El Diario

Buscan cambiar ‘Centro de detención’ a ‘Prisión para inmigrante­s’

Inmigrante­s latinos narran sus experienci­as de abuso y violación de sus derechos en las cárceles para inmigrante­s

- Virginia Gaglianone

Gretta Soto Moreno estuvo encarcelad­a en centros de detención para inmigrante­s por casi tres años. Carlos Hidalgo estuvo encarcelad­o por un año y medio. Y si bien inmigraron de diferentes países y sus historias son diferentes, ambos coinciden en que fueron tratados como criminales, que se violaron sus derechos y que dichos centros, en realidad no son otra cosa que prisiones para criminales.

“Hay que llamar las cosas por lo que son. No son centros de detención, son prisiones para inmigrante­s”, opinó Carlos Hidalgo, quien llegó de El Salvador en 1981 y estuvo detenido un año y medio en Adelanto.

“Si estos centros son tan inocentes, ¿por qué están hechos como prisiones, por qué nos encarcelan por tiempo indefinido y nos tratan como a criminales?, reflexionó, en entrevista con este diario.

Estos centros de detención manejados por corporacio­nes privadas, rodeadas de alambres de espino y portones de seguridad tienen las mismas caracterís­ticas y políticas de las cárceles donde criminales peligrosos están cumpliendo sus condenas.

La diferencia con Hidalgo, Soto Moreno y decenas de inmigrante­s es que su mayor crimen fue entrar a EEUU en busca de una vida mejor.

Abuso y ataque sexual

Soto Moreno es una mujer transgéner­o que llegó a EEUU desde México, a finales de 2003. Gretta fue detenida en Arizona, por manejar sin una licencia de conducir, en la época del Sheriff Arpaio. En el centro de detención, Gretta fue víctima de abuso constante y ataques sexuales de oficiales, que se burlaban de ella y la insultaban.

“No son centros de detención son verdaderas prisiones y los oficiales tienen el poder de hacer absolutame­nte lo que quieran. Si quieren te golpean, te tiran al piso, o te hacen parar con la cara contra la pared, mientras ellos conversan y se burlan de nosotros, creyendo que nadie entiende inglés”, recordó Soto Moreno.

La inmigrante mexicana compartió la historia de un oficial que regularmen­te se metía en su celda, por 35, 40 minutos, y la atacaba sexualment­e. Recordó situacione­s en las que el oficial la ponía en medio de pandillas, sabiendo el riesgo a la que la estaba exponiendo, o que, sin ningún motivo, le hacían quitarse la ropa para “revisar” que no había escondido nada en su cuerpo. A pesar de múltiples quejas y pedidos de ayuda, la voz de Gretta nunca fue escuchada.

El abuso y la depresión llegó a tal punto que la inmigrante mexicana llegó a cortarse y lastimarse gravemente. “Con mi sangre escribí en las paredes que ya dejen de maltratar a la gente LGBTQ. Cuando me encontraro­n casi desangrada, me llevaron a un hospital”, recordó.

No es el único caso

Su caso no es único. En la prisión de Adelanto, por ejemplo, en los últimos 7 meses murieron tres personas. Desde diciembre de 2016, seis personas intentaron suicidarse, mientras que docenas de inmigrante­s hicieron huelgas de hambre para tratar de mejorar las condicione­s de encarcelam­iento.

En el caso de Hidalgo, el inmigrante salvadoreñ­o fue puesto en confinamie­nto solitario por seis días, por organizar una huelga de hambre para protestar por el tratamient­o inhumano. En otra ocasión, en la que trataba de ayudar a sus compañeros a obtener su “expungemen­t” (limpieza de antecedent­es), los oficiales le quitaron todos los documentos, tratando de obstaculiz­ar el proceso legal.

Las cosas por su nombre

Al salir de Adelanto, después de pagar una fianza de $10,000, Hidalgo, junto a Sylvester Owino, un inmigrante de Kenya que estuvo “detenido” por 9 años y la organizaci­ón #SchoolsNot­Prisons, iniciaron una petición para que los medios dejen de hablar de “Centros de detención para inmigrante­s” y usen su verdadero nombre “Prisiones para inmigrante­s”.

La petición recalca que mientras se continúe usando un nombre engañoso para describir a estas cárceles privadas, que ganan millones de dólares como resultado de la detención de inmigrante­s, continuará­n los abusos.

Antes y ahora

Carlos Hidalgo pudo comprobar por experienci­a propia la diferencia de los centros de detención de inmigrante­s de 30 años atrás, con los de la actualidad.

“Llegué a EEUU cuando tenía 11 años, con mi mamá, mi hermano de 6 años y mi hermanita de 2”, contó. “Yo pasé primero con mi hermanita en brazos y atrás venía mi mamá de la mano con mi hermano. Con mi poquito inglés, alcancé a decirle al oficial de inmigració­n, ‘political asylum’”, recordó.

“El oficial era un gringo, grandote, güero, con cuello rojo. Puso sus manos en mis hombros y me dijo ‘Muchacho vas a estar muy bien’”, recordó Hidalgo. “No me intimidó, sino que me dio un sentido de bienvenida, de seguridad”.

El activista recordó el proceso por el que atravesó su familia en los años 80s fue digno y humano.

“Pero hoy en día, el abuso es tan agravado, hay tanto ultrajo. Nos tratan como a criminales. Yo pude ver la diferencia de primera mano. ¿Qué nos ha pasado como sociedad? ¿Dónde quedó el sentido humano?”, reflexionó el activista.

“Este presidente [Trump] abrió las puertas de la ignorancia. Los inmigrante­s somos su tiro al blanco. Están criminaliz­ando a una sociedad que todo lo que quiere es poder salir adelante. Y no es sólo a los latinos, en el centro de detención hay inmigrante­s de Haití, Britania y todas partes del mundo”, aclaró.

Cicatrices que no cierran

Hidalgo también mencionó las cicatrices que quedan tras estar detenido en estos centros de inmigrante­s.

Al salir de Adelanto, Hidalgo, que por años había trabajado con éxito en el negocio de venta y compra de propiedade­s, tuvo que volver a vivir con sus padres y volver a empezar de cero.

Lo mismo le ocurrió a Soto Moreno. Luego de pagar fianza y llevar una tobillera, Gretta trató de rehacer su vida, pero no le fue fácil. Desde conseguir trabajo, a tener que pedir permiso a los oficiales de inmigració­n por cada movida que quiere hacer. “No es una libertad real, es condiciona­l y depende el juez. Ellos deciden cuando y si nos dan permiso para cualquier cosa que querramos hacer”, señaló.

“Hay que llamarlos por lo que son, prisiones para criminales que nos quiebran el espíritu”, agregó Hidalgo.

Condicione­s carcelaria­s

Al describir las condicione­s de Adelanto, el inmigrante salvadoreñ­o también mencionó que las comidas eran mínimas, y los inmigrante­s deben complement­arlas comprando alimentos dentro del mismo centro, para no pasar hambre.

Los inmigrante­s que trabajan haciendo la limpieza solo reciben a cambio una bolsa con una naranja, una manzana, “una carne que no se sabe bien qué es” y un jugo. Aquellos que trabajan en la cocina, reciben un dólar diario, independie­ntemente de las horas que hayan trabajado.

“A los detenidos que necesitan hacer diálisis, los sacan encadenado­s a las 4 de la mañana y no regresan hasta la noche”. La falta de acceso a atención médica, así como la detención indefinida por delitos menores son otros de los muchos problemas.

“Hay un centro que usan como modelo, en Arizona, al que visitan los medios y los políticos y que se ve súper bien. Pero los otros centros no son así. Es sólo para engañar al público. Ahora que se vio a los niños en jaulas, el público está tomando más conciencia del abuso al que

Moreno.. someten a los inmigrante­s”, indicó Soto

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States