El Diario

UN GENIO QUE NOS ENSEÑÓ A REÍR EN SERIO Y A SOÑAR EN GRANDE

- Luz María Doria PRODUCTORA EJECUTIVA DE DESPIERTA AMÉRICA

Cuando Eugenio Derbez decidió mudarse de México a USA muchos pensaron que estaba loco. Y a decir verdad, es que en México Eugenio era un rey.

Y los reyes cuando son amados por su gente no tienen necesidad de abandonar su reino.

Todos sus programas “Al Derecho y Al Derbez”, “Derbez en cuando”, “XHDRBZ”, “Vecinos”, o “La familia P. Luche” daban los mejores ratings y él tenía el respeto y la admiración de los que saben y de los que sueñan.

Pero como Eugenio es eso pre- cisamente, un rey perseguido­r de sueños, y quería hacer cine en Hollywood, en el 2014 empacó maletas y se mudó a Los Ángeles con su adorada Alejandra Rosaldo.

Y aquel loco, a quien su contador le aconsejó que no se fuera, empezó poco a poco a cumplir sueños y a crear records. Uno de ellos fue su película “Instructio­ns not included” que se convirtió en la película hispana más exitosa de todos los tiempos.

Pero la lista de sueños cumplidos aún no estaba completa. Uno de esos era levantarse un día sabiendo que estaba invitado a los Oscar.

Esta semana ese sueño se le cumplió. A Eugenio Derbez le anunciaron que sería presentado­r de los Oscar y pensó en su mamá, la inolvidabl­e actriz Silvia Derbez con quien de niño se sentaba a mirar esa entrega de premios y a soñar que un día estaría allí.

Y como hasta los más grandes tienen siempre una primera vez, este Domingo ha sido la de Eugenio. Esta semana también vivió otra primera vez: se convirtió en abuelo.

Cuando le pedí que nos diera la oportunida­d de felicitarl­o en vivo en Despierta América me contestó enseguida. Y este rey se despertó a las 6:45 de la mañana para hablar con Karla Martínez y Alan Tacher y mandarle a nuestra audiencia un mensaje claro: que nunca se den por vencidos en la lucha diaria por conseguir lo que quieren. La fuerza del Universo nos va cumpliendo poco a poco todos nuestros deseos si trabajamos por ellos.

Anoche doña Silvia Derbez, estoy segura, estuvo aplaudiénd­olo en el cielo. Y aquí en USA todos nosotros los inmigrante­s hicimos lo mismo. Porque Eugenio nos enseñó a reír en serio... y nos enseñó también a soñar en grande.•

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