LA LIBERTAD RELIGIOSA
Los cristianos evangélicos componen un pilar político del presidente Donald Trump. Casi un 80% de ellos respalda a un líder cuya imagen no puede estar más alejada del ideal religioso.
Parece que no hay nada que pueda dañar una relación en que los valores tradicionales son reemplazados por la conveniencia política. Ni siquiera el que Trump esté involucrado en un escándalo de soborno a una actriz pornográfica para callar una relación sexual ocurrida cuando ya estaba casado le causa meollo.
Esto es suficiente para obligar la renuncia de políticos en situaciones similares. En cambio, con Trump lo que existe no es una tolerancia, sino un respaldo efusivo porque él promueve desde el gobierno la agenda evangélica.
Por eso que los asiduos asistentes a la iglesia, Barack Obama y Hillary Clinton, eran vistos por los evangélicos como aliados del diablo. Mientras que de Trump se diga que “ha cambiado” o se recurra a los misteriosos designios de Dios que eligió a un pecador para hacer su labor.
Los evangélicos, predominantemente blancos, se sienten perseguidos por los cambios en la sociedad. Ellos ven que sus valores ya no son los prevalentes en una sociedad diversa. Para muchos, el darle espacio a otras creencias es una amenaza, el decir “Felices Fiestas”, es una agresión a la “Feliz Navidad”.
El voto blanco trabajador y el evangélico se sobreponen geográficamente y económicamente. Ambos ven una pérdida de influencia a medida que su porcentaje se reduce en la población estadounidense.
El populismo trumpista alimentó el fuego en la campaña para salir en defensa de la “libertad religiosa”. En la práctica esto se traduce en la predominancia de los valores evangelistas por sobre el resto de los estadounidenses.
El Presidente elige jueces opuestos al aborto y argumenta en los tribunales en favor de comercios que por motivos religiosos se niegan a dar servicio a gente gay.
Mientras que la administración Trump hoy defiende a empresas que se niegan a proveer a sus empleados parte de la cobertura médica correspondiente a la salud reproductiva por sus consideran que está en contra de sus valores religiosos.
Otra muestra es el Día Nacional de la Oración, celebrado ayer en la Casa Blanca. La fecha fue diseñada para unir las distintas religiones que integran el entretejido estadounidense. En cambio fue utilizado, al igual que el año pasado, como un acto dirigido especialmente al sector religioso que respalda al Presidente.
El principio de libertad religiosa está profundamente arraigado en nuestro país. Es cierto que hay credos que tienen una historia más larga que otros en esta tierra, pero por eso no puede ser impuesto a otros.