Cuando la economía aprieta más
Prepararse para la vejez y tener una cierta comodidad es complicado para los latinos. La clave es una planificación que no siempre es fácil
La buena noticia es que la ciencia nos está permitiendo vivir cada vez más años y en la mayoría de los casos en una forma física y mental razonablemente buena.
La mala noticia es que “hacerse mayor cuesta mucho dinero”, según explica Orlando Montiel.
Este asesor financiero de Paz Económica y portavoz de TurboTax asegura que hay que prepararse para llegar a mayor desde que se es muy joven y el secreto de tener unos años dorados que realmente lo sean depende en muy buena medida de los ahorros que se hacen a lo largo del tiempo y los intereses compuestos (o que se acumulan) para tener un cierto colchón financiero que se una al cheque del seguro social.
Montiel dice que hay que involucrarse en el proceso de planificar las opciones financieras de ahorro como las anualidades, el 401k, los IRA, otras inversiones en capital o bienes raíces, que tienen que complementar un cheque del seguro social porque cuando este se creó “no se contaba con que se vivieran tantos años como ahora”.
Es decir, las cantidades que llegan mensualmente incluso a los que más han cotizado para cobrar este cheque no permiten mantener el estilo de vida que se tenía cuando se estaba laboralmente activo.
Pero, lamentablemente es con apenas el seguro social con el que viven muchos envejecientes latinos en Nueva York, en el mejor de los casos porque planificar financieramente la jubilación no es algo que esté y sobre todo, haya estado, al alcance de todos.
Un cheque pequeño
Según el informe de AARP sobre las disparidades raciales y étnicas de neoyorquinos mayores de 50 años, la mayoría de jubilados de comunidades minoritarias, entre ellas la latina “dependen enormemente del seguro social”. Y puesto que el monto de este cheque depende, a su vez, de las ganancias de cada uno. Es algo que pone en desventaja a personas que han ganado menos durante su vida laboral. Los cálculos de AARP apuntan a que en Nueva York los latinos reciben en su cheque el 43.4% de lo que les llega a los jubilados blancos.
Y eso, cuando ocurre, porque como recuerda Montiel, para cobrar este cheque hay que cotizar para ello y en grandes rasgos solo se puede empezar a cobrar si se ha llegado a un mínimo de 10 años pagando por ello. Así las cosas, el 31% de los neoyorquinos de 50 años nacidos en el extranjero no recibe el seguro social, apuntan en AARP.
Es el caso de Cecilia Lezama, de 78 años. Esta mexicana del estado de Puebla llegó a EEUU hace 30 años y trabajó durante este tiempo como empleada doméstica y vendiendo comida típica de su país en la calle. Pagó sus impuestos pero no pudo cotizar al seguro social por ser indocumentada. Es algo que tampoco le permite recibir ningún tipo de asistencia gubernamental.
Vive en la pobreza. “No tengo dinero ni para el transporte, ni para pagar la casa, y tampoco tengo Medicare. Sería bueno recibir un cheque mensual con lo básico que le dan a una persona mayor”, dice la envejeciente mexicana.
Ahora mismo no paga renta porque vive con una pariente lejana que le permite quedarse con ella, pero ésta tiene planes de casarse y mudarse en mayo, por lo que no sabe qué le deparará el futuro. Para poder sobrevivir la mujer se levanta temprano y recorre durante tres horas las calles de la Gran Manzana para recoger latas.
“Agarro mi carrito, me cubro bien y salgo a recoger latas para venderlas. Recojo entre 50 a 100 latas al día. Eso es como $3 diarios y como $15 a la semana. Así hago algún dinerito para pagar mis sustentos, pago mi pasaje para ir al centro (de envejecientes) y al hospital; pago mis doctores, medicinas y me compro ropita barata y usada y zapatos de segunda mano que la gente dona”, explica.
Otra cosa que la ayuda a sobrevivir son los desayunos y almuerzos que por tan sólo 50 centavos y un dólar, respectivamente, consume en un centro de envejecientes del East Harlem. Allí también recibe alimentos para llevar a casa.
“Yo nunca pude salir de este país, por lo que lo poquito que ganaba lo gastaba aquí y lo reportaba a los impuestos, pero no pude ahorrar para mi vejez porque era muy poco lo que ganaba como sirvienta o vendiendo en las calles”, se lamenta.
Ahorrar, cuando se dispone de poco, tampoco es algo que saque de muchos apuros. Hace un par de años el Insured Retirement Institute (IRI) investigó que es lo que proporcionaba seguridad financiera a los que llevaban unos años retirados y tenían al menos