Violencia juvenil
nal de Inclusión Financiera (ENIF) del Inegi. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), preocupa el hecho de que casi la mitad de los jóvenes mexicanos de entre 15 y 29 años de edad (12.2 de 30.6 millones de connacionales) sean “vulnerables” a enfrentar dificultades para acceder a un trabajo “decente” que incluya la posibilidad de un buen salario y seguridad social
La falta de acceso a oportunidades, refieren los especialistas, se agrava para los sectores poblacionales más endebles, sea por ejemplo en el caso de las mujeres (el 51.7% de la población joven); los indígenas, que según el UNICEF, ocho de cada 10 –es decir, 12.6 millones de mexicanos– son pobres y la mitad de ellos son indigentes; o los 8.5 millones de jóvenes de entre 12 y 29 años de edad que viven en el campo; o el 2.2% de las juventudes de 15 a 29 años que presentan alguna discapacidad, según datos del Inegi; entre otros.
Asimismo, la falta de empleos y el grado de deserción escolar en México, nos convierte en una nación en donde el 25 por ciento de las juventudes de entre 15 y 29 años –o 7.5 millones de jóvenes– son personas que no estudian y tampoco trabajan, refieren datos del Banco Mundial y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Seis de cada 10 “ninis”, como son conocidos, “provienen de hogares pobres y vulnerables”, señalan los organismos internacionales.
Ese abandono contra las juventudes, en el que además el Estado ya no es un “modelo identificatorio”, hace que aparezcan en escena otros actores y circunstancias que los arropan, “reemplazando a la sociedad y al Estado como modelo identificatorio”. Es decir, el crimen organizado y la economía informal, mencionó el doctor Alfredo Nateras Domínguez, antropólogo especializado en psicología social de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) campus Iztapalapa. “Y estamos fallando como sociedad”, concluyó al respecto.
Así, deslavado el futuro de muchos jóvenes por el abandono sistemático, se esfuma también el potencial de un gran país. Porque las juventudes son el reflejo de lo mejor y de lo peor de nuestra nación y el Estado no les está invirtiendo lo suficiente. “Es miopía”, comentó la doctora Reguillo Cruz.
Círculo vicioso
A pesar de que las juventudes en México se enfrentan a una encrucijada que incluye a un sistema excluyente y que los criminaliza, refieren analistas y expertos consultados, para bien y para mal, protagonizan parte del cambio social que experimentamos.
Diversos por su raza, géne-
ro y preferencia sexual, estrato socioeconómico, idiosincracia e ideología, entre otros, las y los jóvenes no constituyen “un todo homogéneo, ni una categoría universal”, explicaron Reguillo y Nateras. Empero, la circunstancia de oportunidades los define como individuos de una sociedad determinada.
En ese respecto, el doctor Sergio Aguayo Quezada, politólogo del Colegio de México, dijo que los “jóvenes replican o están incorporados en agrupaciones de valores” que son reflejo del entorno en el que viven. Él reconoce tres niveles de construcción de valores.
Uno limitado a las esferas más próximas al individuo – aquellas aprehendidas en el hogar o a partir de familiares y amigos-. Otro que corresponde a “esferas intermedias” – grupos o instituciones a las que se incorpora una persona, como la escuela, las pandillas, las asociaciones, entre otros-. Y un tercer nivel, que “es la manera en que estos organismos intermedios [agrupaciones de individuos] se relacionan con el Estado de derecho y el Estado paralelo [lo ilegal].
Dentro del marco de lo legal, la doctora Rossana Reguillo Cruz distingue jóvenes “inviables”, quienes carecen “de cualquier tipo de inserción social y opción de futuro”; jóvenes “asimilados”, quienes se insertan en el mercado bajo condiciones difíciles de trabajo; jóvenes “incorporados”, quienes gozan de garantías sociales y formas de inserción laboral y educativa dignas; y jóvenes “privilegiados” con capital económico, social y cultural.
Y en el marco de lo ilegal, Reguillo distingue a los “paralegales” –o partícipes del “Estado paralelo”, según Aguayo–, quienes optan por el narco, el crimen organizado e inclusive la economía informal. El problema, comentó Aguayo Quezada, es que “entre el 20 y el 30% de la sociedad mexicana es proclive a la ilegalidad, mientras que la otra parte es proclive al Estado de derecho o es apático”. Y eso es lo que replican los jóvenes: “Lo bueno y lo malo
explicó.. de la sociedad, que los mayores construimos”, Las juventudes son víctimas y victimarios de la violencia desatada por la guerra contra el narcotráfico -por ejemplo, entre 2012 y 2016, una de cada cinco víctimas de homicidio fue un joven de entre 15 y 24 años, refiere el Inegi-.
Sin embargo, las violencias juveniles no se limitan a la corredera de sangre. Son el conjunto de carencias devenidas de la marginación social, articulada desde la pobreza y la exclusión, que definen el comportamiento del sujeto.
Como consecuencia del entorno social al que gran parte de los jóvenes se enfrenta, los doctores Rossana Reguillo Cruz y Alfredo Nateras Domínguez concuerdan en que las violencias juveniles se instalan en un sentido de vacío de legitimidad de los jóvenes, para con la figura de autoridad.
“El llamado ajuste estructural en diferentes países del orbe, para efectos prácticos significó el adelgazamiento del Estado y lo que se llamó minimalismo de las políticas sociales; la aceleración de la tecnología favoreció una rápida globalización cultural, y el creciente poder del mercado con su oferta ilimitada de identidades colocó como valor fundamental el consumo.
Estos tres procesos han tenido un impacto profundo en las biografías, trayectorias y prácticas juveniles”, explica la doctora Reguillo en su artículo Jóvenes en la encrucijada contemporánea: en busca de un relato de futuro (2013).
El futuro
En ese sentido, la también experta en culturas urbanas refiere que la erosión de las expectativas a futuro, el aumento exponencial de la precariedad tanto estructural [marginación] como subjetiva [falta de identidad con la sociedad y su Estado], además de la crisis de legitimidad de la política, hacen que las juventudes funcionen de manera individual.
Así pues, lejos de identificarse por un sentido comunitario basado en principios y valores, se identifican por las carencias y los atropellos que experimentan.l