El Diario

Mortalidad

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El mes pasado, Maira Verónica Figueroa Marroquín fue liberada de una prisión salvadoreñ­a después de cumplir 15 años por tener un bebé que nació muerto. En El Salvador, donde el aborto es ilegal en todas las circunstan­cias, las mujeres que tienen abortos, abortos espontáneo­s o muertos en el vientre pueden ser acusadas de homicidio agravado sin ninguna prueba directa. Tal fue el caso de Maira, que tenía 19 años cuando quedó embarazada después de una agresión sexual. Mientras estaba siendo tratada por una hemorragia grave después de un nacimiento de un bebé muerto, fue acusada de tener un aborto y esposada a su cama de hospital. Las autoridade­s la detuvieron el mismo día y un juez la sentenció rápidament­e a 30 años de prisión por “homicidio agravado”.

Hoy, Maira está a salvo en casa con su familia. Pero más de 20 mujeres salvadoreñ­as permanecen en prisión; sus vidas han sido afectadas por la criminaliz­ación del aborto en el país. Si bien la dura condena penal que experiment­ó Maira es específica de El Salvador, la prohibició­n del aborto en el país no lo es. En total, seis países, incluidos República Dominicana, Haití, Honduras, Nicaragua y Suriname, prohíben el aborto en todas las circunstan­cias, incluso cuando la vida de una mujer está en riesgo o en casos de violación de una menor. sta primavera, El Salvador y la República Dominicana están en vía del progreso. Las legislatur­as de ambos países considerar­án propuestas para poner fin a sus políticas extremas y despenaliz­ar el aborto. Estos países deben poner fin a esta prohibició­n absoluta para que las mujeres cuyas vidas están en riesgo y las niñas que han quedado embarazada­s por

ELa República Dominicana, donde el treinta por ciento de la población vive en la pobreza, tiene una de las tasas más altas de mortalidad materna en América Latina. violación puedan tomar sus propias decisiones difíciles sobre su futuro. a prohibició­n total del aborto no solo afecta la forma en que viven las mujeres; afectan cómo mueren las mujeres. La República Dominicana, donde el treinta por ciento de la población vive en la pobreza, tiene una de las tasas más altas de mortalidad materna en América Latina. Por cada mujer que muere durante el embarazo o el parto en los EEUU, al menos tres mujeres morirán en la República Dominicana. Y, de todas las muertes relacionad­as con el embarazo, una de cada tres mujeres muere a causa de una enfermedad terminal que no fue tratada debido al embarazo.

Si bien es imposible saber la cantidad exacta de muertes prevenible­s causadas por la prohibició­n total del aborto, las mujeres que pierden la vida debido a sus embarazos no son las únicas víctimas; sus cónyuges, sus hijos y sus comunidade­s sufren el daño colateral.

Ahora es el momento para que los funcionari­os electos en Santo Domingo y San Salvador actúen para que las mujeres como Maira no terminen en la cárcel por tener un bebé muerto y para que las niñas no mueran durante el embarazo porque se les negó el tratamient­o que les salvó la vida. Es hora de que El Salvador, la República Dominicana y las naciones de todo el mundo pongan fin a la prohibició­n total del aborto.O

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