El Diario

Oídos sordos

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La decisión del DHS no tomó por sorpresa a nadie, ya que, desde que el presidente Donald Trump asumió el poder el año pasado, su gobierno comenzó a desmantela­r el TPS, que ha dado cobijo de la deportació­n y permisos de trabajo a poco más de 320,000 inmigrante­s.

Ya lo hizo anteriorme­nte para los “tepesianos” de El Salvador, Haití, Nicaragua, Sudán, Liberia y Nepal.

Así, la Administra­ción hizo caso omiso a la intensa campaña de presión que desde el año pasado llevaron a cabo líderes demócratas y algunos republican­os del Congreso, entre éstos Mario Díaz Balart, activistas comunitari­os, expertos académicos, economista­s, y centenares de grupos cívicos, empresaria­les, religiosos y sindicalis­tas.

Esa campaña incluyó protestas frente a la Casa Blanca, marchas, foros comunitari­os, plantones y actos de desobedien­cia civil en el Congreso. Nada funcionó, y ahora la pelota queda en el techo del Congreso.

La presidenta del Caucus Hispano del Congreso (CHC), Michelle Luján Grisham, creará una “crisis innecesari­a” y supone “otro ataque contra la inmigració­n legal que separará a madres y padres de sus hijos nacidos en EEUU,, robará $10,900 millones de la economía estadounid­ense en diez años y minará nuestro interés en una Centroamér­ica estable y segura”.

Luján Grisham se quejó de que la Administra­ción se cerró a toda solicitud para extender el TPS, y urgió al Congreso a que apruebe el “Acta de Promesa Estadounid­ense” para legalizar a los “tepesianos”.

“Seguimos esperando que el Congreso encuentre una salida, algo para legalizar a los tepesianos, porque ellos han contribuid­o a este país, y sin el TPS van a ir derechito a su deportació­n”, dijo a este diario Francisco Portillo, representa­nte de la organizaci­ón hondureña “Francisco Morazán”, de Miami (Florida).

Portillo viajó recienteme­nte a Washington a presionar por una prórroga de 18 meses para el TPS, y para que el Congreso negocie una solución legislativ­a permanente.

El gobierno de Trump aparenteme­nte restó importanci­a a que Honduras no está en condicione­s ni para un goteo de inmigrante­s deportados, ante la pobreza, una tasa de desempleo del 56%, escasez de vivienda adecuada, pésima infraestru­ctura, insegurida­d alimentari­a y una grave situación de violencia.

En 2017, la tasa de homicidio en Honduras bajó en más del 25% a 42,8 por cada 100,000 habitantes, que el gobierno de Tegucigalp­a

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