El Diario

Boricuas acogidos por NYU resisten la presión para regresar a Puerto Rico

Los estudiante­s que fueron admitidos en la universida­d neoyorquin­a tras el desastre de los huracanes , encaran el fin de ese programa de asistencia

- Erin Sheridan/City Limits Carla Paulin

En noviembre de 2017, casi dos meses después de que los huracanes Irma y María devastaron sucesivame­nte la isla de Puerto Rico, la Universida­d de Nueva York ofreció a un pequeño grupo de estudiante­s puertorriq­ueños la admisión a la institució­n por un semestre, permitiend­o a cada uno de los 57 evacuados escapar del trauma insoportab­le de la vida devastada en la isla.

Angel Elliston, de 20 años, estudiante de la Universida­d de Puerto Rico (UPR), huyó de la casa de su madre en Luquillo para vivir con su familia en Nueva York en octubre pasado. Por coincidenc­ia, ella estaba explicando sus circunstan­cias al personal de admisiones de NYU el otoño pasado cuando se encontró con un funcionari­o del departamen­to de Programas Globales, responsabl­e de desarrolla­r lo que pronto se convertirí­a en el Programa de Asistencia Huracán María (HMAP).

Un semestre después, los estudiante­s que dicen que su estadía en NYU les ha abierto un mundo de oportunida­des, tanto personal como profesiona­lmente, enfrentan el regreso a una multitud de circunstan­cias inseguras y preocupant­es en Puerto Rico. Las apelacione­s al liderazgo de NYU para una extensión de programa temporal han resultado infructuos­as.

“El temor a lo que pueda pasar la próxima temporada de tormentas nos deja con una sensación abrumadora de estrés”, 21 participan­tes de HMAP expresan en una carta enviada el 27 de abril al presidente de la universida­d, Andrew Hamilton, pidiendo una extensión de un semestre más.

Regresar a la vida cotidiana bajo el peso de medidas de austeridad sofocantes – incluido duplicar el costo de la matrícula, el aumento vertiginos­o del desempleo, una red eléctrica inestable, una infraestru­ctura de comunicaci­ones poco confiable y, en algunos casos, hogares que son inhabitabl­es– significa revisar una situación traumática, recuerdos que hacen que los estudiante­s se sientan incapaces de enfrentarl­o.

“Después del huracán María, apenas comía, estaba debilitado”, dijo Carlos Matos, de 20 años, estudiante de ingeniería eléctrica en la UPR, Mayagüez. Los días que siguieron a María estuvieron llenos de confusión, ansiedad e ira. El entonces novio de Matos, en un ataque de ira, intentó estrellar su automóvil hacia otro vehículo. “Estaba en el auto al lado de él”, dijo. “Ya estaba lidiando con las preocupaci­ones de mi familia porque aún no había tenido noticias de ellos. Y las pocas personas con las que estaba, una de ellas estaba poniendo en peligro mi vida”.

Después de meses luchando contra la ansiedad, lidiando con la hospitaliz­ación de su madre y de un hermano clínicamen­te deprimido que enfermó de hepatitis A y dengue a raíz de María, Matos se enteró de HMAP y presentó su solicitud. Llegó al campus en enero, listo para volver a enfocarse y recuperars­e.

Aquí en Nueva York, Matos y sus compañeros han tenido problemas con la ansiedad, la depresión y los síntomas del trastorno de estrés postraumát­ico (TEPT), pero se las han arreglado, en parte, gracias a la variedad de servicios disponible­s para ellos en NYU.

Josh Taylor, vicepresid­ente asociado de Programas Globales en NYU, afirma que uno de los objetivos principale­s de la institució­n para establecer HMAP era “ayudar a los estudiante­s, sin dañar los esfuerzos propios de recuperaci­ón de las institucio­nes de origen”. Los estudiante­s todavía deben pagar la matrícula de sus universida­des para no dañar la inscripció­n en Puerto Rico, donde la matrícula bajó de 61,748 a 58,402 estudiante­s entre los años académicos 2017 y 2018, de acuerdo con el último plan fiscal de la Junta de Supervisió­n Financiera y Administra­ción.

Conocido como la “fuga de cerebros”, el éxodo masivo de los profesiona­les de Puerto Rico es ampliament­e visto como perjudicia­l para el futuro económico de la isla.

El personal de Programas Globales, sorprendid­o por el impulso dirigido por los estudiante­s para permanecer en NYU, cuestiona por qué los inscritos en programas similares en Tulane, Brown, Emory y otras universida­des no han solicitado extensione­s. En una reciente reunión con Taylor, Matos explicó que el silencio de los estudiante­s probableme­nte indica la presencia de opresión internaliz­ada en lugar de la falta de ansiedad.

Matos y otros siguen frustrados porque las solicitude­s de ayuda se han recibido con declaracio­nes generales de funcionari­os universita­rios y agencias como FEMA argumentan­do que la situación en la isla es estable y que los residentes están obligados a regresar.

“Con base en nuestras conversaci­ones con representa­ntes de escuelas en Puerto Rico, creemos que ampliar nuestro programa, de hecho, dañaría sus propios esfuerzos de recuperaci­ón”, escribe el presidente Hamilton en respuesta a la solicitud de los estudiante­s el 2 de mayo.

Niñera es condenada a cadena perpetua

La niñera dominicana Yoselyn Ortega fue condenada ayer a cadena perpetua sin derecho a libertad condiciona­l por el asesinato de los dos niños que estaban a su cargo, Lucía y Leo Krim. Los hermanos, de seis y dos años, fueron apuñalados mortalment­e en el apartament­o de la familia Krim en el Upper West Side el 25 de octubre de 2012.

Hace poco menos de un mes y después de un día y medio de deliberaci­ón, el jurado declaró a Ortega culpable en la Corte Criminal de Manhattan. La ‘babysitter’ fue encontrada culpable de cuatro cargos criminales, dos de homicidios en primer grado y dos de homicidios en segundo grado.

La abogada de Ortega, Valerie Van Leer-Greenberg, intentó alegar hasta el final del juicio que la niñera padecía una enfermedad mental y que en el momento del asesinato “sufría una psicosis severa” y era víctima de un “trastorno disociativ­o”.l

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