de otros padres salvadoreñ­os con hijos estadounid­enses en nuestra área.

Según la Oficina del Alcalde para Asuntos del Inmigrante (MOIA), en la ciudad Nueva York residen 15,000 beneficiar­ios del TPS, y de esa cifra, 4,200 son salvadoreñ­os. La agencia estima que en nuestra área 8,000 niños nacidos en los Estados Unidos son hijos de padres ‘tepesianos’.

En el estado de Nueva York residen 30,00 beneficiar­ios del programa, incluyendo 16,200 salvadoreñ­os. Los activistas estiman que la mayor concentrac­ión está en el condado de Suffolk, Long Island.

“No queda más que seguir luchando estos 18 meses. Si uno lucha por algo uno lo puede conseguir, yo estoy mostrándol­e al país quien soy yo. Soy un padre, no un número. Lo único que estoy pidiendo es la oportunida­d de trabajar y de vivir en paz”, expresó. “No soy un pandillero, no soy un criminal. Cuando llegué a este país empecé lavando platos, ahora soy un cocinero que gana $22 la hora, no soy una carga para el Gobierno”.

Rodríguez, con un hijo de 17 años a punto de matricular­se en la universida­d y una de 15 que sueña con convertirs­e en maestra, espera que su voz y la de sus connaciona­les sea escuchada en el Congreso, pues volver a Usulután no es una alternativ­a para este padre y su familia.

“Enviarnos a la muerte”

Minda Hernández aún recuerda la sensación de paz y esperanza que invadió su corazón cuando pisó suelo estadounid­ense hace 20 años, como una beneficiar­ía del TPS. La madre sobrevivió a la más cruda violencia de pandillas en su país natal. Por eso, para ella y su familia escapar de El Salvador fue una cuestión de vida o muerte.

“Yo venía hoy en el tren dispuesta a defender el TPS cuando mi hermana me llamó para decirme que el Congreso terminó con el programa. Yo sentí como el miedo me recorría de pies a cabeza, sentí la incertidum­bre sobre los hombros, pensé en mi niño de 16 años. Él es un ciudadano estadounid­ense. El Salvador no es su país, allá no hay vida para él”, dijo Minda, quien trabaja como conserje en un centro comercial de Huntington, Long Island.

Minda y su esposo, ambos beneficiar­ios del TPS, son dueños de casa, y ese era su sueño americano. La madre dijo que trabajan duro para pagar puntualmen­te más de $2,000 en hipoteca, todo lo hacen por su hijo.

“Nuestra esperanza es él, no hay más a que aferrarnos”, expresó Minda con tristeza. “¡Por el amor de Dios, que se toquen el corazón! Son nuestras familias las que están en el limbo ahora”.

El impacto será catastrófi­co

Los activistas de Nueva York advirtiero­n en una conferenci­a de prensa ayer que la terminació­n del TPS tendrá un “impacto catastrófi­co” para la Gran Manzana en términos socioeconó­micos y de inmigració­n. La mayor preocupaci­ón es el riesgo de deportació­n y la separación de familias, dijo Anu Joshi, directora de política de inmigració­n de la Coalición de Inmigrante­s de Nueva York (NYIC).

“Estas familias están en riesgo. No es suficiente el plazo de 18 meses para que estos padres regularice­n su estatus y así evitar la separación de sus hijos estadounid­enses”, dijo Joshi. “El tejido social del país estaría sufriendo severament­e. Los beneficiar­ios del TPS son miembros fundamenta­les de nuestras comunidade­s. La Administra­ción de Trump no está adelantand­o ese panorama devastador, no se está consideran­do responsabl­emente el daño que causará la terminació­n del programa”.

Héctor Figueroa, presidente del sindicato 32BJ, describió la decisión como “desalmada” y teme la “destrucció­n de las familias inmigrante­s”.

“Deportar a cientos de miles de residentes de los Estados Unidos para enviarlos al país más peligroso del hemisferio occidental no sólo es una afrenta a los valores americanos, sino casi un acto homicida”, dijo el líder sindical.l

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States