El Diario

Randal Emery:

- LOS ÁNGELES CORTESÍA DE RANDALL EMERY

Para Randall Emery y miles de estadounid­enses como él, las estrictas leyes de inmigració­n heredadas de anteriores gobiernos y la agresiva aplicación de las mismas en el gobierno de Trump no es un problema que concierne a extranjero­s o inmigrante­s.

“Estamos hablando de los derechos de ciudadanos de Estados Unidos que no deberíamos tener que elegir entre nuestros matrimonio­s y nuestro país”, dijo Emery, quien ahora vive en Canadá con su esposa de origen colombiano.

Emery es co fundador de una organizaci­ón llamada “American Familias United” (AFU) formada especialme­nte por motivación de los cónyuges estadounid­enses de extranjero­s que han tenido problemas para lograr su residencia, aún estando casados con un ciudadano.

La organizaci­ón no es nueva: fue iniciada en 2006 para luchar por cambios en las leyes que faciliten la legalizaci­ón de personas casadas con ciudadano y evitar el rompimient­o de las familias.

La situación de este grupo se hace más aguda con la renovada agresivida­d del gobierno de Trump en el tema migratorio y el asunto se hace más irónico si se toma en cuenta que, como dice una petición “online” del grupo: “Trump es uno de nosotros” (Trump está casado con Melania, quien nació en Eslovenia).

Según estimativo­s de la propia AFU -y aseguran que es un estimado conservado­r- al menos 350,000 ciudadanos están casados con esposos o esposas extranjero­s que tienen problemas con la ley de inmigració­n. El número podría ser más de Randal Emery, presidente de American Families United (i.) con su esposa Paola (d.) y sus hijos Bianca, Thomas y Andrea (al frente). Atrás, los padres del matrimonio, durante una primera comunión hace unas semanas en Canadá.

medio millón, alegan.

“El grupo más olvidado del debate migratorio”

“Los ciudadanos estadounid­enses son el grupo más olvidado en el debate migratorio”, dijo Kim Anderson, otra líder de AFU. “Al mismo tiempo, somos el único grupo que se supone que puede patrocinar a un extranjero sin límite de visas”.

Las leyes migratoria­s hace mucho tiempo que desfavorec­en a este grupo, haciendo muy difícil la legalizaci­ón de personas indocument­adas aunque se casen con ciudadanos.

Los ciudadanos estadounid­enses pueden patrocinar a sus cónyuges para la residencia legal y no hay límite en el número de visas para estos casos, pero la Ley de Inmigració­n y Nacionalid­ad (INA) especialme­nte después de las reformas de 1996, pone una serie de condicione­s que hacen imposible el ajuste a muchos de estos familiares.

Por ejemplo, la ley exige que para obtener la residencia el extranjero sea “legalmente admitido”, pero si un indocument­ado sale del país para realizar su entrevista con la intención de entrar legalmente, queda atrapado por las “barras” de 3 o 10 años, dependiend­o del tiempo que haya estado sin papeles en Estados Unidos.

Hay otras formas de ser “inadmisibl­e”, aún teniendo un esposo o esposa ciudadano, como cometiendo un delito de los clasificad­os como “felonías agravadas” (prácticame­nte cualquier delito con una sentencia, aunque sea suspendida, de un año o más), o si fue deportado previament­e y regresó.

Las cosas mejoraron un poco en los años de Obama, cuando no se priorizaro­n las deportacio­nes de personas sin antecedent­es penales y se cerraron

casos no prioritari­os. Pero el advenimien­to de Trump cambió las cosas de nuevo.

“Todo esto causa una gran dificultad y ansiedad para miles de ciudadanos estadounid­enses”, afirma Emery.

“Hay mucha gente que ha tenido que salir del país a lo largo de los años para acompañar a sus esposos o esposas que no pueden regresar a Estados Unidos. Es muy descorazon­ador que no tengamos los derechos que nos correspond­en como ciudadanos debido a leyes sin sentido”, dice afligido.

La organizaci­ón AFU es completame­nte autofinanc­iada por los afectados, afirma

Emery.

Los miembros activos que participan consuetudi­nariamente son alrededor de 600, pero entre sus objetivos está el de promover proyectos de ley para cambiar las leyes migratoria­s, afirmó.

“Nos encantaría tener apoyo de fundacione­s, como lo tienen muchas organizaci­ones pro inmigrante­s, pero hasta ahora no hemos tenido esa suerte“, afirmó Emery, quien es ciudadano dual de Canadá y Estados Unidos.

Esta nota es parte de la serie sobre ciudadanos afectados por la política migratoria de

Estados Unidos

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