El Diario

OTRO GOLPE A LOS INMIGRANTE­S

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Las deportacio­nes masivas son la marca de la Administra­ción Trump. Qué más masivo se puede ser que advertirle a más de 200,000 personas que son los próximos en la lista.

En este caso, son los salvadoreñ­os acogidos al Estatus de Protección Temporal (TPS) a los que se los quiere expulsar con una lectura estricta de la ley que muy poco tiene que ver con la realidad.

La prioridad de la Casa Blanca es la expulsión de los extranjero­s. No importa cuándo y cómo vinieron, cuánto estuvieron en Estados Unidos, que conexión y aporte hicieron durante ese período ni cual es el impacto personal, en su comunidad local ni en el país de retorno.

Para el gobierno federal todos los inmigrante­s son iguales. Son un blanco y una cifra de deportació­n. Esta es una miopía que a larga perjudica tanto al deportado como al que deporta.

Es un grave error ver el TPS para los salvadoreñ­os como una cuestión exclusiva de política migratoria.

Pasaron 17 años desde que

TPS

se otorgó el último TPS a los salvadoreñ­os después de terremoto. Por ahora la tierra no tiembla, pero eso no significa que hayan cambiado las circunstan­cias que causaron su partida.

Por diversos motivos la nación centroamer­icana no se recuperó como absorber decenas de miles de personas. Muchos de ellos, que construyer­on su vida en una sociedad muy distinta, llegarán a un país que no tiene la infraestru­ctura, el mercado laboral, ni una economía.

El desequilib­rio que causará ese retorno en El Salvador es malo para la región y para los intereses estadounid­enses. El regreso de esta multitud a una sociedad estremecid­a por una violencia y pobreza -que hasta hoy causa un éxodoempeo­rará la situación.

A esto se le debe sumar la gran reducción de los 4,576 millones de dólares que recibió El Salvador en remesas en 2016, un 17.1% de su Producto Bruto Interno.

No se puede decir que el costo de no empeorar la situación, extendiend­o la estadía de los beneficiar­ios del TPS pone en peligro la seguridad pública de los estadounid­enses. El argumento preferido de la Casa Blanca.

Estos salvadoreñ­os pasaron por numerosas revisiones de antecedent­es penales cada vez que renovaron su permiso. Ellos son trabajador­es, empleadore­s, propietari­os de viviendas y cabezas de familia que construyer­on su vida en Estados Unidos.

Su partida tendrá un precio caro para la economía de las comunidade­s que los verán partir; tendrá un desalmado costo humano en las familias que se separarán, en las decenas de miles de niños estadounid­enses que irán a un país al que no pertenecen.

La mejor alternativ­a para la estabilida­d de todos es su regulariza­ción legal a través de una ley de reforma integral. Para eso hay que tener una visión amplia del fenómeno migratorio en vez de uno exclusivam­ente punitivo.

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