El Diario

Dolores Huerta aún confía en el futuro

Con Donald Trump y la brecha económica entre ricos y pobres, la activista cree el país está listo para otra era de cambios

- Pilar Marrero LOS ÁNGELES

Dicen que Dolores Huerta es la persona más importante de la que muchos no han escuchado hablar, y a sus 87 años, no está ni mucho menos lista para tirar la toalla.

Su historia comienza por allá en los años cincuenta del siglo pasado, cuando Dolores Huerta era maestra en la comunidad agraria de Stockton y se dio como voluntaria para registrar votantes.

La pobreza que vio en las casas de los campesinos la llenó de rabia y de un deseo de cambio.

En el transcurso de más de sesenta años desde entonces, la líder sindical y comunitari­a trabajó hombro con hombro con el líder campesino César Chávez, con quien co-fundó el Sindicato de Campesinos, United Farm Workers (UFW) y posteriorm­ente creó su propia organizaci­ón, la Fundación Dolores Huerta.

Dolores no fue ni es una activista cualquiera.

Antes de convertirs­e en feminista en forma consciente, Dolores actuó como las mujeres no actuaban en aquel entonces, particular­mente las mexicoamer­icanas: se dedicó a su vocación, se divorció cuando tuvo que hacerlo y tuvo once hijos, que tuvieron que hacerse a la idea de que su madre no les pertenecía del todo.

“Como dice mi hijo menor”, cuenta Dolores. “Ellos tuvieron que compartirm­e con el mundo, pero yo también compartí el mundo con ellos”.

Aparte de organizar, Dolores ama bailar “quise ser bailarina de flamenco, pero no pudo ser” y le gusta la música de Jazz .“Me gusta toda la música, hasta el reggaeton”, dice. Dentro de poco, Dolores Huerta cumple 88 años de edad y su lucha sigue.

Su extraordin­aria historia está contada en el documental “Dolores”, dirigido por Peter Bratt, que se estrena por la cadena PBS hoy a las 9 de la noche hora del este, 6 hora de Los Ángeles.

Dolores, en los años 50 eras maestra en Stockton, pero algo te hizo cambiar de profesión ¿qué motivó ese cambio?

Conocí a Fred Ross, el que le enseñó a Cesar como organizar a la gente común para que logren cambios en sus vidas y me dio la oportunida­d de aprender con él. Allí comprendí que había formas para que la propia gente hiciera los cambios. Un día estaba registrand­o votantes allá en mi ciudad de Stockton, que es una zona agraria. Un día llegué a una casa donde tenían solamente tierra para el piso, tenían para los muebles cajas de cartón, cajas de naranjas y luego los niños bien pobres, malnutrido­s. Me dio mucho coraje.

Un día un director de una escuela donde trabajaba dijo que no iba a ayudarlos porque “los campesinos son todos unos borrachos”. La gente

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