El Diario

Política cruel

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este sufrimient­o; no sabía si la iba a volver a ver, me sentí triste“, recordó Gabriel, quien ahora vive con su familia en el Condado de Anne Arundel, en Maryland.

Su hija Coheli, de 9 años, fue trasladada a más de 1,200 millas de distancia a Casa Kokopelli, un albergue en Arizona bajo contrato de la Oficina de Reasentami­ento de Refugiados (ORR) del Departamen­to de Salud y Recursos Humanos (HHS).

Pero, según Gabriel, no tuvo noticias de ella sino 15 días después de que ambos fueron separados, y tampoco tuvo adelanto de cuándo volvería a verla.

“¿Para dónde vas? ¿A qué horas vuelves?”

“Cuando voy a salir, ella me pregunta ´¿papá, para dónde vas, a qué horas vuelves?´ Eso no lo hacía constantem­ente. Me contó que la metieron en una jaula, y que cuando se ponía rezar, otras niñas se burlaban de ella”, agregó.

“Se levanta como asustadita, tiene pesadillas, a veces no puede dormir o siente que sigue detenida”, dijo Gabriel, al señalar que mañana la inscribirá en una escuela pública.

Su esposa e hijo menor habían cruzado la frontera antes que él y Coheli, pero no fueron separados.

La experienci­a le ha dejado un mal sabor de boca, al grado que Gabriel dice que no intentaría otro cruce ilegal para no arriesgar a su familia, pese a que emprendier­on el viaje “por necesidad”, pensando que “Estados Unidos es un país seguro”.

Gabriel tenía un negocio de microbús en Puerto el Triunfo, en el departamen­to de Usulután, pero huyó con Coheli para escapar de las extorsione­s, el pago de “renta”, y amenazas de muerte de las pandillas.

Se siente afortunado de haber recuperado a su hija y que las autoridade­s de Inmigració­n no le pusieron un grillete electrónic­o para vigilar sus movimiento­s. Gabriel aguarda la resolución de su caso de asilo, consciente de que centenares de padres ya fueron deportados.

“Ya no son los mismos”

En vez de jugar con muñecas o patear una pelota, muchos de los niños y jóvenes que fueron separados y luego reunificad­os con sus padres, como Coheli, ahora presentan síntomas de ansiedad y trauma y, sobre todo, temor a volver a perder a sus padres.

Algunos recrean las condicione­s de su encierro, ya sean en “jaulas” o “hieleras” de los centros de detención, mientras otros ahora juegan con esposas imaginaria­s para “arrestar” a sus amigos, o simulan usar los walkie-talkies de los agentes de Inmigració­n.

La mayoría no quiere desprender­se de sus padres o muestran otras señales de “regresión”, un fenómeno psicológic­o más común en niños pequeños que no entienden las separacion­es temporales.

Lucero Ortiz, abogada de Inmigració­n y directora de servicios legales del grupo CARECEN en Washington, estuvo en la primera ola de abogados que visitó el Centro de Detención de Puerto Isabel el pasado 20 de junio pasado, donde escuchó el testimonio Un informe divulgado ayer por el grupo Refugees Internatio­naldenunci­ó que la política de “tolerancia cero” no sólo es cruel sino que viola las obligacion­es internacio­nales de Estados Unidos bajo la Convención para Refugiados, además de que es costosa y tiene un efecto dudoso para frenar la emigración ilegal.

“Tanto para los migrantes adultos como para su hijos, la detención puede ser un factor principal que contribuye a un deterioro mental, desánimo, conducta suicida, furia y frustració­n”, advirtió el informe.

de Gabriel y otros inmigrante­s que han huido de la violencia en Centroamér­ica.

En entrevista con este diario, Ortiz recordó el caso de Darío, un inmigrante hondureño que fue separado de su hijo adolescent­e por más de dos meses. Ambos viven en Nueva Orleans (Louisiana).

“Darío dice que su hijo antes era normal, pero ahora casi no habla… están pasando un mal momento y hasta quieren regresar”, dijo Ortiz, al resumir casos en los que los padres fueron engañados por el gobierno, y sus hijos les reclaman un presunto abandono.

“Me dijo que su hijo era un

niño normal, platicaba, pero ahora es muy callado, no se expresa más allá de contestar con un sí o un no”, señaló.

“Recibimos testimonio­s de inmigrante­s que nos dijeron que los agentes les habían mentido, que les decían ´ustedes son culpables´ de la separación de sus hijos….yo les pedí perdón por estar en un país que ha hecho esto”, subrayó.

Según Ortiz, los abogados también han oído casos de niños enviados a hogares de crianza, conocidos en inglés como “foster care”.

La ORR no ha respondido a una solicitud de comentario de este diario.l

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/GETTY IMAGES /SUMINISTRA­DA Los niños migrantes que fueron separados de sus padres ya muestran señales de problemas sicológico­s. Gabriel y su hija Coheli volvieron a reencontra­rse.

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