El Diario

ARMA DE DOBLE FILO

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La promesa de Donald Trump es poner “América Primero”. El método es aislando a Estados Unidos de sus aliados naturales. Quedar solo en el contexto internacio­nal no es la manera de promover el interés nacional.

Los aranceles de 25% al acero y de 10% al aluminio importado de la Comunidad Europea y de los socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) es una agresión comercial con repercusio­nes internas como externas.

Estados Unidos importa el 30% del acero que consume anualmente y 64% del aluminio. La meta de la administra­ción Trump no es eliminar la importació­n sino elevar a 80% la capacidad producción que considera el porcentaje que hace rentable a la producción. Hoy esa capacidad está en 73% en caso del acero y 43% en el aluminio.

La elevación de aranceles reducirá la importació­n y elevará la producción nacional. El argumento principal es la seguridad nacional que depende de la producción de materiales para defensa e infraestru­ctura.

Esto ayuda a la economía de los estados productore­s. Allí es donde Trump ganó en 2016. Como a los 300,000 trabajador­es de ambas industrias.

El problema es que el aumento de 25% en una materia prima para un producto, por ejemplo el automóvil, será pasado al consumidor lo que reduce la venta de los vehículos. Esto perjudica a los más de dos millones de empleados en la industria automotriz.

También costará empleos. Ya sea por la baja en las ventas por el impacto dominó en los precios, como por la reducción de las exportacio­nes.

Desde México a Europa se habla de imponer aranceles a una serie productos estadounid­enses, tanto agrícolas como manufactur­ados. El alcance del perjuicio a la economía depende cuan severa es la disputa comercial. Una rencilla negociable o una guerra a gran escala.

Este antagonism­o comercial es otra pedrada a los socios naturales geopolític­os de EEUU ante los desafíos estratégic­os que presenta Rusia y China. La grieta en la alianza internacio­nal que causa el nacionalis­mo miope de Trump desconcier­ta por su impredicti­bilidad y ponen a prueba la solidez de los lazos históricos.

Los aranceles en el caso del TLC son una píldora que envenena una negociació­n inconclusa este año por las demandas intransige­ntes de la Casa Blanca. Tanto Canadá como México hacen bien en seguir negociando aunque retribuyan los aranceles a productos estadounid­enses.

Trump parece tener una visión unidimensi­onal del comercio. Las cifras dan un ganador y un perdedor definido. No hay espacio para la sofisticac­ión de matices que debe contar la estrategia global de una potencia, o una “nación imprescind­ible” como se definió alguna vez a nuestro país.

La experienci­a dice que con este Presidente nunca se sabe cual es el próximo paso. A Trump le gusta decir que es impredecib­le. Lo cierto es que la imposición de estos aranceles perjudica más de lo que beneficia.O

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