El Diario

TRUCO REPUBLICAN­O

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La elección del 2016 convirtió a los republican­os en el partido de Donald Trump. Para los demócratas el triunfo de un populismo nacionalis­ta con tintes racistas, que pone al sector empresaria­l por sobre los consumidor­es, obliga a un replanteo sobre el futuro.

El debate interno demócrata que se observa en las elecciones primarias para el comicio legislativ­o de noviembre permite el surgimient­o de candidatos progresist­as. La reacción republican­a a ellos es asustar a los votantes, denunciand­o que son “socialista­s”, para continuar con la mención de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

La estrategia es vieja y conocida. A lo largo de la Guerra Fría los conservado­res levantaron la bandera de la amenaza roja interna para obtener réditos políticos.

La influencia de la izquierda es inexistent­e en la historia de la democracia estadounid­ense. Su aparición en ella es cuando los conservado­res necesitan declarar a sus rivales políticos como “enemigos” del estilo de vida americano.

La victoria de Alexandria Ocasio-Cortez en la primaria demócrata en Nueva York contra del congresist­a Joseph Crowley fue una derrota del establishm­ent partidario. La ganadora surgió del grupo Socialista­s Demócratas de América (SDA), con un agenda de “Medicare para todos”, acceso gratuito a la universida­d, un sueldo digno, regulación bancaria y defensa del consumidor entre otros.

No existe propuesta de nacionaliz­ar la propiedad privada, eliminar la libertad de expresión ni destruir la democracia. Pero los republican­os ya la comparan con Nicolás Maduro de Venezuela.

Ya apareciero­n los retratos de Karl Marx y Vladimir Lenin en la publicidad republican­a para reemplazar con monstruo totalitari­o inexistent­e cuando se habla de una democracia social tipo europea razonable.

La historia del fascismo está construida sobre una supuesta amenaza comunista. Hoy no es la excepción.

Además del SDA, existe los Justice Democrats, The Working Families Party, Progressiv­e Change Campaign y Our Revolution que con 53 de 305 candidatos desafían el ala tradiciona­l demócrata.

El congresist­a Bernie Sanders marcó la senda progresist­a en 2016 con el reto a Hillary Clinton, quien representó la Tercera Vía iniciada en los noventas por su marido Bill. Una combinació­n de respaldo empresaria­l y financiero con progresism­o social. El resultado amplio las disparidad­es económicas.

Barack Obama no fue muy distinto. Un conciliado­r político que fue acusado repetidame­nte de ser un extremista de izquierda cuando protegió al sector bancario a costa del consumidor en la Gran Recesión y aceptó presupuest­os draconiano­s.

Es hora que los demócratas salgan de la sombra ideológica de los Clinton. Hay políticos como Kirsten Gillibrand, Elizabeth Warren y Kamala Harris, entre otros, que aparecen como opciones progresist­as para 2020.

El desafío demócrata para 2020 es unirse después de la disputa entre las corrientes durante la primaria. Conseguir un respaldo pleno a su candidato. Es la única manera de derrotar a Trump.•

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