LA MENTIRA DICHA MIL VECES
Es un problema cuando el fabricante de las teorías conspirativas más absurdas es el presidente de Estados Unidos. Si antes lo hacía cuando no tenía nada que ganar: ¿Qué no hará ahora cuando tiene todo para perder?
Bienvenidos al “spygate” o al escándalo de espionaje.
Ese que el Presidente asegura que su campaña presidencial fue víctima del sabotaje del gobierno del ex presidente Obama. Según afirma la administración anterior infiltró un espía, no está claro el daño que hizo, pero es el responsable de toda la controversia con Rusia.
Los reportes indican que un integrante de la campaña de Trump alardeó ante un diplomático australiano sobre la influencia rusa que pasó el dato al gobierno estadounidense. La respuesta del FBI fue hacer que un informante contacte a un par de personas para ver si podía obtener alguna información de ellos. Ese informante nunca integró formal o informalmente la campaña.
La investigación bipartidista del Senado reconoce que el gobierno ruso quiso ayudar a Trump. Se sabe que altos integrantes la campaña se reunieron con rusos que prometieron pasar información negativa sobre su rival demócrata.
Esta última denuncia presidencial de espionaje no es más que otro intento para desviar la atención y desgastar públicamente la credibilidad de la investigación federal sobre su campaña y allegados.
Trump y los republicanos a lo largo de estos meses se quejaron de que Obama interceptó los teléfonos del edificio Trump, que hay una “sociedad secreta” entre agentes del FBI para investigar al Presidente, que hay un conspiración mucho mayor del “Estado Profundo” (Deep State) que abarca toda la burocracia del gobierno federal en su contra. Que los principales funcionarios del Departamento de Justicia designados por él mismo, tratan de sabotearlo. Y otras teorías más.
Trump en el pasado dijo que el atentado del 9/11 se hizo con conocimiento del gobierno, que el fallecido juez de la Suprema Corte, Antonin Scalia pudo haber sido asesinado y que Obama era un musulmán nacido en Nigeria.
Ya en la presidencia, disconforme con haber perdido el voto popular, inventó un fraude de millones de votantes indocumentados que se volcaron en su contra.
Trump siempre se presenta como una víctima. La estrategia, tal como lo explicó el abogado de Trump, Rudy Giuliani, es ganar la batalla por la “opinión pública”. La base política de Trump le cree cualquier mentira, el respaldo activo de un sector de republicanos amplía esa base, el silencio cómplice de otros legisladores solidifica la mentira.
El jefe de propaganda nazi, Joseph Goebbels, dijo que “una mentira dicha mil veces se convertía en verdad”. Esa es la estrategia de Trump. Es una tragedia tener en la Casa Blanca a alguien que no valora la credibilidad necesaria para ser escuchado cuando realmente venga el lobo.•